Rosa Montero (Madrid, 1951) no concibe su vida sin la escritura. Lleva hilando palabras para tejer historias desde que tenía casi seis años, cuando escribió la primera “sobre unas ratitas que hablaban”. Casi siete décadas después, tiene a sus espaldas una abultada bibliografía, que se divide entre los géneros del ensayo, la ficción y el periodismo. El último tomo de este catálogo, Cuentos verdaderos, verá la luz el próximo 14 de marzo y recoge las crónicas que la escritora firmó en la transición. A su juicio, dibujan un país cutre y poco desarrollado; “una selva por la que había que abrirse paso a machetazos”. Sobre este libro, que todavía huele a tinta fresca, habló la autora ayer con DEIA antes de disertar sobre periodismo y literatura con Gemma Ruiz en el marco del festival Gutun Zuria. Al hilo de esa relación, Montero reivindica el periodismo escrito como “un género tan literario como cualquiera”. 

¿Llegó a la literatura a través del periodismo? 

No, al contrario. Además, el periodismo escrito es un género literario. A Sangre Fría, de Truman Capote, es un reportaje y es un libro literariamente formidable. Como la mayoría de los novelistas, empecé a escribir de niña y cuando tenía casi seis años completé mis primeros cuentos, sobre ratitas que hablaban. Y no he parado desde entonces, aunque siempre supe que no iba a poder vivir de la ficción. 

Cualquiera lo diría.

Situémonos. Estábamos en el franquismo, los escritores españoles no vendían nada y, siendo mujer, pensé que iba a ser aún más difícil. Pensé en dedicarme al periodismo y empecé a trabajar como tal con 19 años. Eso sí, seguía escribiendo ficción, sabía que algún día publicaría novelas. Asimismo, es muy raro el escritor que cultiva un sólo género. Octavio Paz, por ejemplo, era ensayista y poeta. Y el ensayo y la poesía no pueden ser géneros más distintos, pero a él nadie le preguntaba cómo pasaba de uno a otro.

Pero a usted sí se lo preguntan.

Cosa que no entiendo, pero sí, me lo preguntan todo el rato. Yo me considero una escritora que cultiva la ficción, el periodismo y el ensayo, tres cosas que se relacionan muy fácilmente a pesar de ser muy distintas. En el periodismo la claridad es un valor. Cuanto más clara y menos equívoca sea una pieza, mejor.

¿Y en la novela? 

El valor es la ambigüedad. Cuantas más interpretaciones tenga, mejor. Y es que, cuando escribes una pieza periodística, eres un árbol que habla de los árboles que tienes alrededor. Y cuando pasas a la novela, te conviertes en un pájaro que se eleva por encima del bosque para hablar de él, incluso viéndote a ti mismo como árbol. 

"La realidad es una construcción imaginaria. La gente habla de ella como si fuera algo firme, pero no es verdad"

Rosa montero defiende que la ficción tiene mucho de realidad Oskar González

Dicen, algunos, que la ficción es un producto vicario de la realidad. ¿Puede que sea ahí donde se encuentre el nexo de unión entre la novela y el periodismo?

No, la ficción no es vicaria de nada, es realidad. Tanto escribir como leer un libro es una manera de vivir y la realidad es una construcción imaginaria. La gente habla de ella como si fuera algo firme, pero no es verdad. La relación que tiene uno con esta cambia constantemente dependiendo de los valores, de la cultura, de lo que tú eres. Si yo te digo que me he encontrado con el demonio en la sala, que tenía unos cuernos rojos y llameantes y que olía azufre pensarías que estoy delirando. En cambio, si estuviéramos en el siglo XII no sólo me creerías, sino que te interesaría muchísimo. Hasta tal punto es subjetiva la realidad que lo que creemos recordar es un cuento, un cuento que va cambiando. Lo que recuerdo de mi infancia ahora no es lo que recordaba hace 20 años. 

¿En qué lugares halla sus historias?

Tú no buscas las historias narrativas, son ellas las que te encuentran. Las novelas son como los sueños de la humanidad, son sueños que se sueñan con los ojos abiertos. Nacen del inconsciente, no las controlo, las historias que tengo que escribir me escogen para ser narradas. Los creadores tenemos la cabeza sin acabar de madurar, esto es una verdad neurológica. 

¡Vaya! Desconocía ese dato.

El cerebro humano no madura del todo hasta los 30 años. Uno de los pasos de maduración más importantes sucede en la pubertad. Hasta entonces, el cerebro humano está tremendamente interconectado, es una tormenta eléctrica y química. Por eso los niños tienen esa imaginación desbordante. En la pubertad se produce una poda radical de las conexiones neurológicas que no son útiles, pero un 20% de la población no pasa por esa poda y su cerebro no madura nunca del todo. En ese grupo están las personas con trastornos mentales y la gente creativa. Mi cerebro no ha sido podado del todo, tengo un montón de imágenes dentro de él. Un día cualquiera, una de esas imágenes te emociona tanto que tienes que escribir sobre ella. Ahí nace la novela. 

¿Su formación como periodista influye, de alguna manera, en su manera de abordar sus novelas? 

Todo lo que tú eres, influye. Ser periodista te nutre, porque te permite conocer muchos mundos, físicos e interiores, pero no influye en el estilo. La ficción es una manera distinta de colocarse frente a la escritura y, si haces novela periodística, harás mala novela. De la misma manera, si haces periodismo novelado, harás mal periodismo. Hay que separar ambas cosas.

Acaba de anunciar que vuelve a colaborar con Oliver Truck, con quien ya ha escrito un libro en comandita. ¿Cómo se gesta esta relación profesional? ¿Qué le está aportando en su plano personal? 

Fue casualidad. En Lyon (Francia) se celebra el festival de novela negra Quais du Polar. Decidieron que, en cada edición, se iba a publicar una novelita escrita a cuatro manos, entre un autor u autora de Francia y un autor u autora del país invitado. Y me ofrecieron colaborar con Truck.

"El 14 de marzo, saco Cuentos verdaderos, un libro que recoge las crónicas que escribí en la transición"

Rosa montero enfila marzo con una novedad editorial Oskar González

¿Y cómo es eso de escribir un libro a cuatro manos después de publicar una abultada bibliografía en solitario? 

Fue un proceso muy divertido. Cada vez que nos mandábamos un capítulo por mail había una excitación por saber qué había hecho el otro con los personajes. El resultado es algo pequeño, de tan solo ocho capítulos. Pero salió bien. Incluso nos lo ha comprado Netflix para hacer una película. Por eso, decidimos hacer algo más extenso tomándonos la cosa con más calma. Me corresponde hacer el primer capítulo, pero aún no he tenido tiempo de escribirlo. He estado a mil cosas (ríe). El 14 de marzo, saco Cuentos verdaderos, un libro que recoge las crónicas que escribí en la transición. La más antigua tiene 45 años y la más moderna 35. Una barbaridad. 

¿Por qué ese título?

Porque las crónicas son muy literarias en la forma, parecen cuentos. Pero, como decía antes, no es un periodismo demasiado novelado. Este es un género que tiene un factor notarial. Si yo digo que los asesinos de Atocha se tomaron un carajillo antes de subir al despacho en el bar de enfrente, es porque estuve allí y el dueño me lo contó. Este tipo de periodismo es un trabajo de morirse, cada cosa se tiene que verificar punto por punto.

¿Cómo definiría esa época en la que se sitúan estas crónicas? 

Como algo cutre. A veces se nos olvida lo cutre que era este país, lo poco desarrollado que estaba… Era como abrirse paso a machetazos por una jungla. ¡Tremendo! En el libro salen varias cosas tan violentas como las matanzas de Atocha y varios secuestros de ETA. También aborda la mítica gira que Miguel Ríos hizo en 1982. La viví por dentro, porque fui con ellos en la furgoneta para hacer un reportaje –Diario de una groupie – y los empresarios eran unos chorizos. 

Sigue habiendo unos cuantos...

Sí, pero te aseguro que aquello era terrible. Haciendo un reportaje sobre el Teatro Chen de Manolita Chen, comprobé que trabajaban sin contrato, ni seguridad social. 

¿Qué le aportó cubrir periodísticamente sucesos como las matanzas de Atocha o el Tejerazo?

Te sientes en primera línea de la vida. El libro no lo recoge, pero me sentí una privilegiada cuando estuve en la caída del Muro de Berlín. Estar ahí, hablar con todo el mundo y cubrir ese momento fue muy emocionante.