Marta Eguilior se encuentra en Ciudad de México, donde desde el pasado 13 de octubre y hasta ayer se ha venido representando la ópera Beatrix Cenci, de Alberto Ginastera, en la que esta bilbaina de 39 años ha ejercido como directora de escena. Debutó en esta faceta en 2018 y este 2024 ha llegado su salto al panorama internacional. Entre mayo y junio plasmó su visión de Carmen (George Bizet) en Bélgica y ahora lo hace al otro lado del Atlántico. La experiencia en el país azteca ha siendo exitosa y buena prueba de ello es que ya tiene en cartera dos proyectos a desarrollar allí en 2025. El estilo de la considerada como una enfant terrible de la ópera ha calado entre el público mexicano.
Difícilmente va a olvidar 2024, el año del salto al escenario internacional.
—Sí, está siendo un año muy especial. Parece que las cosas van siempre juntas y con proyectos grandes: el Teatro de Zarzuela, la Ópera Real de Valonia y ahora con la Compañía Nacional de Ópera en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, uno de los más increíbles del mundo.
Tras el éxito en Bélgica con una obra celebérrima como es Carmen, se sumerge en otra desconocida para quien no es un experto en ópera, como esta Beatrix Cenci. ¿Es una apuesta arriesgada?
—No tiene nada que ver Ginastera con Bizet. Y no ha sido fácil. Ninguna de las dos lo ha sido, pero es verdad que en el caso de la puesta en escena de Beatrix Cenci, ha sido un gran reto concebirla y diseñarla.
¿Cómo es esta obra?
—Complicada. Diferente. Creo que por eso mismo ha sido un gran reto. La música de Beatrix Cenci no es tan conocida y amable como Carmen, y esa circunstancia hace que como directora me haya encontrado un reto mayor. He tenido que seducir a un público que en primera instancia quizás rechaza la ópera contemporánea, su música, lo desconocido....
¿Y cómo es la adaptación que ha realizado de ella?
—Muy teatral. La música de Ginastera apoya esa forma de expresión. Si no diriges desde la teatralidad, esta ópera es muy poco sostenible en una puesta en escena. Decidí inspirarme en el teatro de la crueldad, en el mundo de la tragedia, la ofrenda de sangre de los antiguos mexicanos y la obra de Louise Bourgeois. Beatrix Cenci habla de heridas, de conflictos familiares y abusos. Y mi adaptación gira en torno a la ablación del corazón como metáfora de la pérdida del alma tras la violación de Beatrix.
¿Qué tal la experiencia con el público mexicano de ópera?
—Muy buena. Beatrix Cenci nunca se había estrenado en México y eso ya de por sí era una reto. Como decía en un inicio, no es una ópera fácil, ni por la música ni por la temática, estamos hablando de una historia de violencia, incesto, violación, parricidio… Es dura y aún así, el público ha abrazado mi puesta en escena y no me puedo sentir más feliz. De momento ya tengo proyectos aquí para un futuro. Creo que mi estilo aquí gusta mucho y es valorado.
En su web recoge que los medios internacionales la consideran la ‘enfant terrible’ de la ópera. ¿Tan marcada es su tendencia hacia lo transgresor?
—No lo sé. Yo diseño sin pensar en la transgresión, la verdad… Me consideran así, debe ser por la edad y porque diseño y dirijo como una directora teatral. Es verdad que acaba de salir una nueva crítica en México y vuelven a llamarme enfant terrible, ya que he incluido en Beatrix Cenci violencia, crueldad y desnudez. Algo que, por cierto, es intrínseco al ser humano. Pero si esto fuese teatro, nadie se echaría las manos a la cabeza, ¿no? Yo creo historias libremente y decido cómo contar las óperas y cómo sacudir al público. Hay que salir del teatro diferente a como uno entró. No me gustan ni aplaudo las óperas y obras de teatro que se hacen sin alma, las que se siguen diseñando y dirigiendo con decorados que recuerdan a lo obsoleto e intérpretes parados moviendo la manita. No me gusta como público ni como directora, porque considero que así no vamos a conseguir que las artes evolucionen. Si ser libre creadora lleva a que me llamen enfant terrible, bienvenido el término.
Además de la ópera, cultiva otros campos. Es dramaturga, actriz… ¿Los tiene aparcados?
—Nunca los he dejado aparcados. En cuanto a la dramaturgia, hace dos años estrené en Bilbao Borderland, una ópera que escribí y de cuya música se encargó el compositor Igor Escudero. En cuanto a mi faceta de actriz, ¡yo no dejo de actuar! Cada vez que dirijo represento decenas de personajes para guiar al intérprete… Pero es verdad que tengo un poco de mono de escenario. ¡Ya veremos!
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
—Como suele suceder en este mundo de las artes escénicas, no puedo anunciar los títulos aún, pero puedo decir que vuelvo a México el próximo año con dos proyectos, que probablemente haga mi debut en Los Ángeles en 2025 y que mi próxima ópera se llamará Perro malo y el libreto lo tengo muy avanzado.