bilbao. En la salida de la última etapa de la Tirreno-Adriático, la carrera entre los dos mares que hace de antesala de la Milán-San Remo, La Gazzetta dello Sport reunió en un bodegón de músculos a todos los ganadores en activo de la Classicissima. Posaron Óscar Freire (2004 y 2007), Alessandro Petacchi (2005), Filippo Pozzato (2006), Fabian Cancellara (2008) y Mark Cavendish (2009). "Y yo era el único que la había ganado dos veces. Eso quiere decir que no se me ha dado mal esta carrera y que, probablemente, sea uno de los favoritos para ganarla de nuevo", dice el cántabro, un ciclista atípico, precursor en la conquista de un ciclismo, el de las pruebas de un día, despreciado a este lado de los Pirineos. "Yo abrí los ojos a otros ciclistas". Hoy Freire aspira a acrecentar su leyenda ganando su tercera Milán-San-Remo, como Coppi, como De Vlaeminck, una carrera que conoce como nadie, que no contará con el estruendo mediático de Lance Armstrong por una gastroenteritis y en la que Koldo Fernández de Larrea es la opción vasca más consistente.

Dicen que cuanto menos se sepa de Óscar Freire antes de una gran cita...

Muchas veces no me cuentan entre los favoritos. Pero en esta Tirreno-Adriático todo el mundo ha visto quién está para luchar por la victoria y quién no.

En la Tirreno-Adriático, la antesala de la Milán-San Remo, usted no ha asomado, pero tampoco lo hizo en 2007, cuando logró su segunda victoria en la Classicissima

No, entonces no conseguí ninguna victoria de etapa, cuando normalmente siempre lo había hecho. No gané, pero sabía que estaba bien, que muchas veces era la propia situación de carrera la que no me permitía estar delante. Este año, por ejemplo, era consciente de que la última etapa era propicia para acabar al sprint, pero no me metí. Fue por seguridad. Tan cerca de la San Remo no merece la pena arriesgarse por conseguir una etapa en la Tirreno-Adriático, donde ya tengo muchas victorias. A veces hay que tener claro cuáles son los objetivos. El primero de esta temporada para mí lo afronto ahora.

Antes de la Tirreno una pequeña gripe le traía de cabeza. ¿Llega bien?

Es cierto. Al principio no sabía ni si iba a correrla. Seguramente, si no estuviese la Milán-San Remo en estas fechas, no habría salido en la Tirreno. Me recuperaba de una gripe y el primer día lo pasé mal porque me quedaban secuelas. Pero después me recuperé, y en la última etapa tenía buenas sensaciones que me dan pie a pensar que puedo ganar mi tercera Milán-San Remo.

Usted no suele engañar. Cuando dice que está bien...

Pero en una carrera como ésta, muchas veces no se sabe quién puede disputar, quién llega bien al tramo final. Mismamente, una mala posición te puede eliminar aunque estés con fuerza. Pero sí, mi condición física es como para ganar. Si no lo hago no será porque no esté bien, sino porque no se da la situación que yo espero.

La Milán-San Remo es una carrera previsible: o la revienta alguien en el Poggio, algo improbable, o acaba al sprint.

Normalmente es así. Lo que pasa es que este año es posible que llueva. Eso la va a hacer diferente. Nunca he disputado una San Remo lloviendo. He corrido ocho o nueve veces y en ninguna ha habido agua. Sólo una vez, pero únicamente en el descenso de Turchino. Y hubo muchas caídas. Si se llega a la Cipressa con lluvia... Entonces habrá que olvidarse del sprint y pensar que van a llegar muy pocos corredores con opciones.

Paolo Bettini se tomaba la San Remo como una partida de ajedrez. Trataba de adelantarse a los acontecimientos, de estar preparado para cualquier situación que aconteciese durante los 300 kilómetros de la carrera. Usted, en cambio, sólo tenía una cosa en mente: la última curva, los últimos 700 metros.

Paolo sabía que llegando al sprint iba a ser difícil que ganara. Tenía que atacar, que buscarse la vida antes. Probó a hacerlo en uno y otro lado, y sólo le dio resultado una vez. Para mí no hay otra obsesión que la parte final, que tener una buena posición en la llegada. Aunque está claro que para optar a eso hay que saber dónde hay que situarse en cada momento.

Dice que en Tirreno ha podido saber quién está bien y quién mal.

De llegar al sprint, Boonen y Petacchi son los rivales, son los que están mejor; el Liquigas, como bloque, es el que más fuerte, y también hay corredores que no tienen opción al sprint y que van a probar de lejos, en la Cipressa, como Garzelli o Scarponi. O alguno del Diquigiovanni. Pero es difícil que alguien se vaya, que se evite el sprint. La única forma de hacerlo es endurecer la carrera antes de la Cipressa, pero dudo que algún equipo lo pueda conseguir.

Tiene 34 años, ya no es un chaval. ¿La pasión la mantiene intacta?

Sí, sí. Mira, para mí la segunda San Remo que conseguí (2007) fue una de las victorias más importantes de mi carrera. Y ocurrió sólo hace tres años. Me hizo muchísima ilusión. No sé por qué razón, pero creo que tiene que ver con que no pierdo la pasión por esto. Ni por el ciclismo ni por la San Remo. Quizás sea porque siempre he estado muy relacionado con los corredores italianos. Soy consciente de lo importante que es ganarla. Además, es la primera gran clásica. Y una de las más accesibles para mí.

¿Mira Freire atrás en el tiempo y siente nostalgia?

Sí, sí. Miro el póster del Vitalicio que se hizo el primer año (1998) y compruebo que no queda ninguno, sólo yo, ni siquiera Pedro (Horrillo), que ya no corre este año por la caída del Giro. Eso quiere decir que han pasado muchos años. Pero físicamente me encuentro mejor que en las primeras temporadas de profesional. No tengo ningún problema de salud y me resulta mucho más fácil correr. Tampoco tengo nada que demostrar, aunque siempre se carga uno de presión y responsabilidad. Durante mucho tiempo he conseguido victorias y sé que puedo seguir haciéndolo. No me preocupa tener 34 años.

Cuentan que cada vez le cuesta menos esfuerzo andar en bicicleta.

(Ríe) Cada vez tengo más experiencia. Conocerse uno mismo tiene un gran valor. Ahora se lleva mucho lo de los corredores que pasan y tienen preparadores, médicos... Y ni siquiera saben lo que deben entrenar ni se conocen ellos mismos. Es un gran error. Por mucho que te aconsejen, uno tiene que saber lo que debe entrenar, comer, lo que le va bien o mal... Ahora, muy pocos ciclistas se guían por sensaciones y se entrenan por su cuenta. Es la diferencia que puede haber entre los corredores de dos épocas diferentes. Los que llegan se dejan guiar. No son ellos mismos.

Dicen que sin las lesiones que le han atormentado, usted habría sido mejor ciclista.

Habría conseguido más victorias porque habría corrido más carreras. Pero todos los ciclistas tienen problemas. Yo he tenido lesiones, pero, afortunadamente, no he tenido caídas graves.

¿Se puede ser mejor que tres Mundiales, dos Milán-San Remo, cuatro etapas del Tour, siete de la Vuelta...?

Muchos piensan que sólo soy los tres Mundiales, nada más. Es injusto. He ganado muchas carreras y todas exigen esfuerzo y sufrimiento. Sin ir más lejos, he logrado etapas en la Tirreno-Adriático donde se concentraban más y mejores esprinters que en el Tour de Francia. Eso quiere decir que muchas veces cuesta más ganar una carrera que no es muy popular. Conseguir victorias durante todos mis años de profesional... Hay pocos ciclistas en activo con una trayectoria tan larga que puedan decirlo.

La mejor definición de Óscar Freire es decir que es, simplemente, "único".

(Ríe). Un poco diferente igual sí, único... No lo sé. He sido un corredor atípico. Cuando nadie confiaba ni apostaba por las pruebas de un día, yo seguía mi camino. Sabía que mi carrera no iba por las vueltas de una semana ni las grandes. Así, fui el que abrió los ojos a otros ciclistas. Y a equipos que se han ido interesando por las carreras de un día.

Óscar Freire es un deportista de dos caras: dicen que despistado y absorto cuando no está encima de una bicicleta y tremendamente inteligente y ágil cuando se coloca un dorsal.

Para compensar una cosa tienes que perder de la otra. Cuando no corro yo me siento relajado, despreocupado... Entiendo que en esos momentos no tengo ninguna responsabilidad. Sin embargo, cuando estoy corriendo sé que es mi trabajo, que he dedicado toda mi vida a eso y que tengo que hacerlo bien. Estar al cien por cien concentrado en carrera es importante. He aprendido mucho a lo largo de los años. Sobre todo de los errores. Siempre me he dado cuenta de los que he cometido. Y eso es importante en el deporte. Saber cuándo y por qué te equivocas y no volver a hacerlo. Creo que muchos corredores no se dan cuenta de eso.

¿A qué se refiere?

A lo que he dicho antes. Los ciclistas de ahora se dejan guiar por la radio y cuando llega el momento de tomar una decisión esperan a que el director les diga lo que tienen que hacer. Está bien, pero muchas veces desde el coche no se sabe nada sobre lo que está pasando en la carretera.

¿A Freire le queda algo por ganar?

Siempre hay carreras por ganar. Toda mi carrera he luchado por conseguir diferentes clásicas. Hablo de Amstel, Flecha, Lieja... He estado cerca de los que las han ganado, pero siempre por detrás y nunca con la posibilidad de disputar la victoria en el tramo final. Ha habido un par de veces que igual por estar en un equipo extranjero no he tenido la oportunidad de ganar en Lieja. En Rabobank estaba Boogerd, y el equipo se volcaba con él. Era así. Lo entiendo. No tengo queja. A Rabobank le debo mucho porque es el equipo que más ha confiado en mí. Pero si en alguna carrera hubiesen apostado un poco más por mis posibilidades...

¿Y el maldito cuarto Mundial?

Más que yo, lo desea todo el mundo. Llevo cinco Mundiales sin ganar (desde Verona 2004) pero la situación que ha habido en los últimos años no tiene nada que ver con los primeros. Al principio, estaba claro que yo era el único líder. Se trabajaba y yo respondía. Luego estuve dos años ausente por las lesiones y cuando volví me encontré un equipo con muchos líderes. Desde entonces no hemos ganado. Puede ser un error el no seguir apostando por un ciclista concreto. Es lo que primero hacía Italia y ahora hacemos nosotros. Y ahí están los resultados para dar y quitar razones.

No le obsesiona el cuarto Mundial, ¿pero le frustraría retirarse sin conseguirlo?

No, no, para nada. Cuando empecé tampoco pensaba que iba a ganar un Mundial. Mucho menos, tres. Creo que independientemente de si gano el cuarto o no, no me sentiré frustrado ni mi carrera será un fracaso. He conseguido mucho y lo valoro.

¿Cuántos años se da para ganar el cuarto Mundial?

No sé. Siempre llega un momento en el que hay que dejarlo. Físicamente estoy para rendir más años, pero el ver que llevas tanto tiempo, que has conseguido muchas cosas... No quiero llegar al momento en el que no tenga ganas de correr ni ambición. Lo dejaré antes de eso. El año pasado, por ejemplo, estuve pensándolo y me dije que éste sería el último.

Luego se retractó.

Sí. Lo medité al final de año y me dije que tenía que seguir, al menos, hasta 2011.

¿Por vértigo a afrontar una nueva etapa en su vida?

No. Soy consciente de que eso está ahí, de que la jubilación es una decisión que todos los deportistas tienen que tomar alguna vez. No me resulta traumático.

¿Será entonces cuando se eche en falta a Freire?

No lo sé. Lo que no quiero es que se me eche de menos, que se me valore después de dejarlo. Las cosas hay que apreciarlas cuando uno está corriendo. No debería pasar que los elogios lleguen a posteriori.

No debería. Usted lo ha dicho.

(Reflexiona). Es cuestión de tener mal acostumbrados a todos. Cuando yo ni siquiera corría en bicicleta, ganar el Tour de Francia era un acontecimiento increíble. Ahora, en cambio, como todos los años se gana, parece que es algo fácil. Conmigo ha pasado algo similar.