La magia de The Beatles como grupo conjuntado se había terminado en las sesiones de grabación de 1969 que dieron lugar a sus dos últimos discos, Abbey Road y Let it Be, con sus miembros trabajando casi en solitario en el estudio. Aun así, la película Let it Be, filmada por Michael Lindsay–Hogg durante aquellas sesiones, ahora mejorada en sonido e imágenes y disponible en la plataforma Disney +, todavía muestra al cuarteto divirtiéndose, creando y registrando clásicos como el propio Let it Be, Get Back, Across the Universe o The Long and Winding Road, así como tocando en su última cita en vivo en la azotea de Apple.

La película, restaurada por Park Road Post Production, el equipo del cineasta Peter Jackson, autor de El señor de los anillos o Criaturas celestiales, es el aperitivo perfecto para disfrutar de la música del cuarteto en su periodo de gestación, en el estudio de grabación, que deja solo para los completistas el paso previo, la serie documental de ocho horas –repleta de anécdotas, camaradería, mosqueos y reproches personales, y también disponible en la misma plataforma– que la precedía firmada por el cineasta australiano.

La nueva película restaurada de Let It Be, estrenada en mayo de 1970 justo tras la ruptura del grupo, recupera su justo lugar en la historia de una banda que le dio la espalda a la gran pantalla si nos olvidamos de varios y prescindibles divertimentos, entre los que sobresalieron Help! o el film de dibujos animados Yellow Submarine. En su momento, se vio desde un lado más pesimista, pero la película ofrece ahora nueva luz tras la minuciosa restauración.

La película contiene metraje que no aparece en la docuserie Get Back, mostrando a los espectadores primero los ensayos, después el paso por el estudio de grabación y finalmente la actuación en la azotea del edificio Apple Corps, en enero de 1969, cuando The Beatles, a los que se unió Billy Preston a los teclados, componían y tocaban su álbum Let It Be, con la canción que le da título (ganadora de un premio de la Academia) y tocando en directo en la que sería su última actuación como grupo.

El disco

Let it Be, grabado antes que su despedida oficial, Abbey Road, se publicó después, el 8 de mayo de 1970 y fue n.º 1 en Inglaterra y Estados Unidos durante un mes, pero no está considerado como una de las obras de referencia de los Fab Four. De hecho, el propio Paul McCartney, que había abandonado la banda meses antes, renegó de él aunque fue su principal impulsor, ya que Lennon estaba más interesado en las drogas duras y en no separarse de Yoko Ono ni cuando iba al baño, Harrison se volcó en su actividad como productor y Ringo en sus proyectos cinematográficos.

El disco se gestó en dos localizaciones: los estudios Twickenhan (Middelesex), donde tuvieron lugar los ensayos, y los de la sede de Apple, más cómodos y cálidos. Let it Be, engolado con secciones de cuerdas y vientos por el productor Phil Spector sin el consentimiento de McCartney, acabó teniendo una segunda vida en el álbum homónimo Naked (desnudo), editado posteriormente tal y como se grabó inicialmente, sin la intervención del productor más loco de la música popular.

¿Y su contenido? Es cierto que incluye cuatro de las canciones míticas del grupo, pero el resto está compuesto por temas menores en su discografía, de la dulce balada acústica Two of Us a la eléctrica Dig a Pony, pasando por esa crítica de Harrison al egocentrismo llamada I Me Mine; el divertimento veloz de Dig It; la versión folk del himno liverpooliano Maggie Mae; los blues One After 909 o For Your Blue, de Harrison… Y la última colaboración real de Lennon y McCartney, ese rock blues de teclados soul titulado I Got a Feeling.

Let it Be es el primero de sus cuatro himnos. De fondo espiritual, se inspiró en un sueño real de McCartney. Le siguen Across the Universe, canción cósmica y recargada por Spector que fue lanzada al espacio en el 50º aniversario de la NASA; Get Back, himno rock en origen antirracista, y la inolvidable The Long and Winding Road, que procedía de la sesión previa del Álbum Blanco, todo belleza y tristeza en su mensaje –ese premonitorio y largo camino cuyo final no se vislumbra– y de reminiscencias jazz en su teclado. Los arreglos recargados de Spector, incluidos coros femeninos, nos hacen disfrutar más con su versión posterior desnuda, directa y más honesta.

Portada de la película 'Let it be'. Cedida