bilbao. Rafa Nadal, con algunos destellos de su mejor juego, volvió a entronizarse ayer al ganar la final del Abierto de Brasil ante el argentino David Nalbandian por 6-2 y 6-3. "Espero que esto sea el inicio de un buen comienzo", declaró el tenista tras recibir un trofeo que coronó "una semana muy bonita" y que dedicó a las personas que le han acompañado en "estos tiempos complicados", entre quienes estaba su padre, Sebastián Nadal, quien no logró contener unas lágrimas tras el triunfo.

El mallorquín no ganaba un título desde junio pasado, cuando alzó a los 26 años su séptimo trofeo de Roland Garros e hizo historia en el torneo francés. Un mes después, cuando era el tercer mejor jugador del mundo, una lesión en el tendón rotuliano de la rodilla izquierda le dejó fuera de los Juegos Olímpicos de Londres. Hace quince días reapareció en el torneo de Viña del Mar después de siete meses de inactividad. Jugó aún con limitaciones físicas, molestias en la rodilla y sobre todo con una clara falta de ritmo y precisión, que solo se adquieren con la continuidad y los torneos. Aún así alcanzó la final, en la que perdió frente al argentino Horacio Zeballos. Ayer, ante Nalbandian, no desaprovechó la oportunidad para volver a entronizarse.