BILBAO. En el Bilbao Arena todo el mundo sabe ya que Marko Banic es pura sinfonía en movimiento. La armonía hecha jugador de baloncesto. Movimientos de violinista, precisión de director de orquesta, ritmo inalterable e inteligencia al servicio de los hombres de negro. Un killer silencioso que flota sobre el parqué y que domina todos los movimientos propios del ala-pívot. Intachable en las continuaciones, mortal cuando gana la posición, especialista en convertir con sencillez lo que a otros jugadores les cuesta horrores transformar y cada vez más certero cuando le toca actuar como solista, abandonar su zona de influencia y percutir desde la media-larga distancia. D'or Fischer es, por contra, heavy metal. Explosión de decibelios. Doble bombo rotundo, riffs espídicos por encima del aro, gritos a los cuatro vientos, puños apretados y actitud desafiante para minar la moral del adversario. Una pantera de movimientos felinos y pies alados que le permiten levitar más que nadie para provocar un eclipse completo a los interiores rivales. Un reboteador sobresaliente y un taponador cum laude que en ataque no solo atina desde la media distancia, sino que posee una capacidad innata para conectar con los que le rodean, para generar y repartir juego.
Orquesta sinfónica y heavy metal tienen un mejor maridaje de lo que a priori se puede presumir. Son polos opuestos que se atraen, llegando a complementarse. En la música ya lo demostraron Metallica, uniendo su talento al de la Sinfónica de San Francisco, o Scorpions, solapando sus acordes al virtuosismo de la Filarmónica de Berlín. La zona bilbaina también vivió ayer de esta perfecta simbiosis, pues fue la fiereza de Fischer y el talento de Banic los que obligaron a hincar la rodilla a un FIATC Joventut más batallador e incisivo de lo que se podía esperar en el guión. Estadounidense y croata tuvieron que actuar en sus mejores registros para empaquetar una victoria que se hizo de rogar. Parecía que los hombres de negro podían romper el duelo en el momento que se lo propusieran, que bastaba con pisar a fondo el acelerador para que el rival se perdiera a lo lejos en el espejo retrovisor, pero tanto se demoró la resolución que los verdinegros llegaron con opciones a los segundos finales, en los cuales la veteranía de los Fischer, Banic y Mumbrú acabó siendo decisiva. Tan ajustado fue el desenlace que el Bilbao Arena no pudo respirar tranquilo hasta que Marko convirtió a nueve segundos del final un lanzamiento lateral de cinco metros que colocó el 76-72 en el luminoso.
En un interesante choque de estilos, Katsikaris y Maldonado siempre tuvieron claro por qué parámetros debía moverse la contienda para explotar sus opciones de victoria. La pizarra del griego ordenaba zafarrancho de combate en las cercanías del aro, abastecimiento de balones para Fischer y Banic y juego al poste de los Mumbrú y Grimau. Por contra, las flechas y diagramas del catalán invitaban al bombardeo lejano, algo evidente teniendo en cuenta que cada incursión de sus tropas en la zona bilbaina era repelida por Fischer, autor de 12 puntos, 14 rebotes y seis tapones. Por ello, los verdinegros basaron su numantina resistencia -el Bizkaia BB mandó casi siempre en el marcador, pero no consiguió distanciarse lo suficiente para respirar con tranquilidad- en su juego exterior, con Derrick Obasohan en estado de gracia desde la línea de 6,75 -anotó cinco de los seis triples que lanzó- y las aportaciones puntuales de los Jelinek, Van Lacke, Jeter y Oliver.
SIN DESPEGUE Con mucha suficiencia, quizás excesiva en algunos compases de la contienda, el Bizkaia BB se mostró cómodo en pista y parecía no tener prisa para finiquitar el asunto. Janis Blums tuvo tiempo para reencontrarse con su tino desde la larga distancia, Aaron Jackson rompió un par de cinturas y hasta Tomas Hampl tuvo su momento de gloria. Todo parecía envuelto por una extraña nebulosa, como si el triunfo ya estuviera sellado ocurriera lo que ocurriera en cancha, hasta que dos triples de Obasohan despertaron de golpe y porrazo a todo el Bilbao Arena a 5:47 del final. 63-64 para el Joventut. Alarma.
Sin darse casi ni cuenta, el Bizkaia BB había jugado con fuego, pero no estaba dispuesto a quemarse. Banic asumió los galones de líder y, con un dos más uno y una canasta de media distancia marca de la casa, lideró un parcial de 9-0 en el que también influyó el paso al frente dado en la parcela defensiva. Pese al 72-64 adverso, los de Maldonado no se vinieron abajo, sino que aprovecharon un par de errores de bulto de los anfitriones -dos tiros libres seguidos fallados por Blums y un balón regalado tras capturar el rechace- para volver a echar su aliento en el cogote bilbaino. 72-70. El fantasma de lo ocurrido siete días atrás en Alicante ante el Lucentum se le apareció a más de uno. Y de dos.
Pero esta vez los hombres de negro no tropezaron dos veces en la misma piedra. Mumbrú, notable durante todo el acto final, pidió el balón, se la jugó al poste y dio aire a los suyos a 40 segundos del final, pero Jeter respondió con firmeza desde la línea de tiros libres. La siguiente jugada era vital... y Banic no defraudó. Engatilló desde cinco metros a nueve segundos del final y sentenció el duelo. Fue el punto culminante de su sinfonía -anotó nueve de sus 20 puntos en el último acto, además de robar dos balones vitales-, dando continuidad al bestial concierto heavy ofrecido con anterioridad por su compinche Fischer. Marko y D'or, un maridaje que ha ofrecido muy buenos resultados esta semana. Ojalá que todavía les queden todavía muchos bises en el repertorio, ya que dos teloneros de lujo como Axel Hervelle y Dimitrios Mavroeidis están a punto de volver a subirse a las tablas para formar un cuarteto de lujo.