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NO había vez que no nos tocáramos sin querer", relataba Kevin Schwantz sobre sus duelos con Wayne Rainey. Palabras que hoy suenan antideportivas, los bajos fondos del motociclismo. Confesiones entre bastidores. Pero que, seguramente, son la máxima expresión de competencia.
El peculiar Marco Simoncelli ha sido capaz de obtener un título mundial de 250cc, pero, sobre todo, ha conseguido recuperar e instalar un debate mundial. Valentía, agresividad, imprudencia en el pilotaje, son adjetivos fronterizos entre sí, que conviven rozándose, como el bien y el mal. Es precisamente la delimitación de todos estos términos y sus sinónimos los que puso en cuestión sobre la mesa. Para los críticos avezados, feroces e injustificados, que no dan margen a un perdón, la respuesta era sencilla sobre la interpretación de Simoncelli, ceñida, incluso, a cuestiones de nacionalidad. En España cayó gordo por ávidas polémicas con Bautista, Barberá, Pedrosa o Lorenzo. Su esponjosa y desaliñada cabellera, sus hombros bajos, caídos, pose desgarbada, porte de quinqui de barrio, de pasotismo, no le acompañaban a la hora de ganarse a la prensa. Pero verdaderamente, sus actuaciones no han ido mucho más lejos que las de Rossi -véase duelos con Biaggi, Gibernau, Lorenzo o Stoner-. Precisamente heredero de Il dottore le llegaron a bautizar los tiffosi. Y concretamente por su descaro y osadía, por asunción de riesgo y valentía. "Marco fue un piloto fuerte y él siempre peleó duro. Le vi siempre peleando al máximo, y tuvo muchos accidentes, pero sin heridas graves. Parecía invencible", dijo ayer Dovizioso, el otro chico joven italiano llamado a prolongar la gloria de Italia cuando Rossi se descabalgue.
Sin duda, Super Sic era valiente, que no imprudente, porque temía a la muerte. Lo fue hasta su último suspiro, cuando intentó corregir su derrapada, asumiendo que el contracoletazo de la moto siempre deja el posible riesgo de ir a parar a la zona interior de la curva. Él se la jugó. Y eso, en la máxima competición, de cara al público, solo puede ser de agradecer. Gente como Sic enriquece las carreras, amantes del honor de la victoria.
Simoncelli nació el 20 de enero de 1987 en Cattolica, Italia, a escasos kilómetros del circuito de Misano, muy cerca de la casa de Rossi. Así, en ambiente motero, en 2002 se proclamó campeón de Europa de 125. Ese curso debutó en el Mundial.
En 2006, con 20 años, Marco deja el octavo de litro para ir a 250cc después de conseguir dos victorias y siete podios. Dos años de adaptación siendo décimo fueron el prolegómeno de un dorado 2008. Su primer triunfo llegó en Mugello y detrás llegaron cinco más. Números que le permitieron ser campeón.
No por ello se precipitó en dar el salto a MotoGP. Así, aguardó un curso más en la categoría intermedia y firmó el subcampeonato. Entonces sí, SuperPippo emigró a la élite. A Honda, donde terminó octavo en 2010 y con el título de rookie del año. Un curso después, con un segundo y un tercer puesto como mejores resultados, a este talentoso piloto, uno de los destacados, le ha atropellado la muerte.
piloto fallecido