El mundo de la música está repleto de artistas que debutaron con un disco sobresaliente, nunca superado en su carrera posterior aunque esta durara décadas. Eso le sucedió a Oasis y a The Stone Roses con sus primeros discos, que después, en el seno de la misma banda o en los proyectos en solitario de sus miembros, nunca superaron las expectativas de Definitely Maybe y The Stone Roses, respectivamente, dos de los mejores álbumes de los 90. Este fin de semana se ha lanzado el álbum colaborativo del cantante Liam Gallagher y el guitarrista John Squire, trabajo que aguanta el tipo y encantará a los seguidores de ambas bandas madre y del britpop.

La modestia nunca ha sido una de las virtudes destacadas de Liam, siempre dispuesto a mostrarse arrogante y chulesco cada vez que abre su bocaza. De este disco con Squire llegó a decir –sin cortarse ni un pelo– que era, cuando menos, similar en calidad a Revolver, una de las obras maestras de sus adorados The Beatles, que incluye clásicos del pop y el rock como Taxman, Eleonor Rigby, Got to Get You Into My Life o la psicotrópica Tomorrow Never Knows.

Exageraba, sin duda, aunque esta aventura colaborativa se veía venir, ya que Liam, muy dado a los exabruptos y los comentarios arrogantes y despectivos sobre (casi) todo, especialmente sobre su hermano Noel y compañeros como Blur o Pulp, siempre elogió a The Stone Roses, el grupo liderado por el cantante Ian Brown y el guitarrista Squire, que firmó con su debut homónimo uno de los mejores trabajos del pop del siglo XX. Y yo no exagero.

Liam cuenta que ver a The Stone Roses en vivo contribuyó, además de su pasión por los Fab Four, a la formación de Oasis. Para el cantante cejijunto de Oasis, Squire es “el mejor guitarrista de su generación”. Y, siempre desmedido, remata con un “y del mundo, en mi opinión”. El disco conjunto, titulado como sus dos autores y con Liam por delante, tuvo como embrión la colaboración del guitarrista en la canción Champagne Supernova de Oasis, cuando Liam la interpretó en el festival Knebworth, en 2022.

A partir de entonces llegó la invitación de Squire a Liam para compartir un disco. El voceras puso como condición que tuviera “muchas guitarras”. Y se pusieron a ello, con el guitarrista a la composición musical y de textos, y Liam redondeando melodías y estribillos vía telemática. El paso siguiente fue unas sesiones en el estudio casero del ex Stone Roses, en la ciudad inglesa de Macclesfield, y el viaje definitivo a Los Ángeles, donde se registró el álbum con reputados instrumentistas como Greg Kurstin al bajo y Joey Waronker a la batería.

El resultado final, editado por Warner, presenta 40 minutos repartidos en una decena de composiciones y se revela como hijo natural del dúo, cuya impronta –el registro vocal airado de uno y el desarrollo emotivo aunque imperfecto en la técnica del otro– se advierte con un sonido predecible y clásico que no introduce novedad alguna y que, por ello, convencerá a sus seguidores.

Liam Gallagher & John Squire supura guitarras y se nutre de estribillos molones, solos virtuosos, cierta carga de blues tras la estela de clásicos como Jimmy Page y otro Jimy, Hendrix, y una pátina de psicodelia envolviéndolo todo, como sucedía con temas inolvidables de Squire como She Bangs the Drum o Waterfall, aunque sin llegar a sus altas cotas artísticas, algo a lo que no contribuye el contenido de las letras, firmadas por el guitarrista, a menudo previsibles. De Manchester a Liverpool el disco se abre con Raise Your Hands, una canción de reafirmación personal, entre coros y “nananás”, palmas y ecos glam, con Liam vociferando “levanta las manos, puedo verte, estamos vivos”. Otro de sus aciertos, seguro para el escenario, es Mars to Liverpool, donde los mancunianos introducen teclados y Liam canta más dulce que nunca, rozando el falsete, “aquí viene este sentimiento, aquí viene de nuevo”.

Entre efectistas solos y alardes vocales, el dúo embadurna de psicodelia Just Another Rainbow, en la que parecen caídos en una olla hirviente de psicotrópicos mientras buscan el cielo y el arcoiris “fuera de control”. El viaje incluye algunos versos irreverentes/provocadores –“deberías haberme jodido cuando tuviste la oportunidad” o “estoy harto de la guerra, de la paz y de esta canción”–, y dice agur con Mother Nature’s Song, en clave hippie y fusilando el título de un tema del Disco Blanco de The Beatles. Y lo hacen con guitarras a lo George Harrison y la petición de escuchar a la Pacha Mama... y respetarla. Que nadie espere otro Live Forever, Supersonic o I Wanna Be Adored. A pesar de ello, es un disco más que digno que no arrastra por el barro el legado de dos iconos de la música popular.