bilbao - "Esto es como una telenovela", dice Juanjo Oroz, ex de Euskaltel que encontró en el PinoRoad chileno un maillot para seguir corriendo porque se siente con la ilusión y la fuerza suficientes para hacerlo, aunque tenga 33 años, el culo pelado y lo haya visto todo en el ciclismo. O eso creía. Le faltaba esta telenovela.
El culebrón tiene su malhechor. Se llama Juan Pablo Pino, licenciado en Derecho, gerente de una empresa de monitores, profesor en una MBA y dueño de varios equipos ciclistas chilenos a lo largo de su vida. Así se presenta a Andrés Cánovas y Fran Reyes en abril de 2013, cuando les llama y les seduce con un proyecto sugerente: un equipo chileno continental profesional en el que él sería el mánager encargado de reclutar a los grandes patrocinadores que dieran vida al equipo. Los dos españoles llevarían el peso de la gestión. "Y la cosa es que el asunto parecía que avanzaba. Juan Pablo era un tipo relajadete que se tomaba su tiempo en hacer las cosas, agotaba los plazos, pero iba cumpliendo", explica Fran Reyes, que en septiembre recibió el visto bueno para armar el equipo porque los patrocinadores iban cayendo, estaba asegurada la temporada 2014 y, posiblemente, otras dos más. Reyes y Cánovas eligieron a Jesús Buendía como director, y entre un puñado de buenos corredores chilenos, lograron que Salvador Guardiola, Juanjo Oroz, Pablo Urtasun y Mikel Bizkarra se sumaran al proyecto. Todo iba sobre ruedas. "Hasta que viajamos a Chile", recuerda Reyes. Allí se desarrolló la trama de la telenovela que a Oroz le sigue pareciendo increíble.
Unido el equipo en Chile en la primera concentración a finales de enero, se fue descubriendo la mentira de Juan Pablo Pino. La cara oculta de la Luna. Cuando llegaron no tenían ni bicicletas ni ropa, que se retrasaban por impago. La cuestión era que el mánager fingía el ingreso del dinero. Con fecha de 30 de diciembre, 2 y 3 de enero hizo tres transacciones que quedaron anuladas porque en las tres confundió un número de la cuenta donde debía pagar las bicicletas Berria, con sede en Albacete. Cambiaba el 5 por el 8 en esa larga lista de números, con lo que el dinero no llegaba a su destino y el error le servía de coartada para posponer el pago. "Ahora sabemos que no era un despiste, sino un engaño", lamenta Reyes.
La concentración en Chile fue esperpéntica. Los corredores suramericanos se acercaban a sacarse fotos con Oroz o Urtasun y después les contaban que Pino no era de fiar, que había dejado varios pufos y que anduvieran con cuidado. Un corredor que estuvo en uno de sus antiguos equipos les relató cómo el segundo de los dos años que duró el proyecto no cobró cuatro mensualidades, aunque en el primero no hubo problemas salvo un mes que no pudo pagarles porque, les contó a los corredores, le habían robado todo el dinero de las nóminas en la misma puerta del banco donde iba a abonarlas.
Esa semana Juan Pablo Pino hizo de todo. Fingió delante de los corredores que llamaba a patrocinadores inexistentes, convenció a un amigo suyo para que se hiciese pasar por el responsable de marketing de una empresa interesada en sumarse al proyecto... Un día apareció con cuatro bicicletas prestadas diciéndoles a los ciclistas que ya podían entrenar. Los corredores explotaron. Oroz, de lo más calmo y sensato que se puede encontrar uno en el pelotón, se plantó frente a él y le dijo que ya era suficiente, que ya bastaba de mentiras. "Le dije que habíamos firmado por un equipo ciclista, no por un circo. Que dejara de invitarnos a comer, que nosotros habíamos venido a entrenar y correr. Le pillé en tres mentiras gordas y me harté. Le dije que ya no me creía ni su nombre. No me equivocaba". Antes de subir al avión de regreso a Europa, los corredores le exigieron que dimitiese, que no estaba capacitado para ese cargo y que confiase la gestión del equipo a Reyes y Cánovas. Ahí quedó el asunto.
El último contacto de Pino con el grupo español se produjo la semana pasada. El chileno llamó asegurando que tenía el dinero para arrancar la temporada y que iba a viajar a España. El miércoles afirmaba estar a punto de despegar su avión. "Le pedimos que lo demostrara mandándonos una foto dentro del aparato", dice Reyes. Envió por WhatssApp esa imagen, otra del pasaporte junto a la foto de su hijo y un texto en el que lamentaba lo mucho que iba a echar en este viaje a su pequeño. "Desde entonces, no hemos vuelto a saber nada de él". No llegó a España en ese avión. Desapareció con el dinero.
A la espera de un milagro ¿Cuanto? "No lo sabemos", dice Reyes. "Los patrocinadores a los que hemos llamado no nos confirman si le han pagado o no". Y la veracidad de los contratos que presentó está siendo estudiada por abogados que por lo pronto no los consideran fehacientes. "El golpe es duro", reconoce Reyes, "pero no nos rendimos. Sabemos que ahora necesitamos un milagro para salir, pero estamos convencidos de que esto merece la pena". De momento, tienen el apoyo de la Federación chilena y de la UCI, que les guarda la licencia por si logran un patrocinador que salve el proyecto que ahora es un drama de telenovela.