GETXO. UNA vez finalizada la Volvo Ocean Race, la regata más exigente de cuantas se disputan, el barco Telefónica, un Fórmula 1 de la vela mundial, está inmerso en esa otra parte del deporte de élite, que es acercarlo al público, dar a conocer de cerca a estos colosos de la navegación. Dentro de este ciclo formativo que comenzó en Palma de Mallorca y que ha recorrido puertos como Barcelona, Alicante, Málaga, Sanxenxo (localidad base del Telefónica) y Santander, está el marco del Puerto Deportivo de Getxo, actual zona de visita de la embarcación que tripularon los vascos Iker Martínez y Xabi Fernández en una Volvo Ocean Race que pudieron ganar de no ser porque rompieron los tres timones (el de babor, el de estribor y el de emergencia) cuando lideraban la misma, lo que hubiera significado la mayor gesta estatal en el reino de la navegación. "La vela oceánica es una gran desconocida y con esta gira tratamos de llegar a mucha gente", resumía el cántabro Pablo Arrarte, el único actual tripulante de los seis que estos días conforman el equipo humano que formó parte de los 11 integrantes que dieron la vuelta al mundo junto a Xabi e Iker.

Lo que mejor explica la diferencia respecto a una embarcación convencional es precisamente lo descomunal del Telefónica. Para comenzar, se trata de un velero que cuenta con un equipo humano total próximo a las 40 personas, de las cuales casi 30 son el equipo de tierra. De los 11 fijos que van a bordo, diez alternan tareas y guardias, mientras que uno exclusivamente se centra en las comunicaciones y la cocina (comida que se elabora en un camping gas para el que se emplea comida liofilizada, complementada con batidos y barritas energéticas). Una jerarquía que encabeza el patrón, cargo que en el caso de la Volvo Ocean Race asumía Iker. "Todos opinamos, pero las decisiones las toma el patrón", asientan.

Una vez en el velero, sobre suela de goma y arreciando el viento, "no tenemos tiempo libre. Si no trabajas, estás muerto en la cama. A pesar de lo que pueda parecer, en los momentos en los que el tiempo da tregua es cuando más trabajo hay, cuando revisas y preparas todo para lo que vendrá. O sea, que no hacen falta muchos espacios en el barco", bromea Arrarte, que va enumerando unas características, que en nada persiguen la comodidad sino la practicidad, de lo más asombrosas: 21 metros de eslora, 5 metros de manga, 31 metros de mástil (equivalentes a un edificio de 10 pisos), 4,70 metros de calado, 14 toneladas de peso, una superficie bélica de 650 metros cuadrados (más de dos canchas de tenis), dos motores (uno a modo de generador con 40 caballos y otro de 90), 4 GPS más algunos manuales, 17 velas (9 de ellas a bordo)… Un compendio de virtudes con un coste que oscila los 6 millones de euros y que permiten alcanzar alrededor de 38 nudos náuticos. Unas proporciones que obligan, entre la tripulación de a bordo, a turnos de cuatro horas.

"Cuatro son de trabajo y otras cuatro de descanso, pero las de trabajo son como mínimo y las de descanso, como máximo", matiza Arrarte, que representa la dureza de la mar del siguiente modo: "Es nuestro trabajo. Hay momentos en los que queremos desaparecer, porque vas con sueño, mojado, frío, hambriento y cansado". No obstante, "si no tuviéramos ese sufrimiento, esa dureza, la gratificación sería menor", prosigue Arrarte, caña y trimel en la pasada Volvo Ocean Race. "Los momentos complicados vienen a ser el 70%, pero con ese 30% restante compensas", añade, con una paciencia propia de quien permanece 9 meses y 24 horas al día bajo la luz del sol y al abrigo de las noches más oscuras y violentas, en las que una ballena puede ser obstáculo en el camino.

espacios reducidos De hecho, el buen rollo es tremendamente palpable. "Es necesario", confirman, entre otros, dos australianos que añaden el hándicap del idioma a la situación. "Y si tienes algún problema con alguien, tratas de no coincidir con él en tu turno. De todos modos, hay ocasiones en las que hay tripulantes que apenas les ves durante una regata", comentan. Ello en unos espacios tan reducidos que llevan a tener el ordenador en un recodo sin silla, a dormir en estrechas literas de titanio. De titanio porque todo está aligerado, como el propio barco, íntegramente de carbono. Tal es la condición del Telefónica que, tras partir este mismo jueves hacia Sanxenso para remozarlo (se desmonta el barco entero y se limpia cada 20 días), tiene previsto el próximo noviembre batir el récord mundial a la hora de cruzar el Atlántico, con la colaboración de patrocinadores como El Corte Inglés, Mapfre o Iberia. Y es que, entre regata y regata, entre Volvo Ocean Race y Volvo Ocean Race, la embarcación se queda anticuada, porque aquí se ciñen los límites humanos, de la ciencia y la tecnología. Son monstruos devoravientos.