BILBAO

Un tumor cerebral ha acabado con la vida de Severiano Ballesteros (Pedreña, 9-IV-1957/7-V-2011), su malignidad minó la fuerza de este genio irrepetible del golf que exprimió sus dones hasta la última gota y que libró desde octubre de 2008 su batalla más dura. Desde las cantábricas aguas de Pedreña surge el recuerdo de una modesta familia -era el cuarto y último varón- que llevaba en sus genes la suavidad del mejor swing europeo de un deporte que puso en el mapa. Hijo de jardinero y sobrino de Ramón Sota -uno de los mejores golfistas del Viejo Continente en la década de los 60-, enseñó a ganar y a vibrar educando en la victoria y en la derrota, de ahí el incondicional amor que siempre le profirió el público anglosajón.

Cuentan que en su villa y con un hierro tres que le había regalado su hermano Manuel, Seve comenzó a crear e inventar golpes marca de la casa. Un golfista de leyenda que con tan solo diez años en su primer torneo de caddies hizo 51 golpes en 9 hoyos, y con 13 años ya hacía vuelta de 65 golpes. Y aunque el club de golf se encontraba a solo 100 metros de su casa no lo tuvo fácil para practicar la especialidad que tanto amaba. Todo para cumplir su gran sueño: ser profesional y emular al que fue su primer gran ídolo: Gary Player. Aquello se hizo realidad el 22 de marzo de 1974, momento a partir del cual experimentó una espectacular progresión que le consolidó en 1976 como una de las más firmes promesas. En aquel Open británico disputado en Royal Birkdale, compartió honores con el legendario Jack Nicklaus y Johnny Miller, terminando segundo y asombrando al mundo con su calidad y la precisa mirada, clara y noble, de un golfista que con ella hacía viajar a control remoto la bola. Nos guió con su talento por las calles del Masters de Augusta de Georgia, el US Open, el British Open de St Andrews y el campeonato de la PGA. Aquellos recovecos en los que consiguió sus dos chaquetas verdes (1980 y 1983) y sus tres Open Championship (1979, 1984 y 1988), además de un envidiable y prolijo palmarés. Nada más y nada menos que 87 títulos sobre sus hombros y su castigada espalda, la misma que en julio de 2007 le obligó a tomar la que según sus propias palabras constituyó la decisión más dura de sus cincuenta años de existencia: abandonar el circuito que le había convertido en un deportista privilegiado y una persona inmensamente feliz.

su retirada No existe una relación causa-efecto demostrable, pero esa dolencia le alejó de competir en igualdad de condiciones, como evidencia que ganara su último torneo en 1995, el Abierto de Madrid. Su adiós coincidió además con un suceso dramático que vino a trastabillar su camino en la primavera de 2007. Su novia Fátima Galarza, de 29 años, falleció el 15 de marzo en un accidente de circulación. Tras el amargo episodio, Ballesteros agarró los palos y puso rumbo al Regions Charity Classic, que se jugaría en Birmingham, Alabama, su última estación. Eligió un lugar emblemático para comunicar su retirada: el campo escocés de Carnoustie, el mismo en el que jugó un chaval de 18 años, salvaje, su primer British. "Me he sentido muy superprotegido por el público británico. Muchas gracias, pero ahora he comprendido que tengo otras prioridades: mis amigos -incluida su exmujer Carmen Botín O'Shea, hija del presidente del Banco de Santander-, mis tres hijos -Baldomero (1990), Miguel (1992) y Carmen (1994)-, mi vida privada, mis negocios -su empresa Amen Corner, dedicada a la organización de torneos y construcción de campos-. Quiero disfrutar de la infancia y la juventud que no he tenido", dijo en un nostálgico discurso.

Fue carismático como nadie con su tímida y resplandeciente sonrisa, con el atractivo de una estrella del celuloide, capaz de golpear la bola desde sitios imposibles y de revertir lo que parecía un desastre seguro en un par o incluso un birdie. Orgulloso de sus capacidades como los grandes, inspiro a los Txema Olazabal, Sergio García y tantos otros. Todo un pionero, el primer europeo en ganar el Masters cuando venció en Augusta en 1980, lo que impulsó una serie de éxitos con las victorias de Bernhard Langer, Sandy Lyle, Nick Faldo, Ian Woosnam y el cosechado por el de Hondarribia. Hizo de la Ryder su cruzada personal, seguro de noquear a los estadounidenses, en cuyas tierras no le gustaba competir. Cuando Europa perdió por un punto en 1983, reprendió a sus compañeros de equipo: "¿Por qué os habéis quedado todos pasmados?", gritó. "¿Qué os pasa? Ha sido un gran triunfo, un grandísimo triunfo. Esto demuestra que podemos derrotarlos. Tenemos que celebrarlo". No en vano, atrajo dinero y patrocinadores. Hace seis años, Seve reflexionó sobre sus días de gloria: "Tuve una carrera maravillosa y una vida maravillosa", afirmó. "Tengo salud, tengo una gran familia y disfruto de un buen estilo de vida. Mi era ha acabado pero fui el Tiger (Woods) de mi época".

la batalla más dura Pero el roble vio cómo se le torcían las ramas el 6 de octubre de 2008, cuando se desvaneció en el aeropuerto de Barajas. Tras algunas convulsiones y recuperada la consciencia, Ballesteros llamó al teléfono móvil de su sobrino, Iván, con quien había quedado para comer carne en un restaurante argentino, para que pudiera recogerle tras lo sucedido. "¡Señora, tranquilícese, que no me pasa nada!", le espetó a una mujer que se interesó por él en aquel revuelo. La escena se reprodujo entre plato y plato, y fue ingresado en el hospital de La Paz. El diagnóstico fue muy claro tras la batería de pruebas neurológicas: tenía alojado en el cerebro dos tumores del tamaño de dos pelotas de golf, que enseguida se revelarían como malignos. Desde entonces, 72 días en el centro, cuatro operaciones a vida o muerte, y sesiones de quimioterapia, radioterapia, recuperación y ejercicios de reeducación, volcado también en la Fundación que lleva su nombre, nacida para ayudar a la lucha contra los tumores cerebrales.

"No quiero que la gente sienta pena por mí, mucha quizás lo haga o incluso llore pero yo realmente me siento una persona muy afortunada, creo que he vivido tres vidas más que alguien normal", señalaba Ballesteros en sus caminatas diarias que incluían sesiones de pesas para sentirse fuerte… Hasta hace unas semanas en las que él mismo se percató de lo que se avecinaba, y así se lo hizo saber a su entorno más cercano. "Era como ver una obra maestra. Todo el mundo contenía la inspiración cuando jugaba", coinciden sus compañeros. Ayer, a las 2.10 horas de la madrugada, todo ese mundo que él edificó empezó a llorar su pérdida.

Su funeral se celebrará el próximo miércoles, a las 13.00 horas, en la iglesia parroquial de San Pedro, en Pedreña. Por voluntad del propio Ballesteros, el velatorio con sus restos mortales quedó instalado en su domicilio, pero en la más absoluta intimidad, y no habrá entierro. "Seve será incinerado en un acto con la mayor intimidad posible y en un lugar del que nadie tendrá conocimiento. Este fue su deseo expreso. Sus cenizas permanecerán en su finca, en su casa de Pedreña", informó la familia. Fue el golfista que todos querían ser. "El más creativo que ha dado este deporte", según Tiger Woods. A juicio de Nick Faldo: "El Circo del Sol: pasión arte, coraje y drama".