bilbao. El Comité Ejecutivo de la FIFA decidió ayer en su sede de Zurich otorgar la organización de los mundiales de 2018 y 2022 a Rusia y Catar, respectivamente, en una decisión sin duda muy controvertida. Ambos países, el más extenso del planeta el primero y un pequeño trozo del desierto arábigo junto al golfo Pérsico escasamente poblado el segundo, tienen en común tres cosas: que nunca han organizado un Mundial, su enorme poder económico y los peores informes redactados por la propia FIFA para organizar el gran evento futbolístico.
La Candidatura Ibérica, que albergaba muchas esperanzas de ser designada para el Mundial 2018, así como la de Estados Unidos, que también tenía fundadas aspiraciones de llevarse el de 2022, se llevaron la mayor decepción de la tarde. También Inglaterra, más que nada porque no pasó de la primera criba.
La comprometida decisión de la FIFA, que necesitó dos votaciones para determinar el organizador de 2018 y cuatro para el de 2022, echó por tierra la utilidad de la comisión de evaluación de la propia FIFA y su informe, así como las presentaciones previas a la elección.
Rusia, la única candidata a 2018 a la que la evaluación de FIFA reprochó un alto riesgo en transporte por sus aeropuertos y conexiones internacionales, la que menos oferta de entradas presentaba (3.141.000) y la que más estadios debe construir, 13 nuevos de los 16 que propone, las grandes distancias entre las sedes, que obliga a usar o el avión o trenes de alta velocidad que no existen, se impuso a los sólidos proyectos de Inglaterra y la Candidatura Ibérica.
La FIFA infligió su particular castigo a la candidatura de Inglaterra. Los únicos dos votos que recibió fueron la respuesta a la campaña desplegada por la prensa inglesa para airear corrupciones dentro de esta organización y que obligó a ésta a suspender a dos miembros de su ejecutivo. Las caras del príncipe Guillermo y de David Bekcham al abandonar el auditorio Messezentrum, donde el presidente de la FIFA, Jospeh Blatter anunció las sedes, lo decían todo.
La conjunta de Bélgica y Holanda, a las que se daba por eliminada en primera ronda, pasó a una segunda votación en la que curiosamente perdieron dos de los apoyos que captaron de inicio y que se fueron a Rusia para lograr una mayoría suficiente y evitar así una final frente a España-Portugal.
el chasco luso-español Trece votos para Rusia, 7 para España y Portugal y 2 para Bélgica-Holanda, concedieron a Rusia su reto de llevar hasta allí el Mundial y confirmaron que Joseph Blatter, dispuesto a abstenerse, ejerció finalmente su derecho al voto secreto.
La Candidatura Ibérica, que había calculado ocho votos de inicio, perdió uno en el camino. El buen informe de la comisión de evaluación, el fuerte respaldo institucional con los dos presidentes de Gobierno presentes en Zúrich y el aval de tener los mejores estadios e infraestructuras, sin apenas inversión, no sirvió de nada.
Tampoco valió para los votantes de FIFA la familiaridad con su colega Ángel María Villar, el principal eje del proyecto. Les arrancó un aplauso horas antes cuando defendió en voz alta su honestidad, pero no les hizo cambiar un voto predestinado a buscar nuevas experiencias.
Los aplausos que la delegación rusa arrancó después cuando el viceprimer ministro invitó a "derribar otro muro" simbólicamente con la celebración del Mundial y cuando Yelena Isimbayeba relató su currículum de récords en pértiga y reconoció que la encanta el fútbol hicieron augurar un buen desenlace confirmado horas después.
Aunque la ausencia del primer ministro ruso Vladimir Putin en Zúrich sembró dudas sobre las posibilidades de su país, a la postre ha servido para confirmar la justificación que dio para ello en que no era necesario viajar porque ya estaba todo decidido.
Después de oficializarse la victoria de Rusia, Putin anunció que viajará hoy a Zúrich para ofrecer una rueda de prensa en el Messezentrum de Zúrich esta misma noche.
la exótica catar El desenlace de la pelea por 2022 también tiene una polémica de largo alcance. La FIFA sigue siendo arisca con Australia, el único continente que aún no ha organizado un Mundial, eliminada en la primera votación. Desoyó la petición de Japón y Corea -coorganizadores en 2002- y en la final entre Estados Unidos y Catar apostó por el exotismo. Las luces rojas de alto riesgo que mereció el modelo catarí (operativo general, altas temperaturas e instalaciones para equipos); su cumplimiento casi al límite con la exigencia mínima de 12 estadios (9 nuevos) y su menor oferta de sedes (7) y entradas (2.869.000) se han quedado en pequeños inconvenientes. La FIFA, sin duda, ha atendido más a otras razones.