“Va a ser un funeral, pero será lúdico, una celebración de la vida”, explica Juancar Parlange, el líder del grupo vizcaino Bonzos, sobre su último concierto, el del agur, este sábado en su ciudad natal, Getxo, en el centro Muxikabarri, en una velada especial que contará con casi la totalidad de los músicos que han pasado por la formación. “Esto no ha estado nada mal”, grita el compositor, cantante y guitarrista en ¡Adiós, amigos!, su proclama del agur en forma de canción final, que arrancará a las 21.30 horas, con entradas a 12 euros.

Adiós, amigo.

Ha llegado el momento, es una decisión tan meditada como intuitiva. Mi cabeza lo veía claro, pero tenía que ponerse de acuerdo con mi corazón. Y así ha sido porque es el momento perfecto y hay que saber irse en la vida. Como digo en una canción: “mejor dos horas pronto que un minuto tarde”. Además, el grupo está arriba, hemos tocado por todo el Estado, compartido escenario con Dictators y Fleshtones...

¿Nada que ver entonces con ir acercándose ya a los 60 años?

Más que por la música que hacemos, que no me deja de gustar, es lo que implica estar en un grupo y que no se ve, como los ensayos. Y, en mi caso, es tener una pequeña empresa porque siempre he sido el líder y hay que estar pendiente de las necesidades de todos, de las emocionales a las organizativas. La música sigue porque es una pasión, como la propia vida, y en la mía siempre ha habido otras cosas. Y lo bueno es que estamos todo, y han pasado casi 30 años, pandemia de por medio. Ni un solo Bonzo ha muerto (toca la madera de la mesa).

Confiesa que se le hace raro dejarlo en la canción de despedida.

En el fondo miras hacia atrás y he sido Juancar Bonzo durante casi 30 años para mucha gente que me reconocía hasta en sitios insólitos. Como le pasaba a Joey Ramone, que sabíamos que tenía apellido propio. Ahora, nos quemamos a lo bonzo este sábado. Nos hemos hecho una foto delante de un tanatorio porque no deja de ser un funeral.

Pero lúdico ¿no?

Claro, como en Nueva Orleans, ya que no deja de ser una celebración de la vida. Hacer este concierto es un éxito para la banda y nuestra gente.

El éxito no es siempre vender miles y miles de discos ¿verdad?

Un gran amigo vinculado a la música y en otra liga más importante, me dijo que uno de sus músicos le había comentado que para tener una carrera larga, mejor volar bajo. Es una gran verdad, para no quemarse rápido ni sufrir el efecto cordillera, estar muy arriba y mantenerse. Para evitar la desmotivación. Nosotros sí tuvimos esa sensación de vértigo al principio, cuando fuimos a grabar el debut a Nueva York. Luego siempre nos hemos mantenido en ese mundo underground con cierta legión de fans. Te cuento que estamos recibiendo mensajes de gente que no conocemos y que nos cuentan lo importante que hemos sido en sus vidas o que han montado grupos gracias a la banda. Uno me ha dicho que los tres discos que más ha escuchado en su vida han sido It´s Alive, de Ramones, el azul de Weezer y el primero nuestro.

Eso le pondrá cachondo, imagino.

Me parece… joder! Estar en esa santísima trinidad me parece increíble, a la vez que me sorprende. En la música, y en cualquier arte, pasa mucho que existe el síndrome del impostor, que siempre lo he arrastrado y está bien porque te permite tener humildad y querer aprender siempre. Hasta Springsteen y Dani Martín lo tienen. Y sabes que no puedes compararte con tus referentes artísticos, del propio Bruce a Joe Strummer, Dylan, Nick Cave, Lou Reed, Neil Young...

¿Qué ve al mirar atrás? ¿Llegó a soñar con ser estrella del rock?

Fuimos a Nueva York con todo pagado y después vivimos algo que nunca se ha repetido: ir a bares de ciudades y pueblos y que estuviera sonando nuestro primer disco. Se agotó y vendió miles de copias, pero después de unos meses la compañía, Roto, desapareció. Fue parte del problema.

Y todo cambió.

Bueno, para bien o para mal, coincidió con una etapa profesional mía importante. Trabajaba como director en la tienda de discos de Virgin y luego me fui a Madrid al mundo del electrodoméstico al contratarme MediaMarkt.

¿Eligió bien?

Sí, es muy difícil vivir de la música y, además, así nunca he sentido la presión artística de hacer algo que no me convenciera para ganar más dinero al tener las lentejas pagadas. La música me ha alimentado el alma, no las facturas. En Nueva York tuve una visión, quise volver a la ciudad pero con una cierta independencia económica. Volví con el primer disco, pero también con la idea de centrarme en mi carrera profesional. Siempre he hablado de aquello como “la visión del dólar”, vi que tenía que centrarme y ganar dinero (risas).

Y su vida cambió.

Sí, pero compaginé mi carrera con la música siempre desde el punto de vista de alguien muy fan de la música, como el resto de Bonzos. Y sucede con cualquier grupo, hay una tradición que va pasando de unos a otros. Por eso, nunca hemos sido profesionales y los parones y cambios de formación tienen que ver con la vida, no con cuestiones artísticas.

Tampoco ayudó las idas y venidas con cantar en inglés y castellano.

Ya, pero fue una decisión totalmente artística. Jorge, el batería original, decía que Bonzos eran yo y mis circunstancias; y así es. Llegó un momento en el que me apetecía cantar en castellano porque pensé que el inglés era una barrera para conectar más con la gente aunque se identificara con nosotros sin entender la letra. Tuve dudas con letras genéricas y cuanto más las personalicé y metí referencias a Punta Galea o la ría de Bilbao, comprobé que llegaban más.

¿El rock no es pasto ya de ‘viejunos’?

Creo que no, hay muchos conciertos de rock en los que se agotan las entradas. Eso sí, a veces coges la lista de lo mejor del año de determinada prensa especializada y conozco a dos de 50. Y tengo una duda interna, ya que la vida me ha enseñado que los mejores en todas las artes son los clásicos, que es difícil superarlos. ¿Para qué me voy a poner a descubrir grupos nuevos si podría escuchar otra vez a los grandes, a la Velvet, Springsteen, The Clash, Suicide, Young o Bowie? No sé si es vejez o sabiduría, pero lo nuevo me recuerda a otras cosas previas. Lo que sí estoy descubriendo es escenas con años de retraso, como la que rodeaba a de The Strokes, a a Yea Yeah Yeahs, por ejemplo.

Esta es una carrera de fondo.

Como historiador digamos de la música, sé que tengo lagunas. La máxima es que cuanto más sabes, más sabes que no sabes.

¿El final tenía que ser en Getxo, donde empezaron?

Sí, somos de aquí y, encima, hemos tocado muy poco. El primer concierto fue en en la sala Gwendolyne, y luego repetimos en ella. Desde entonces, nada. Hablamos de unos 25 años aunque hay que tener en cuenta mis años en Madrid. Aquellas salas a las que iba todo el mundo porque la música formaba parte del ocio desaparecieron y como no podíamos tocar en bares… Ahora es diferente, vas un jueves a Bilbao y apenas hay 50 personas; hay demasiada oferta. Bienvenidos a Europa.

Hablemos del concierto de despedida.

Vamos a estar prácticamente todos los Bonzos, incluso Álvaro Heras, que no va a tocar, pero sí se ha involucrado en la organización. En la última canción, Adiós amigos, ha tocado el bajo, además de sus habituales coros, pero no le apetece tocar en directo por la exposición. Empezaremos con la formación más reciente y luego se irán alternando el resto de músicos.

¿Cuántos serán?

Hemos tenido que hacer una escaleta, como en el teatro, con ensayos generales y especificar cuándo sale cada músico. Será un repaso a la discografía, en castellano e inglés, con lo más conocido y lo que más nos apetece. Solo me mantendré yo en el escenario y habrá cinco baterías distintos, dos bajistas, tres guitarristas… y alguna estrella invitada como Martin, de Capsula. Esperamos que sea muy dinámico y con la esencia de Bonzos, la de tocar todo seguido, como Ramones.

¿Y después, qué?

Ni idea, y no es guardarme un as en la manga. Lo cierto es que puede ser un canto a la esperanza decir que me he apuntado a clases de canto, por fin. Noto que la voz se me va cansando y algo en el subconsciente me dice que me prepare y aprenda, que algo vendrá. Ahora estoy sin fuerzas ni ganas, quiero empaparme de la vida, sin urgencia alguna. Si este fuese mi último concierto, y puede serlo, miraría y tras y me diría que ha sido una locura. Aquel niño que compraba Muskaria, Star, Disco Express, Vibraciones y Popular 1, y que veía a los grupos de aquí que grababan con Discos Suicidas como héroes, ha sido capaz de grabar 15 discos, tres de ellos en Nueva York y girar por Europa… Ha sido increíble, ha superado cualquier expectativa.

¿Un epitafio para la lápida del grupo?

Buena pregunta (duda casi 10 segundos). “One, two, three, four”, o algo así. O, como Ramones, “Gabba Gabba Hey”. Algo que no se trascendental.