Bilbao. En Risoul, entre la niebla que apenas deja ver cómo el italiano Alessandro de Marchi logra su gran victoria en los Alpes nevados, finaliza la Dauphiné Liberé y cuando se secan el sudor y se escurren el agua que empapa la gorra, los que miran más allá, al horizonte del Tour, se manifiestan y sus palabras reflejan que hay más de un camino para llegar a la carrera francesa. Cada uno confía en el suyo. Froome pisa sobre las huellas que Wiggins dejó la pasada temporada y sigue como su entonces líder -ahora en la sombra tras abandonar el Giro lesionado y anunciar después su renuncia al Tour- la receta de la intimidación. El sueño amarillo de Froome se alimenta de resultados espectaculares en cada carrera que corre (Omán, Tirreno-Adriático, Criterium, Dauphiné), de victorias, de tardes en las que se exhibe, da un repaso a sus rivales y acaba haciendo rodillo, lo que parece un gesto de suficiencia, de sobrau, y tiene más que ver con los nuevos métodos de entrenamiento, otro ciclismo, dicen, que encarna mejor que ningún otro el Sky, que no cuenta con Wiggins, pero es lo mismo. Froome ganó ayer la Dauphiné con una holgura asombrosa y segundo fue su compañero de equipo Richie Porte, que ya gobernó la París-Niza en marzo y fue segundo, también tras Froome, en el Criterium Internacional.
"No podría haber esperado algo mejor. Esto es por supuesto un test exitoso de lo que nos espera en julio en el Tour de Francia", valoró Froome, que trabajó ayer para que Porte ganase la etapa, no lo consiguió porque De Marchi resultó inalcanzable y acabó esprintando para ser segundo en Risoul, desde donde miró hacia el Tour. "Sé que voy a hacer todo lo posible para llegar a ganar, pero en el ciclismo nunca está garantizado nada". Aunque su victoria en la Dauphiné demuestra que está preparado. Ayer dijo que por la noche se permitiría una copita de vino como celebración, un sorbito de gloria, y después volvería al trabajo para reconocer algunas de las etapas clave de la ronda francesa.
Allí espera a un Contador más fuerte, mejor, que el de la Dauphiné, donde decepcionó en la crono y estuvo a un buen nivel en la montaña. El madrileño, décimo en la general, segundo en una etapa que le ganó Froome, dice sentirse satisfecho, que está como quería estar, calcula que su estado de forma ronda el 75% y que alcanzará su mejor nivel en las tres semanas que quedan para que le Tour arranque en Córcega (29 de junio). Ayer, en cambio, no apareció en Risoul. Después de caerse tras coronar el col de Vars, eligió socorrer a su compañero Michael Rogers en la subida final para defender su puesto en el podio que acabó perdiendo en favor de Dani Moreno. "Las sensaciones", dijo de todas maneras, "eran muy buenas". Y el balance, mejor, "independientemente del resultado en la general, que es algo secundario. Llegaré en óptimas condiciones al Tour. No voy a decir que mejor que ningún año, porque eso habrá que verlo en carrera, pero como mínimo igual que en los años anteriores".
Como Froome y Contador, Valverde también salió de la Dauphiné en la que ha acabado séptimo pensando en el Tour, donde liberará al Movistar que dejará en la sombra a Nairo Quintana, el colombiano que después de ganar la Vuelta al País Vasco regresó a Boyacá y volverá a Europa solo para correr el Tour.
Samuel cierra en Dauphiné su primer ciclo de la temporada con un gran triunfo y cede los galones en el Tour a Antón, Nieve o los Izagirre.