Duración 73 minutos.

Saques 4 de Berasaluze VIII y 4 de Bengoetxea VI.

Pelotazos 629 pelotazos a buena.

Tantos en juego 7 de Berasaluze VIII, 3 de Apraiz, 7 Bengoetxea VI y 1 de Patxi Ruiz.

Errores 4 de Berasaluze VIII, 6 de Apraiz, 2 de Bengoetxea VI y 2 de Patxi Ruiz.

Marcador 1-1, 2-1, 3-2, 4-2, 5-3, 6-5, 9-6, 10-6, 10-7, 11-10, 12-11, 13-16, 15-17, 16-17, 16-18, 17-18, 18-19 y 18-22.

Incidencias Buena entrada en el Ariztabalde de Zarautz.

bilbao. Cerrada la puerta del ataque, a Oinatz Bengoetxea y Patxi Ruiz solamente les quedaba abrir las ventanas de la defensa. Comenzaban dubitativos, sin fuelle, varados en un mar de impotencia. Eran sus rivales, Pablo Berasaluze y Alexis Apraiz, su espejo. Tampoco se encontraban. Solamente el genio de Berriz lograba encarrilar desde el principio su nervio. Inició con un saque para dar soberbia a su actuación. La primera en la frente.

En el bando azul, magníficos en las labores defensivas en el último torneo de San Fermín, la coordinación para fortificar la pareja tampoco funcionaba. Fruto del cansancio, del calor o de las dos cosas, ni los unos ni los otros llegaban a la excelencia. Sin embargo, los tantos se sucedían duros, trabajados. Apelaban a la fortaleza física los contendientes, para salvar la papeleta y optar al billete para la final.

En el bando colorado, el delantero de Berriz se cuadraba ante el choque se le venía encima. Además de cuajar el primer tanto con un soberbio saque, un gancho al ancho comenzaba a coser las primeras diferencias. 3-1 con un Pablo entregado a la batalla. Oinatz estaba agazapado, encontrándose, buscando nuevos mimbres para su juego. En los cuadros traseros, Patxi Ruiz reventaba la pelota en pos de evitar al delantero vizcaino y destrozar el físico del zaguero gernikarra. Éste, por su parte, se afanaba en afinar los tantos, en relanzar a su delantero, que soberbio volvía a sobreponerse para cruzar de nuevo con un gancho el cuero y aumentar las diferencias.

Los azules parecían dormidos. No terminaban de acoplarse. No veían la luz. Pero, con unos rivales que tampoco metían la quinta marcha, la defensa los metió en el partido. Les abrió la primera ventana el zaguero rival, Apraiz, al que cuando se le empezó a acumular el trabajo claudicó, poco a poco, hasta perder el sitio en la cancha. Y es que los colorados seguían aumentado las distancias, pero no terminaban de materializarlas para colocar un buen cordón de seguridad al partido. Virtud, también, de los adversarios que no cejaban a la hora de imprimir dureza al encuentro.

Al cumplir la primera decena decayó la química entre Pablo y Alexis. Seguían vivos los rivales y buscaban venganza. Al caer los pulmones colorados, las ventanas que parecían cerradas para los azules se abrieron de par en par. Endurecieron los dientes para sufrir. Apraiz lo notó hasta desfondarse.

Oinatz, por su parte, comenzó a alargar su sombra. Crecía. Ruiz le secundaba. El de Leitza empezó a tejer una fina telaraña sobre sus rivales, Berasaluze VIII combatía con bastante acierto, pero se cernía la remontada sobre su nuca, basada irremediablemente en la filosofía de sacrificio y pulmón de la pareja rival. Los vizcainos atacaban sobre una muralla difícil de tumbar, asimismo, en los cuadros alegres Bengoetxea le cogía gusto al cuero. De esta manera, la brecha caía de modo brutal. Oinatz unía saques con dejadas. "¡Están vivos!", parecían decir sorprendidos los colorados. Así, desconcertados por la nueva condición, empezó la sangría hasta la rendición total del dúo vizcaino, quien peleó hasta desfondarse, pero acusó no haber matado a tiempo a sus contrincantes.