Dos horas de caña, de fiesta y compromiso a través de 33 canciones, muchas de ellas clásicas de la música euskaldun. Ese es el compromiso de Fermin Muguruza para su regreso –tras 11 años de ausencia– a un gran escenario, el 20 de diciembre, al Bilbao Arena. “Vuelvo, y tenía que ser en Bilbao”, explica el irundarra, que reivindica sus 40 años de “trayectoria vital y musical” en solitario y con Kortatu y Negu Gorriak, a los que recordará en Miribilla. “Será para decir a los censores que no podrán con nosotros”, apostilla.

61 años recién cumplidos, 40 de carrera y 11 lejos de los escenarios. ¿Cómo encara el regreso?

—Con mucha responsabilidad y muchos nervios. No me esperaba la dimensión que está adquiriendo la respuesta al anuncio de este concierto, y me siento abrumado, a la vez que muy querido, y, sobre todo, tremendamente agradecido.

¿Por qué ahora, qué le ha impulsado a subirse a un escenario?

—Este año se cumplirán 40 de mi primer concierto con Kortatu, una efeméride que requería su celebración, pero no para hacer un nuevo ejercicio de nostalgia, sino para reivindicar toda una trayectoria vital y musical de 40 años. La decisión la he ido postergando, pero ante la querella de la extrema derecha al consejo directivo de un instituto del País Valencià por pintar un gran mural homenajeándome, acusándoles de enaltecimiento del terrorismo, y los ataques a los jugadores del Athletic por cantar Sarri, Sarri, había que responder; y lo hago con este concierto.

Cada vez que hablábamos sobre los proyectos de cómic, documentales, teatrales o de animación que le han ocupado en los últimos años, se le notaba cómodo, decía que no añoraba la música. Y la reivindicaba, a la vez que tiraba de ella para las bandas sonoras de esos proyectos.

—El estar implicado en el diseño del sonido de mis películas, la elección de los temas de la banda sonora, así como el trabajo mano a mano con Raul Refree o Mursego en la creación de la música original, me ha permitido seguir trabajando en los estudios, las mezclas, producción y la construcción de una partitura general, como concibo mis películas. No me he desligado de la música ni de la escena.

Vuelve con un concierto único, en lugar de una gira. ¿El ya veterano león sigue asmático?

—La decisión de dar un concierto ha supuesto todo un proceso de superación, de asumir poco a poco que o lo hacía ahora o quizás no lo haría nunca. Recién he cumplido mis 61 años, y en diciembre estaré más cerca de los 62, y quiero ofrecer un concierto de dos horas con un repertorio de 33 canciones. Este tipo de conciertos siempre ha tenido un componente muy físico, y mis problemas de salud se agravan con el paso de los años.

Bilbao ha sido una ciudad importante en su carrera. De algún concierto mítico en la Plaza del Gas a una despedida de Negu Gorriak en La Casilla y el tributo a su hermano Iñigo.

—Hace cinco años homenajeamos a Iñigo, fallecido tres meses antes, el día de su cumpleaños en el Kafe Antzokia, y aquello fue una catarsis. Ahora volveré a Bilbao en la misma semana de su cumpleaños, pues el 17 de diciembre cumpliría 60. Han sido los peores años de mi vida, pero vuelvo, y tiene que ser de nuevo en Bilbao.

Y elige el Bilbao Arena, no el BEC.

—Actué en el BEC en el 2006, presentando el disco grabado en Jamaica, Euskal Herria Jamaika Clash, y fue apoteósico, pero conocí el Bilbao Arena en la despedida de Huntza, y vi claro que si hacía algo, tendría que ser allí. La verticalidad de la disposición de las gradas convierten Miribilla en una especie de Bombonera, el campo del Boca Juniors. Es una olla a presión con ese volcado hacia el escenario, algo que me sedujo enormemente y me pareció necesario para mi vuelta.

¿No se queda corto? Hertzainak volvieron y armaron el pollo.

—-¡Tiene 8.000 plazas! Es un número perfecto si se llena, para mantener la tensión de la audiencia en un puño.

Queda media vida para el concierto, pero ¿tiene diseñada la banda que le acompañará? Serán obligadas contar con las personas que han vivido con usted estos 40 años aunque algunas hayan fallecido.

—No va a ser fácil saber que Iñigo ya no se subirá al escenario a colaborar conmigo como lo hizo siempre en este tipo de eventos, o que Amaia Apaolaza, mi mánager durante los últimos 25 años, ya no estará a mi lado, pero la banda sí que la tengo ya formada y estará compuesta por 10 músicos.

A ver…

—Serán Mikel Txopeitia Pintza columna vertebral de todos mis proyectos desde Negu Gorriak; Gerard Chalart 58, percusionista de Manu Chao en nuestra gira conjunta; los metales del terror de Jon Elizalde Jontron, Igor Ruiz Fino y Aritz Lonbide Lonbi; Xabi Solano a la trikitixa; al bajo el cubano Víctor Navarrete, y las cantantes Matah y Lide Hernando, que recién ha despedido a su grupo Liher, pero que ya está de nuevo en activo con su nuevo proyecto Bele.

De alguna manera, la presencia de Iñigo se sentirá en el concierto, fijo.

—Su ausencia hace que esté más presente que nunca. Iñigo es ya eterno.

Adelanta que hará un repaso por toda su carrera.

—Hagan sus quinielas, pero un tema por disco es casi seguro.

¿Será otra noche para pensar y bailar, como le gusta decir?

—Como diría el creador del Teatro del Absurdo, Samuel Beckett, en Esperando a Godot: baila primero, piensa después. El orden lógico de las cosas.

¿Habrá alguna canción nueva?

—Sonarán temas que no han sido interpretados en formato banda como Ulrike Meinhof, del experimento industrial con The Suicide of Western Culture, o Black is Beltza, himno de las dos películas de animación. En cuanto a bandas nuevas, J Martina, Merina Gris y Hofe x 4.40 me tienen encandilado. Y de fuera, la jamaicana Kofee y el neorleano Jon Batiste.

¿Qué le viene a la mente al recordar a Kortatu y a Negu Gorriak, y su etapa en solitario posterior?

—Son capítulos del libro de mi vida y no entendería ninguno de ellos sin los otros. Su aportación es su complementación, la trayectoria que muestra una evolución constante.

¿Qué ve al analizar estos 40 años? Además de dejar varios clásicos, nunca ha dado su brazo a torcer.

—Dije que cantaría en euskera cuando lo aprendiese y así fue desde el disco Kolpez kolpe de Kortatu; y no he sucumbido a los cantos de sirena de las multinacionales. Incluso este concierto está organizado por dos productoras pequeñas junto a la Jimmy Jazz de Gasteiz. Como dijo Fidel: “Ni un paso atrás, solo para coger impulso”.

Presenta el concierto como un alegato contra la censura.

—Será un decir: ¡Aquí estamos! No habéis podido con nosotros, ni podréis nunca.

El ‘verdugo’ no descansa.

—No es algo aislado además, es un síntoma de una estrategia global, de un modelo trumpiano de demagogia política acompañada de hooliganismo mediático que hace mella en una gran masa social.

Sería increíble un concierto suyo en el Madrid actual de MAR y Ayuso. Allí siempre ha tenido un contingente de fans recalcitrantes.

—Lo sería, en el Wizink, llamado Madrid, en la línea del frente. Lamentablemente, solo para plantearlo uno necesita sentirse como el Acorazado Potemkin, listo al embate de todos los torpedos que nos lanzarían. Mi armadura de samurái tiene ya demasiados jirones.

¿Un sueño que le quite el sueño?

—Llegar a Ramallah el día de la creación de un Estado Palestino. Además, hablo cinco idiomas y me encantaría ponerme con el árabe. Quizás ambos sueños vayan ligados (duda).

¿Y aquí, cambio de ciclo o no?

—Las elecciones del domingo nos demuestran que en esta parte de Euskal Herria que es esta Comunidad Autónoma, la construcción nacional y la defensa de lo público avanzan con paso cada vez más firme, algo que también podemos constatar en los otros territorios de Euskal Herria. Diferentes ritmos, pero un mismo baile.