BILBAO. Aimar Olaizola llega a la final del Manomanista sin hacer el mismo ruido que el curso pasado, cuando arribó en la batalla por la txapela después de arrasar ante Bengoetxea. Este año, los problemas de la mano y la falta de chispa parece que le han restado brillantez. No obstante, es momento de repasar la fotografía de una vida.

¿Cuál es su balance de los quince años largos que lleva en la pelota?

Muy bueno. Cuando debuté no pensaba que iba a ganar tantas txapelas. Cuando debutas piensas solo en jugar en Primera. Después de quince años, todas las finales que he jugado y todas las txapelas que he ganado me ponen muy contento.

Contabiliza 18 finales en estos tres lustros y se apresta a disputar la decimonovena.

Nunca he sido de mirar números, quizás cuando deje la pelota lo haga y le dé más importancia. Lo más importante ahora es que llevo muchos años jugando arriba.

¿Imaginaba llegar a este punto?

No. Cuando debutas la ilusión que tienes es la de estar en Primera. Yo antes de debutar, alrededor de un año antes, empecé ya a entrenar con los de arriba. Llevo casi catorce años jugando en Primera, estoy muy contento con lo que he conseguido y de aquí en adelante si no ganase nada, estaría satisfecho con lo que he hecho.

No sería mala señal que conceda otra entrevista dentro de quince años.

Pues sí, pero también hay que ser realista. Mi objetivo ahora es cumplir el contrato que tengo con Asegarce, que acaba en enero de 2019. Lo más importante es acabar el contrato en condiciones y hasta entonces, seguir jugando.

¿Recuerda los momentos del debut y todo lo que lo envolvió?

Suelen ser momentos muy bonitos e ilusionantes. Tenía 18 años y en aficionados había estado muy poco tiempo. Bueno, cuando era juvenil ya jugaba con los mayores, pero en aficionados estuve muy poco tiempo. A un pelotari joven le hace mucha ilusión, además mi hermano también estaba en profesionales y es muy bonito.

Con 18 años y la vitalidad de la edad, ¿cómo lo vive?

Para nada cambié mi forma de ser y seguí trabajando igual que antes. Antes de debutar ya andaba con el grupo de mi hermano y para nada cambió. Además, hemos podido vivir de lo que realmente nos gusta hacer. Eso es una suerte.

Vivió cambios de empresas: debutó en Aspe, fue a Maesku y acabó en Asegarce.

Eso es. Antes de terminar con Aspe firmé con Maesku, pero luego hicieron un acuerdo con Asegarce. Al final he probado de todo. Aun así, en los tres sitios he estado muy bien, me han tratado muy bien. Llevo ya muchos años en Asegarce y es como mi casa. Se han portado muy bien conmigo y yo creo que estoy dando la talla.

¿Cómo fue aquello del cambio de empresa?

Era joven y estaba destacando un poco más y entre lo deportivo, cosas de contratos y que me hicieron una oferta buena, me decanté. Hablé con Aspe, que creo que es bueno siempre decir las cosas, y Vidarte me dijo que bien, para nada se lo tomó a mal, sin problemas. Y en el otro cambio, igual. Yo creo que en esta vida lo importante es ir de cara.

¿Cómo valora la llegada del éxito?

Ya digo que sigo trabajando igual que siempre. Con la misma ilusión que cuando tenía 18 o 19 años y eso es lo más importante. Para estar ahí arriba es importante, porque ganas txapelas, llegas a finales y te puedes relajar o cambiar la forma de vivir y de ser. Creo que hay que seguir igual y por eso he tenido la suerte de ganar todas estas txapelas. Si gano la txapela y cambio de cosas, me habría ido peor.

Mantener la ilusión, ¿cómo es posible?

Muchas veces no es difícil. De hecho, para mí esta final es como la primera. Obviamente, cambia algo, pero si ganase esta txapela es como si fuera la primera. Además, si pierdo, como tengo también experiencia en ello, ya con el trabajo realizado estaría contento.

Lo que se extrae de sus palabras es que es fundamental mantener las rutinas y el ritmo.

Las rutinas son las mismas. Está claro que hay cosillas que he cambiado, pero para mejor. Igual en entrenamientos, que hemos ido poco a poco cambiando, quizás por los problemas, las lesiones...

Y lo que ha cambiado la pelota en estos quince años.

El frontón, el color, la pelota... Ha cambiado todo, pero yo creo que a mejor. Además, el color del frontón y la pelota se cambió de cara a la tele y la tele le viene muy bien a la pelota.

La televisión dio el pelotazo definitivo.

Sí. Es importante que esté la tele, porque hay mucha gente que ve pelota por la tele. Y por la publicidad, también. Al frontón va parecida gente, pero se nota en todo: en la calle a los pelotaris se les reconoce...

Usted lo notará.

Sí, pero es muy buena señal, porque significa que estás en la brecha. También es bonito porque la gente sigue la pelota.

Eso de ser un chaval anónimo y pasar a que le conozca un montón de gente, ¿cómo se lleva?

Al principio me daba apuro. Hay ocasiones en las que a veces depende qué tipo de gente te pone en apuros, pero estoy encantado. Es bueno que te conozcan. Es bonito también que vengan los chavales a pedir autógrafos. Es como cuando yo iba a pedir los de Retegi II o Galarza o Tolosa.

Usted ha convivido con varias generaciones de pelotaris.

De hecho, jugué en Logroño el partido de despedida de Julián Retegi, que para mí ha sido el mejor pelotari de la historia. Coincidí con Beloki, Eugi, con los de ahora... Para mí es bonito porque he coincidido con pelotaris grandísimos que antes marcaban el mundo de la pelota.

Pero, ¿es posible conseguir un abanico de pelotaris de alto nivel como los que hay ahora?

Comparaciones nunca se pueden hacer. Antes habría pelotaris buenos y ahora también. Ha cambiado todo, la forma de jugar, y en todas las épocas se jugaba bien.

Lleva más de dos años a gran nivel, ¿no le pide la cabeza parar?

Más que la cabeza, te lo pide el cuerpo. Desde que regresé de la lesión he estado arriba. He jugado todas las finales de los torneos individuales y eso en la final cansa de cabeza. Aparte de eso, los pelotaris ya estamos acostumbrados a ello. Jugaremos la final el domingo y en seis días tendremos que disputar el Cuatro y Medio de San Fermín. Después, el verano y el Cuatro y Medio. Lo bueno es que cuando pierdes no tienes tiempo de pensar en si las cosas van mal, porque si empieza otro campeonato y va bien enseguida cambias el chip. Los pelotaris estamos para cubrir los compromisos de la empresa.

Comenta que no es un pelotari que se ponga a sumar los éxitos, pero ¿le ha dado tiempo a pensar en todo lo que ha ocurrido estos años? Al fin y al cabo, el mundo de la pelota va a toda velocidad.

Nunca he sido de eso y eso también es importante. En el mundo de la pelota tienes que ser ambicioso y yo nunca me he parado a pensar lo que he ganado. No me relajo. Cada campeonato lo afronto con la misma ilusión. No obstante, últimamente digo que aunque no ganase ninguna txapela más, estaría encantado.

O sea, que la mejor txapela, la siguiente.

Sí. Las que he ganado antes están ahí, pero como están en casa les das menos importancia.

En un deporte tan individual, ¿la ambición es lo más importante?

Sí. Es muy importante. Influyen muchas cosas también: la cabeza y el cuerpo. Si tienes problemas físicos o de manos, no eres capaz de darle la vuelta. Lo peor es estar lesionado y no poder seguir activo. Yo cuando estuve lesionado de la rodilla, lo pasé mal. Perder da pena, pero lesionarte es peor.

¿Es de los que dan muchas vueltas a la cabeza en esos momentos?

Enseguida, me pongo positivo. Cuando me rompí, al día siguiente ya estaba pensando en que iba a poner todo lo que tenía para volver. A mucha gente le pasa algo de eso y le da muchas vueltas, o se cae, o lo que sea. Yo, para el día siguiente, ya estaba pensando que iba a poner lo mejor de mí para recuperarme.

Se habla mucho de que su forma de jugar ha cambiado, ¿qué opina?

Un poco sí. Hace quince años en el mano a mano y en el Cuatro y Medio se jugaba a bote. Yo mismo he cambiado en los últimos seis años. Veía que los contrarios jugaban a bote y me amoldaba bien, pero después vi como los contrarios jugaban de aire y yo mismo me he dado cuenta que jugando de aire hago más daño que jugando a bote. Cada época te enseña cómo tienes que jugar. Si puedes.

¿Es intencionado por su parte o se ha visto obligado por las circunstancias?

El partido te enseña. Nunca me he puesto antes de un partido a pensar si tengo que jugar de un modo u otro. Uno mismo se da cuenta.

Supongo que es fruto del trabajo fuera.

Ahora entrenas de aire: saque-remates, defensa de aire...

¿Cómo esperaba verse a estas alturas cuando tenía 18 años?

Primero, en profesionales y en Primera. Yo también he mejorado mucho mi forma de jugar, porque hay veces que uno debuta en Segunda y te mandan a casa. Después de debutar, hay que tener los pies en el suelo.

Hay que amoldarse.

Yo debuté contra Soroa e Hirigoyen y me hicieron lo que querían.

¿Se cumplieron sus expectativas?

Con creces. Nunca hubiera pensado alcanzar esto. Es complicado ganar tantas txapelas. Además, he tenido dos lesiones fuertes y me he recuperado de las dos.

Se cumplen diez cursos de la txapela que le ganó Patxi Ruiz, mientras usted estaba renqueante de una lesión. ¿Aquello le pasó un peaje emocional?

Para mí ha sido lo peor. Tuve mala suerte, pero tampoco hicimos las cosas bien. Aquello está pasado y nunca me viene a la cabeza si no me lo comentan. Tuve mala suerte y estuve mucho tiempo parado.

Lo de la rodilla, superadísimo.

Desde que volví a la cancha no he tenido ninguna molestia. Tuve la suerte de estar en las mejores manos para recuperarme.

¿Cómo ve su futuro?

Me llegará dentro de un tiempo la bajada, no podré estar ahí arriba, en las finales. No tengo ningún problema para asimilarlo. Hay bastantes jóvenes que tienen que subir.

¿A qué pelotari joven ve con proyección?

Urrutikoetxea en el mano a mano para mí en dos o tres años va a jugar muchísimo. Es un chaval que me encanta cómo juega y creo que en cinco años estará arriba. Luego, están Idoate, Zabaleta, Beroiz, Albisu... Irujo y Bengoetxea son también más jóvenes que yo... (Risas).

Urrutikoetxea le hizo sudar.

Juega muchísimo. Para mí, en cuatro o cinco años jugará alguna final.