Tras el éxito de su ópera prima Carmen y Lola, con la que conmovió los corazones del jurado del festival internacional de Cannes, la directora bilbaina Arantxa Echevarría se ha lanzado a contar una historia sobre la comunidad china que vive en Madrid para construir un largometraje en el que enfrenta tres historias, de tres jóvenes de ascendencia china. Chinas abrió ayer lunes Zinexit, la Muestra de Cine y Derechos Humanos que promueve el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, a través de su Dirección de Víctimas, Derechos Humanos y Diversidad, un festival que regresa a Bilbao un año más para invitar a la reflexión en torno a los derechos fundamentales a partir de obras cinematográficas de referencia.
Como esta tercera película de la cineasta bilbaina, que saltó al éxito con su acercamiento al mundo gitano desde una pareja imposible de jóvenes lesbianas, tras llevar décadas de trabajo en la industria, casi siempre como operadora de cámara o directora de segunda unidad. “La idea de Chinas me surgió cuando trabajaba haciendo cortos en unas condiciones cutres, sin un duro. Vivía encima de una tienda de alimentación regentada por chinos y siempre bajaba a última hora de la noche a comprar algo de leche o un sándwich y me hice muy amiga de la niña, Lucía, que siempre estaba ahí hasta las 11 de la noche haciendo los deberes. La niña me pedía un autógrafo de Mario Casas, yo hacía cortos muy pequeños y ni le conocía; tuvimos una relación muy bonita”, explica Echevarria. Recuerda que la relación con la madre era un poco más lejana porque apenas hablaba español. “Y un día, de pronto me sacó una carta y me preguntó qué es lo que decía. Le comenté que era la carta de los Reyes Magos de Lucía. La madre me miraba y no entendía nada, intenté convencerla porque todos los niños de su clase iban a tener regalos; Lucía es española, aunque tenga padres chinos. La madre no quería hacerlo porque, obviamente, su cultura es otra y no tienen una relación con los Reyes. Entonces, todo se hubiera quedado como una mera anécdota hasta el día en que Lucía cogió la carta porque su madre no la mandaba y me la dio para que yo la echara porque si no, los Reyes no le iban a traer nada. Ese día me cambió la vida y decidí contar esa historia sobre la comunidad china, una de las más numerosas que hay en muchas ciudades europeas y sin embargo, una gran desconocida”.
La directora bilbaina, que lleva varios años viviendo en Madrid, relata que el proceso de investigación no fue nada fácil. “Fui al barrio de Madrid donde estaba la mayor población china y me acerqué a una asociación de mayores. No hablaban español y entonces empecé a pensar: Dios mío, en qué lío me he metido”. Reconoce que pensó que iba ser más complicado que entrar en el mundo de los gitanos , “pero más tarde, tuve la suerte de encontrar a la asociación Liwai, muy relacionada con la identidad. Cuando comencé el casting, venían los adolescentes y niños, pero la gente mayor estaba trabajando, estaban metidos en sus bazares, en los restaurantes... Tuvimos que ir donde ellos y, poco a poco, conseguimos conformar el casting; con lo complicado que fue, conseguimos crear algo muy mágico”.
Arantxa Echevarría consiguió emocionar también a las actrices Carolina Yuste y Leonor Watling, que accedieron a participar en esta película independiente y con pequeño presupuesto. “Quisieron trabajar conmigo cuando leyeron el guion. Ellas son dos grandes”, reconoce.
El rodaje tampoco fue sencillo, ya que la cineasta se encontró con el problema del idioma. “La gente mayor no habla español y yo no hablo chino; al principio, por mucho que me tradujeran, no sabía si estaban actuando bien, si lo que decían era interesante. Lo grababa para que me lo volvieron a traducir, y de pronto, empecé a darme cuenta de que, aunque no entendía lo que hablaba, sabía si lo estaban haciendo bien o mal. Pasó algo ahí maravilloso, lo que me reafirmó en que los sentimientos no tienen que ver ni con el lenguaje ni con la nacionalidad”.
Racismo e identidad
Entre los temas que aborda el filme, se encuentran los del racismo y la integración. “Seguimos siendo una sociedad racista y clasista, pero no solo la española, creo que todo el mundo. Solo hay que ver lo que pasa con los migrantes de cualquier parte del mundo y además somos clasistas, es decir, si el jugador de fútbol que gana más pasta es negro, nos parece maravilloso y simpatiquísimo, pero si es un chico que está con el top manta vendiendo DVD, no queremos saber nada de él. Ese componente racista es algo que me perturba mucho porque todo el mundo tiene alguien en la familia que se ha ido a Suiza, a Alemania... En mi ADN soy vasca, pero seguro que tengo ahí una mezcla de mil opciones. Y siempre me llama la atención que nosotros, siendo migrantes por naturaleza, nos permitamos el lujo de mirar al otro desde arriba, con paternalismo”.
La directora confiesa que “le da mucha rabia cuando dicen que, por ejemplo, la comunidad china no se integra, esa integración me asusta mucho porque me suena a que la gente que viene de fuera tiene que acostumbrarse a nuestra cultura, a hacerlo todo como nosotros y creo que hay que hablar más de convivencia, que nosotros también les demos la mano. Yo no quiero que pierdan su cultura porque creo que va a enriquecer la mía”.
Echevarria no cree que con su cine pueda cambiar la sociedad, “pero quizá algún espectador, después de ver la película, tenga unos sentimientos encontrados”.
Mirada femenina
Arantxa Echevarría porta una mochila que “no puedo evitar, que es ser mujer haciendo cine. Tanto Carmen y Lola como Chinas hablan del racismo y de identidad, pero son personajes femeninos con problemáticas femeninas. Y esa mochila no me la puedo quitar porque me he pasado toda la vida viendo películas de hombres o leyendo libros de hombres o viendo incluso la publicidad y la tele a través de los ojos de los hombres. Tengo esa sensación de que tenemos ahora un hueco, como una pequeña autopista, donde las mujeres estamos contando historias. Además, tengo que contar algo con lo que pueda sentirme orgullosa conmigo misma. Y si tienes a un espectador durante una hora y media encerrado en una sala, a oscuras, sin el móvil, sin el trabajo, sin los niños, y que de pronto está escuchando tu voz, es necesario que lo que le cuentes sea algo interesante, que le haga reflexionar. También me encanta hacerles reír, porque también hago ese otro tipo de cine, pero quiero que ese rato que están en el cine miren otros mundos y otras vidas”.
Arantxa Echevarría empezará en febrero un nuevo proyecto, que rodará en Bilbao y Donostia, y que llevará por título La infiltrada. “Me voy a volver a meter en otro lío, es que no salgo de uno y ya me meto en otro (se ríe)”. Llevará al cine la historia de la única policía infiltrada en ETA, la topo Aranzazu Berradre que se hizo pasar por etarra durante ocho años y propició la caída del Comando Donosti. “Es el viaje emocional de esta mujer, que se metió en la boca del huracán en los años 90 y con todo el conflicto vasco a flor de piel”, concluye.