Entre la reflexión, la búsqueda de la fe y la luz, el dolor y la sensualidad del baile más lúdico. Y siempre atrevida y valiente al incorporar nuevos aires a su repertorio, ya más electrónico que guitarrero. Así se presenta Olatz Salvador en su tercer disco, Zainak Eman (Airaka Music), que se publica este miércoles, 25 de septiembre, e incluye 10 canciones que cuentan con dos colaboraciones estelares, las de Izaro Andrés y Alba Morena.

El disco, uno de los más esperados en la escena euskaldun de este final de año y que se ha presentado esta mañana en kulturgune feminista La Sinsorga, en Bilbao, busca la consolidación definitiva de la antigua teclista y corista del grupo Skakeitan, que debutó en solitario con Zintzilik, en 2018, y posteriormente publicó Aho Uhal, en 2021, con la colaboración de Rozalén.

El punto de partida de Zainak Eman es “una necesidad de tener fe”, una necesidad de confiar en algo cuando todo parece líquido y efervescente. “La

búsqueda de algo donde sostenerse, de trascender. Puede decirse que es una búsqueda de luz o de espiritualidad entre el ruido”, explica sobre un álbum grabado, producido y arreglado por Pau Brugada y Vic Moliner en los catalanes Olivera Studi, estudios con mucha luz, vistas al bosque y cercanos a un lago.

Musicalmente, Salvador, sobrina del pianista de jazz Iñaki Salvador, entrega el disco más valiente y actual –por ligazón al sonido más contemporáneo– de su carrera en solitario, transitando por la vereda electrónica abierta recientemente por su compañera y amiga Izaro, donde el pop se viste de electrónica, autotune, delays, reverbs… la mayoría digitales y sintéticos.

La escritora Katixa Agirre define Zainak eman como “su trabajo más electrónico y salvaje”, un disco que “analiza las fronteras y extiende una red semántica inmensa al igual que amplía las diferentes capas y sonoridades que se encuentran dentro de las canciones”. Sonoridades atrevidas, rupturistas, alejadas de la autocomplacencia y repletas de capas y efectos bajo un aparente y falso minimalismo.

Así se aprecia desde el arranque con Haragi bizitan, de arreglos casi industriales y un spoken world en el que Olatz se muestra en carne viva, expresando, sin límites, el dolor –“hiltzen naiz”, canta– ante un mundo acelerado y enfermo, “un fraude” para las personas. La mezcla de pop y electrónica gana por goleada en un repertorio que se escora hacia un inicio folk en el caso de Basan, para acabar siendo lo más bailable y dance grabado por la guipuzcoana, junto a Gerorik balego, aunque no renuncia a medios tiempos como Zaldi zuri bat o baladas sensuales como Azken eguzki printzak.

Disco de escasas guitarras eléctricas aunque se torna orgánico y descansa en el poder del piano acústico en Nahi gabe, Zainak eman nos habla en sus letras, eufóricas o melancólicas y donde ha contado con aportaciones de Izaro, Oihana Arana, Leire Vargas y la periodista y escritora Itziar Ugarte, de la necesidad del silencio, de raíces, pureza, baile, libertad, de “la necesidad de creer y la fe”, de sensualidad y entrega, en el caso de Azken eguzki printzak, y de solidaridad y protección ante la agresión. “Munduak zerbait zain du”, canta en Hitzidamuz, esperanzada en el posible y necesario cambio ante la violencia de género.