Es una mirada, una más a lo largo de la historia, a la Ría. Pero esta es distinta y particular, aunque no extraña. La Ría en Desierto es la de Adolfo Guiard (1860-1917), pintor bilbaino maestro del impresionismo que, durante una de sus reapariciones en el botxo fijó sus pinceles en este punto para dar fe –hace ya 127 años ya que el óleo fue pintado en 1897– del poderío que se estiraba orgulloso a derecha e izquierda. Una obra de arte que ha quedado alojada en la planta alta de Itsasmuseum, en la zona dedicada a la universal experiencia naviera bilbaina y vasca.

El óleo firmado por Alfonso Guiard. Itsamuseum

La pieza es un reflejo fiel de aquella transformación industrial que se vivía en un Bilbao –principalmente en su periferia– asomado sin contemplaciones a un cauce que se acabó convirtiendo en motor de la actividad empresarial e industrial de la villa, de ambas márgenes y, por ende, de Bizkaia en su conjunto. Son buques a babor y estribor. Porque la distribución de los elementos que Guiard plasmó en su óleo no están dispuestos al azar. Nada en la obra de este pintor formado en París quedaba al libre albedrío. Ni los colores ni las apariencias de los objetos –y personas– elegidas son aleatorios. El cielo, el agua y los buques comparten protagonismo y misión en este óleo. De hecho, es una pintura muy representativa del artista, subrayaban desde Itsasmuseum, satisfecho con esta incorporación a la exposición permanente días antes, precisamente, de que la Asociación de Navieros Vascos –prácticamente coetánea de la obra– celebre su 125 aniversario.

El especialista en arte Javier González de Durana dejó escrito, en referencia a esta obra que regala una vista muy característica desde Punta Zorrotza, que “la mirada se orienta hacia aguas abajo, hacia una desembocadura que no se llega a ver, pero se intuye cinco kilómetros más adelante. A la izquierda queda la ribera de Lutxana, donde multitud de barcos atracan en sus muelles para la carga y descarga de mineral de hierro, en tanto que a la derecha se observa la barriada de Elorrieta, con sus arracimadas casas obreras y de ferroviarios. Curiosamente –añadía–, ese paisaje del fondo es el mismo, visto desde otro emplazamiento (ya en la margen derecha), que el utilizado para La aldeanita del clavel rojo, de 1903”.

Una mirada recapituladora de lo que era el botxo de aquella época de la que, además, ha quedado constancia visual más allá de este óleo. Y es que hay testimonio gráfico del pintor durante la gestación de esta obra. Tanto el artista como sus familiares –era hijo del fotógrafo Alphonse Guiard– y amigos, eran apasionados defensores de la tecnología de aquel entonces que de uno u otro modo hacía la vida más atractiva. Por ejemplo, una cámara.

La escena –la de papel fotográfico y el óleo– está tomada desde un lugar reconocible: un punto en Zorrotza donde unos industriales amigos del pintor poseían unos pabellones que, en más de una ocasión, se convirtieron en estudio de pintura al aire libre. “Existe una fotografía del artista en la que se le contempla sentado sobre un cesto de mimbre, con pincel y paleta en las manos, delante de un caballete y pintando un pequeño óleo, exactamente este mismo”, ilustraba González de Durana.

La Ría en Desierto es la octava obra recibida por Itsasmuseum gracias al convenio suscrito con el Museo de Bellas Artes con el objetivo de aportar dinamismo a la colección de la sala de exposiciones polivalente enfocada en el mar. Así las cosas, el programa La Obra Invitada ha conseguido renovar ese portfolio expositivo de Itsasmuseum y “recontextualizar en sus salas obras singulares” del Bellas Artes y, de este modo, “generar un diálogo innovador y coherente entre las piezas temporalmente cedidas y las piezas representativas de la cultura y el patrimonio marítimos del territorio”, explicaron.