Duración 58 minutos.

Saques 3 de Berasaluze VIII por 2 de Gonzalez.

Pelotazos Se cruzaron un total de 420 pelotazos a buena.

Tantos en juego 12 de Berasaluze VIII, 4 de Gonzalez y 1 de Laskurain.

Errores 1 de Berasaluze VIII, 6 de Gonzalez, 5 de Begino y 1 de Laskurain.

Marcador 0-1, 1-1, 2-1, 2-2, 2-3, 3-3, 3-5, 4-5, 5-5, 6-5, 6-6, 6-9, 7-9, 13-9, 13-10, 13-12, 15-12, 15-13, 19-13, 19-14 y 22-14.

Incidencias Gran entrada en el frontón Igarondo de Idiazabal. El dinero salió 100 a 80 por Pablo y Aritz. Salva Bergara aconsejó a Berasaluze VIII y Begino, mientras que Jokin Etxaniz hizo lo propio con Gonzalez y Laskurain.

bilbao. Despellejado el temor, arrancado el miedo, desatendido el desasosiego, asomó en Idiazabal el electrizante y vigorizante instinto rematador de Pablo, anestesiado durante semanas en el páramo de las dudas, el más hostil de los paisajes sobre todo cuando el arrojo es el único sustento del que vivir. Lo sabía el delantero Berriz, -"tenemos que jugar sin miedo", se convencía- finalmente liberado de las ligaduras de la responsabilidad y la tensión, del corsé que tanto oprime a la mente. Recuperó Pablo su ADN, sus señas de identidad en el instante preciso para subirse a la grupa del Parejas en un fantástico ejercicio de pelota. Cosió en su despliegue Berasaluze VIII clarividencia con el estoque, firmeza en el achique, inteligencia táctica y abrigo anímico para Begino, al que el tonelaje del duelo a punto estuvo de devorarle. Se mantuvo entero el andamiaje del forzudo de Autza gracias a Pablo, principio y final de la supervivencia de la alianza en el campeonato.

Desquició el berriztarra con su mira telescópica (se cobró 12 tantos en juego, más tres saques) bailando en el txoko a Sebástien, nuevamente enredado, ovillado en un juego desquiciante, incapaz de encontrar su mejor versión. Torpe en defensa y ofuscado en el remate Gonzalez ofreció un errática actuación. Se trastabilló Sebástien con el bisturí y cometió tres fallos de tanto o tanto en los momentos en los que éstos no están permitidos y así le fue al de Iparralde. No se acercó el azkaindarra a su jerarquía, a su hoja de servicios, a pesar de que Laskurain barrió la trastienda con solvencia y le ofreció toda clase de facilidades para que mandara en la cocina. Ni con esas pudo Sebástien sobreponerse al alarde de Pablo, de nuevo dibujando bellísimos remates, y eso que Aritz gobernó sobre Begino, atenazado hasta bien entrado el duelo.

No era capaz el zaguero navarro de someter a Laskurain, firme y con la pegada dirigida a pared izquierda, donde más sufre el de Autza, un manista acostumbrado a resolver los problemas a pelotazos y que cuando no lo hace vacila más de la cuenta en su juego. Se mantenía el equilibrio de un partido, más visceral en el marcador que aseado en el juego, por las indudables aportaciones de Pablo y Laskurain y por las insobornables restas de Begino y Gonzalez. En ese emparejamiento salió beneficiado el zaguero de Autza por el impulso que le dio Pablo, artífice del primer estirón, cuando voltearon la dinámica del debate, pasando del 6-9 al 13-9. Para entonces el retrato fijó lo que daría de sí el guión. No hubo aristas.

El delantero de Berriz continuó exhibiendo su visión periférica y su colorida paleta de remates, fue un manantial, mientras que Sebástien, apagadísimo, penaba en blanco y negro, sobre todo en negro. Su primer plano finalizaba, irremediablemente, con un fundido en negro. Pudo engancharse, sin embargo, a la pelea con el 13-12, en plena remontada, pero se estrelló con un gancho mal ejecutado. Otro más. En esa pelota perecieron las ilusiones de Sebástien y Laskurain, vencido en los estertores por lo destemplado de su delantero. Del resto se encargó Pablo después de cerrar bajo llave todos sus temores, recuperado el instinto.