bilbao. Quién lo iba a decir. "Nadie, y mucho menos yo, que tenía pie y medio, qué digo, los dos, fuera del ciclismo". Habla Iker Camaño de otra época, de aquella rendición, de una comida en Bilbao sin carta y un menú pobre de desesperanza, de los días de vaqueros, camiseta y zapatillas, los de ir a pie, sin bici, sin dorsal. Habla de lo que ya pasó. Y de lo que no olvida. De un rayo de luz que era un trozo de tela, un maillot del Endura, y un viaje al sótano del ciclismo. Un paisaje sin televisión ni autobuses con aire acondicionado ni máquina de café. En ese mundo sin boato, simple y puro como un anillo, se reencontró Camaño con la esencia ciclista, algo así como la felicidad de los niños libres y despreocupados. "Aprendí que solo necesito un dorsal y una bicicleta para ser feliz".
No quiere olvidar eso que tanto le ha costado aprender ahora que está de regreso a la élite ciclista, los autobuses y las máquinas de café, después de la fusión de NetApp y Endura que ha engendrado un bloque poderoso que compite sin complejos con los equipos World Tour. Es un conjunto continental profesional, pero piensa en lo más grande. En el Tour. En correrlo este año. En la exigua relación de candidatos a recibir una de las tres invitaciones que ASO hizo pública ayer, el equipo de Camaño figura junto al Europcar, el Cofidis, el Saur Sojasun, el Bretagne-Séché y el IAM Cycling. "Pero está difícil", valora Iker las posibilidades de volver a correr el Tour tantos años después -ha disputado cuatro, otros dos Giros y una Vuelta-, consciente de la ventaja de los equipos franceses pese al tentador regreso a la Grande Bouclé de un equipo alemán, su vasto mercado y la presión de la televisión alemana, alejada de la carrera francesa estos últimos años por los escándalos de dopaje. "Yo recuerdo un final de etapa en Alemania de hace algún tiempo en la que la cantidad de gente que había era increíble. Hay afición al ciclismo". Pero un solo equipo.
la motivación "El NetApp-Endura", cuenta Camaño, "es una mezcla de dos maneras de entender el ciclismo muy peculiares. Están los alemanes, que son cuadriculados, que dicen arre y es arre y cumplen lo que prometen; y luego los ingleses, que son muy suyos, con sus rarezas y sus encantos". En esa maquinaria anglo-germana, el vizcaino, un excelente gestor de las relaciones y una mente preclara en la concepción del ciclismo, es el engranaje que hace que las cosas fluyan. "El ambiente es bueno". Por eso vale tanto Camaño para su director, el catalán Alex Sans. Por su cabeza. Y por sus piernas. "Me queda cuerda". Y le sobra ilusión. "Correr el Tour es una motivación importante como lo es volver a correr una grande -la Vuelta, que también reparte tres invitaciones, parece más accesible-. Pero si no puede ser, no pasa nada. Trato de disfrutar y aprovechar cada momento porque no olvido de dónde vengo". De las carreras en furgoneta sin café y las sillas de camping plantadas en la acera. Ahora, está en la sala de espera del Tour.