bilbao. Los nervios se dejaban notar en el pelotón. La carrera enfilaba el último kilómetro y todo el mundo quería estar bien colocado para jugar sus bazas en la primera etapa del Circuito de Sarthe. A 55 por hora, el trazado abandonaba una carretera estrecha para pasar a una más ancha, pero el pelotón se resquebrajó. Una caída múltiple envolvió a Iker Camaño, quien terminó en la cuneta con el cuerpo retorcido. Se fue al suelo el pasado día 2 y dos semanas después respira aliviado al comprobar que todo ha quedado en un susto menos grave de lo que parecía en un primer momento.
El ciclista vizcaino recuerda con nitidez qué es lo que ocurrió en el pelotón: "Hubo una caída en la parte izquierda de la carretera. Otro ciclista a mi izquierda la intentó evitar, nos enganchamos los dos y no pude controlar la bici. Íbamos los dos sin control, como si fuese un coche sin frenos, hacia la cuneta. Junto a la cuneta había una zanja y luego un terraplén que subía. Metí la rueda en ese canal, que era de piedra, y salí disparado hacia el terraplén. Caí de cara, golpeándome con el pecho. Las piernas se me fueron para arriba y se me quedó el cuerpo con la forma de una u". Los primeros minutos en aquella cuneta fueron angustiosos. Las sensaciones no eran buenas e invitaban a pensar en lo peor: "Al principio estuve muy asustado porque no podía mover las piernas. El golpe en el pecho fue también bastante grave y pensaba que tenía alguna costilla rota. Tenía el brazo dado la vuelta, en la espalda. Más que nada, pensaba que tenía alguna costilla rota y el brazo roto. Tenía unos dolores increíbles". El vizcaino del NetApp-Endura no podía creer cómo había quedado su cuerpo. "Yo me miraba el brazo y al ver que lo tenía en la espalda pensaba: ¡Madre mía!".
El primero en socorrerle fue su compañero de equipo Daniel de la Cruz. A él le pidió que llamase a una ambulancia que no tardó en presentarse. Por fin, la situación empezó a mejorar, o al menos a desechar los peores presentimientos: "Una vez que me metieron en la ambulancia, vi que podía mover las piernas. Era lo que más me preocupaba, pero no era tanto como parecía. El pecho me dolía al respirar, pero me dijeron que seguramente no tendría nada en las costillas. Eso no me lo creo todavía. Tal y como caí, estaba convencido de que tendría alguna costilla rota".
En el hospital unas placas confirmaron que sufría una luxación de hombro y que en la cabeza del húmero tenía multitud de microfracturas. "Son muchas fracturas, pero muy pequeñas y no necesitan ninguna intervención", explica Camaño. Desde entonces el santurtziarra empezó a contar el plazo de cuatro semanas en el que deberá tener el brazo inmovilizado. "Tampoco es una tontería y hay que curarlo bien", advierte. Ayer realizó nuevas pruebas para comprobar cómo han evolucionado sus lesiones. El vizcaino reconoce que los dolores han disminuido mucho, pero las molestias no le permiten dormir tres horas seguidas. A pesar de todo, Iker dice estar animado: "No sentir las piernas y esas cosas, la verdad es que asusta. Ha sido de lo malo, lo mejor".
La caída ha hecho que Camaño se pierda varias carreras y una concentración de su equipo en altura. En su mente está la idea de reaparecer en California, pero el tiempo se le echa encima: "Es el 12 de mayo, pero creo que eso va a ser algo prematuro. Los dolores han sido grandes, me han dicho que son cuatro semanas y no sé cómo tendré el hombro para esa carrera. Cuanto menos sea el tiempo, mejor. Pero sí tengo claro que lo quiero: curar bien".