bilbao. Se abre la puerta de bienvenida al éxito, donde los sueños se empiezan a posar, parecen volverse terrenales después de haber estado navegando aún por la emoción porque no terminan de asimilarse. Esa puerta es la de llegadas del aeropuerto de Loiu, esa que cruzó no hace tanto Eunate Aguirre con su campeonato del mundo agarrado a su corcho y la que traspasaron ayer mismo Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza con su gesta en la maleta. Pasan la puerta después de dos días de un viaje "largo y cansado", de 55 días de terrible sufrimiento en trineo por la más peligrosa nieve y de tres días a la espera de un vuelo que les devuelva a casa. Son leyenda los alpinistas vascos porque han hecho algo: atravesar la Antártida por el Polo Sur en total autonomía, que solo ocho personas habían conseguido antes a lo largo de toda la historia.

"Hubo muchos momentos en los que sí pensamos que iba a ser muy complicado terminar, si no imposible. Nos íbamos planteando objetivos a muy corto plazo porque veíamos tan lejos el final que ni siquiera queríamos pensar en el fin de la travesía", desveló ayer Juan Vallejo.

Después del frío más insoportable que uno se puede imaginar, Alberto Iñurrategi recibe el caluroso abrazo de sus dos hijos nada más salir por la puerta de llegadas del aeropuerto. Se cuelgan de él los pequeños, como él tantas veces ha estado de las grandes montañas. La cara del guipuzcoano borra los signos irremediables de cansancio, de tanto esfuerzo y de tantas horas de avión, y es ocupada por la más grande de las sonrisas. Los críos están encantados de volver a ver a aita. Son pura felicidad. Al igual que el resto de los familiares que se acercaron a las diez de la mañana de ayer al aeropuerto a recibir a los alpinistas. Allí estaban también los padres de Juan Vallejo: el que fuera montañero Ángel Rosen y su esposa, que llegaron con un regalo muy especial… Resulta que Iñurrategi soltó desde la Antártida, una vez concluida la proeza, que lo que más le apetecía al llegar a Euskadi era comer un buen chuletón, así que el carnicero de la tienda Etxabe de Gasteiz, donde habitualmente compran los padres de Juan Vallejo, les dio a estos tres buenos chuletones para que le entregaran uno a cada uno de los héroes y así cumplir con el deseo del de Aretxabaleta. Se reían a carcajadas los tres cuando Ángel Rosen sacó los pedazos de carne.

Patxi Mutiloa, consejero de Deportes del Gobierno vasco, también acudió a saludar y a felicitar a los aventureros, así como Juanjo San Sebastián, en nombre de BBK y del suyo propio pues es amigo de los expedicionarios. Y con todos ellos, a la espera de Iñurrategi, Vallejo y Zabalza, una avalancha de periodistas que hacía intuir que alguien grande iba a aparecer.

Llegaron los tres alpinistas y tras los saludos con sus familiares atendieron a los medios de comunicación. "Lo más duro es la tensión del día a día. Había muchas variables que podían hacernos renunciar al proyecto cada día: las condiciones de la nieve, el frío. Hemos pasado miedo tanto cometeando como con la pérdida de sensibilidad en los pies", confesaba Iñurrategi. "Hemos pasado miedo", insistía, "porque en cualquier momento esto se nos podía caer. Pero conforme iban pasando los días, las cosas iban saliendo: no teníamos ninguna lesión, íbamos salvando los sastrugis, los pies después de bajar de los 3.000 metros del Plateau seguían sin sensibilidad, pero el frío ya no era tan intenso... Empezamos a tener más confianza".

Vallejo sufrió el mayor susto de la expedición cuando su trineo cayó en una grieta. El alavés reconoció que ese episodio fue "el más llamativo", pero que "sustos ha habido varios: hemos pasado mucho frío, el terreno estaba en muy malas condiciones… Hemos tenido que luchar prácticamente todos los días para sumar kilómetros, ha sido una expedición muy, muy dura que no nos ha dejado respiro ni descanso del primer al último día". Por eso, Mikel Zabalza aseguraba que "son experiencias para no tener muchas en la vida. Nos ha dejado muy cansados, pero también muy satisfechos". El alpinista navarro no se atrevía a expresar si una travesía polar es más complicada que la expedición en la altitud de la montaña: "Esa es la pregunta del millón", apreció. "No se puede comparar. Lo que podemos decir es que a nosotros nos ha resultados muy duro, pero es que no somos especialistas en esto. Hay mucha soledad, mucho esfuerzo cada día. Psicológicamente son expediciones muy duras", explicó.

VUELTA A LA MONTAÑA Lo que sí tienen claro los alpinistas vascos es que su próximo reto se desarrollará en altitud. Dejan los proyectos en horizontal y recuperan sus hazañas en vertical. "Es tiempo de volver atrás, de mirar nuestros orígenes y regresar a la montaña", destacó Vallejo. Pero sus planes no discurren por una expedición invernal en el Karakórum. "Todos hemos probado alguna experiencia en el invierno en el Himalaya o en el Karakórum. Y hemos hablado alguna vez sobre un objetivo así, pero no es algo que nos atraiga especialmente. Es un reto interesante, pero lo único que aporta es pasar frío y sufrimiento. Nos atrae más buscar retos más técnicos, más alpinísticos, que solamente la dificultad de la temperatura", zanjó el alavés.