NO sé si sé el camino, pero ahora tengo más experiencia". Diez años de vida en el profesionalismo, debutó el 25 de junio del 2000 en el Astelena de Eibar, le dan a Yves Sallaberry, Xala, para una frase abierta que apuntala la inteligencia del que duda; una década comprimida en una reflexión de trazo filosófico, profunda en el contenido aunque simple en el enunciado, minimalista en el trazo. Es sencillo el lekuindarra en lo estético, humilde en la verbalización, aunque complejo, hondo y rico en el pensamiento. De él, del escondite de su memoria, remendada a retales que balbucean imágenes, sonidos, olores... trata de hilvanar con fórceps los recuerdos que se le acumulan en la cuneta de una andadura extensa, quebradiza, ciclotímica. Diez años en el camino. "Y me quedan diez más", lanza Yves después de probarse en el Ogueta de Gasteiz, donde el próximo domingo disputará su segunda final del Manomanista ante Martínez de Irujo, el mismo rival que le descabalgó de la gloria en 2004. Tan solo cinco días después de tan solemne acto el lekuindarra cumplirá una década en la profesión, una mojón biográfico que desconoce, como si no fuera con él. "No lo sabía", dice Xala, demasiado preocupado en lo esencial como para distraerse con los detalles.

Con su barba de asceta, su cosmética austera, Yves se frena antes de hablar, sopesa lo que quiere decir con algunas pausas enormes, transcendentes por prudentes, no por pretenciosas. A trompicones desanda el trayecto que inició un 25 de junio en el Astelena de Eibar "un frontón al que le tengo mucho respeto", apunta reverencial Xala. De aquella tarde catedralicia en la que jugó el tercer partido se le difumina la escena. "Sé que mi zaguero fue Irigoien y que jugué en la delantera contra Berasaluze VII. No recuerdo quién era su zaguero, pero sé que ganamos el partido". El lekuindarra alcanzó el profesionalismo desde el taller de Pampi, orfebre de la pelota de Iparralde. "De él lo aprendí casi todo. Cómo entrar de gancho, cómo trabajar con tesón...". En aquella época pretérita, los ojos de Xala, absorbentes, atentos, aplicados, se colgaban del televisor en una suerte de Síndrome de Stendhal, una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza. "Cuando veía jugar a pelotaris como Titín, Beloki, Eugi o Aimar para mí eran intocables. Eso es lo que más me marcó, nunca pensé que podría llegar a jugar contra ellos. Pero cuando pude hacerlo e incluso ganarles, me hizo mucha ilusión", radiografía el manista lapurtarra, un intocable más, que se distinguió inopinadamente en el Parejas de 2002 -había sido subcampeón del Manomanista de segunda el curso anterior- en el que alcanzó el título junto a un formidable Oskar Lasa, zaguero guía por aquel entonces. "Yo era muy joven, tenía 22 años, y la gente decía que no estaba preparado, pero con Oskar, que hizo un grandísimo campeonato, fuimos capaces de ganar".

dos finales individuales Marcado por su fisionomía, por un físico más menudo y de una cilindrada menor, Yves se encuentra más cómodo acompañado que en solitario sobre la cancha. "Me resulta más fácil jugar a parejas, ahí creo que siempre he mantenido un nivel. Mano a mano he sido más irregular, me ha costado mucho más". Y eso que su primer impulso resultó excelente. "En 2004 hice un campeonato muy bueno en el Manomanista. También hubo liguilla en semifinales. De aquel año recuerdo el partido que le gané a Aimar, fue un gran día para mí". El triunfo sobre Olaizola II le situó en la final del torneo, en la que se batió en duelo con Martínez de Irujo. "Fue triste perder. Del partido no me acuerdo nada, sólo que estuvimos 10 iguales, y que él se fue. Bueno también me acuerdo del ambiente. Había más ruido que en la final del Parejas".

El eco del juego de Xala transcendió más allá de las gargantas que vociferan en las gradas y en la siguiente campaña se personó en la finalísima del Cuatro y Medio ante Aimar Olaizola en diciembre de 2005. "Cuando te quedas en cinco… no tuve mucha suerte en aquel partido, aunque recuerdo que en aquel torneo gané a Titín. Fue un buen campeonato, pero en la final no di el nivel". El tránsito de Xala, intachable hasta entonces, fluido, expansivo, se paralizó, suspendido en las luchas individuales. Gripado, se quedó varado en el arcén con las luces de emergencia emitiendo señales preocupantes, incapaz se sobreponerse a las exigencias del mano a mano, que requieren de un sacrifico extra y una completísima puesta a punto para descollar. "Es que tengo que tener tiempo para preparar el mano a mano. Necesito dos o tres semanas y un partido para adaptarme. A mí la confianza me la da estar bien físicamente y tener tiempo para entrenarme bien", considera el lekuindarra, atenazado por diversos problemas físicos que le situaron en un escenario de zozobra. "En el mano a mano una pequeña complicación, un detalle, te lo jode todo, hay que estar al 100% y todos los años no se puede. Además, a veces estás al 100% y el otro te gana. Sólo pelotaris como Irujo y Aimar están siempre bien en el mano a mano. Yo tengo que estar muy a punto para jugar", se defiende el lekuindarra, firme por parejas (campeón en 2007 con Eulate y en 2010 con Zubieta), renqueante y decepcionante, empero, en debates individuales.

xala toca fondo Resultó estrepitosa su derrota ante Saralegi en la jaula de 2008 y la empresa le exigió una reflexión. "Fue un momento malo, no estaba bien. Los periodistas hablaron de aquello, pero nunca se sabe realmente cómo estamos. Me hizo daño que hablaran así de mí, pero bueno, cuando se habla bien tampoco me hace tanta ilusión", expone Xala, que no oculta que "en parejas tengo más costumbre de llegar a las finales. En el mano a mano estaba un poco perdido en la preparación y así es muy complicado llegar a una final". Tanto que han transcurridos seis calendarios hasta que el delantero de Iparralde ha asomado a semejante vergel tras recorrer varios desiertos en los que Pampi Ladutxe, su descubridor, amigo, consejero y protector, se descolgó de Yves. "Hacia ya muchos años que entrenaba con Pampi, y al final, no sé, quizá tenía que cambiar un poco…", apunta Xala, que desde el invierno perfila el físico bajo las directrices de Justo Lillo, preparador físico de Aspe. Cree Xala que la falta de cultura manomanista ha jugado en su contra porque "en Hegoalde juegan desde los 16 años mano a mano. Yo empecé con 21 años y los jóvenes de aquí con 17 ya disputan finales. Están más hechos".

Entiende el delantero lekuindarra que su renacimiento para el Manomanista, -en el que siempre tuvo fe porque "sabía que si me prepara podía hacer cosas bonitas y al final ha salido. Igual había dejado un poco la musculación, pero trabajando sabía que volvería al primer nivel"-, se debe a un reforzado físico, un sistema de competición (partidos cada 15 días), que ha optimizado su despliegue porque su cuerpo se adapta mejor, -"la liguilla te da más oportunidades", concede, Xala- y a la madurez. "Ya tengo 30 años, y creo que siento el cuerpo mas fuerte que con 20 ó 25 años. Siento más madurez en el frontón, el cuerpo aguanta, físicamente también aguanto. Si estas bien del todo estás mejor de cabeza y no te sales del partido. Me siento más pelotari. La vida me ha enseñado que hay que aprovechar los buenos momentos como éste y con trabajo puedo seguir así. Creo que me quedan 10 años más".