La andadura musical de la familia Etxebarria es muy larga. Se remonta a cuatro generaciones hacia atrás, cuando Eduardo Etxebarria Piti, nacido en el 1900 y fallecido con 93 años, empezó a animar festejos en su Zollo natal. Siguieron su estela su hijo Luis y su nieto Koldo, quien se inició tocando el acordeón junto a su aita y su aitite. Con solo 11 años, el hijo de Koldo, Unai, se subió por primera vez al escenario para tocar el pandero, instaurando así junto a su padre un dúo que se ha convertido en un clásico del folklore vasco: Etxebarria aita-seme trikitilariak. Acaban de cumplir justo dos décadas al pie del cañón, en las que han amenizado infinidad de romerías. Sin embargo, su trayectoria discográfica es mucho más reducida. Tuvieron su bautizo hace solo dos años y ahora tienen recién salido del horno su tercer CD, Bidean Zuekin, que pondrán a la venta dentro de una semana en el marco de Durangoko Azoka. Un disco en el que rinden tributo al público que les sigue de plaza en plaza y sin el que “no somos nada”, como reconoce Unai.
“Bidean Zuekin es una forma de dar las gracias a la gente que está con nosotros y con la que queremos seguir en el camino, de ahí el título”, explica el miembro más joven de este binomio que él define como “un dúo de calle”. Para Unai, “la triki y el pandero es algo que está ligado a la cercanía con la gente y lo que hemos querido hacer con las grabaciones es acercarnos a quienes no pueden estar con nosotros en directo”.
Con este álbum, el dúo vizcaino sigue la línea marcada con Lau Belaunaldi (2022) y Familia Gara (2023), sus anteriores trabajos. “Aita se planteó hace tres años hasta jubilarse grabar un disco anual y de momento lo está cumpliendo”, señala el cuarto eslabón musical de los Etxebarria, para quien Bidean Zuekin es un disco “más crudo, más triki y pandero sin añadidos, apenas con algún suplemento electrónico”.
En cualquier caso, mantiene la línea ecléctica que les caracteriza. En su media hora de duración se mezclan jotas tradicionales con baladas, rancheras, sonidos pop y otros más potentes a través del tamiz de la triki y el pandero. “Como suelo decir, para hacer lo de siempre ya están los de siempre. Por eso, desde el principio hemos querido hacer algo diferente a los demás. Mi aita es muy rockero y siempre ha adaptado esos sonidos a triki. A mí me gusta mucho el punk y el heavy e intentamos hacer algo que suene a eso”, explica Unai.
Así, no hay más que ver que entre los diez cortes de Bidean Zuekin está una versión del Otra noche de la banda alavesa de punk-rock Kaotiko. Tampoco es casualidad que el disco arranque con Bai ta Bai, una adaptación del ochentero Live is Life que sacó del anonimato a los austriacos Opus. Y es que hay una bonita historia detrás. “La letra es de Matthew, un filólogo estadounidense interesado en las lenguas indoeuropeas que vino a Euskadi a hacer un curso de euskera. Nos conocimos en una comida en un txoko en Aste Nagusia y acabó haciendo una adaptación al euskera de la canción. No es una traducción, porque la versión original es un canto al disfrute de la vida y la letra de Matthew es una defensa de nuestra lengua y de su uso. Cuando la leí por primera vez, se me saltaron las lágrimas”, confiesa Unai.
El Corazón de Neón de la Orquesta Mondragón; El Rey, expresión suprema de un género con tanto tirón en Euskal Herria como es el de las rancheras o Eperra, la tradicional canción zuberotarra popularizada por Niko Etxart y Anje Duhalde, conviven también en Bidean Zuekin con tres temas compuestos por Unai Etxebarria: “Está Mendira Lagunekin, que es el single de este CD. Es la historia que te puede ocurrir subiendo al monte con los amigos, que es el mayor hobby del euskaldun. Errioxa habla del vino, de la Rioja... Y Lur Gorria supone el apoyo a nuestra tierra”.
Además de tocar el pandero y cantar, Unai se ha encargado de la grabación, mezcla y masterización del disco, realizada en el estudio que tiene en su casa de Retes de Tudela, en Artziniega. “Lo hemos hecho todo muy rápido, todo muy casero, pero estoy muy contento con el resultado”, asegura. Con el CD aún calentito acudirán a la Azoka durangarra “con las expectativas de siempre: a ganar”, comenta entre risas. “Nos gusta mucho estar ahí y que la gente se nos acerque. Vamos encantados”, añade.
A Valencia
Nada más bajar la persiana la Azoka, los Etxebarria pondrán rumbo a Valencia, donde participarán en un evento “para los niños que se han quedado sin escuela, sin casa”, a quienes llevarán regalos recogidos en Bizkaia y Araba. Unai ya estuvo hace unas semanas en aquella zona, ayudando a las personas afectadas por la dana. “La sensación de abandono que tiene la gente de allí es terrible”, dice el joven músico basauritarra, que al menos espera ofrecerles un poco de lo que él y su padre vienen haciendo en los últimos veinte años: “Regalar felicidad allá donde vamos”.