Entre 1960 y 1963 los gobiernos español y australiano firmaron un acuerdo de inmigración para enviar a mujeres, la mayoría de ellas vascas, al país oceánico. La investigadora Natalia Ortiz, afincada en Australia desde hace 28 años, ha recogido las experiencias de buena parte de estas protagonistas en el libro El Plan Marta (1960-1963), que presentó esta semana en el Convento de Santa Teresa de Donostia.

¿Cómo se interesó por esta historia?

Estaba investigando sobre la inmigración española en Australia para mi doctorado y di con un libro que hablaba sobre los españoles que habían ido a cortar caña de azúcar a finales de los años 50, que eran mayoritariamente vascos. Había una parte muy pequeñita en la que se mencionaba el Plan Marta, que quería enviar a mujeres a casarse con algunos de estos cortadores de caña. Le escribí al autor, Ignacio García, que es un colega mío, y me dijo que era una historia fascinante, pero muy difícil de hacer porque no había nada escrito y estas mujeres, hoy en día, son muy mayores. Pensé que tenía que intentarlo y he investigado durante seis años. Al principio, no tenía ni idea de que iba a hacer un libro porque no sabía lo que había detrás. Ha sido un descubrimiento para todos.

¿Fue complicado dar con esta información?

En un principio sí, porque no había documentación. Una chica, Gloria Totoricagüena, hizo un trabajo excepcional sobre la diáspora vasca y mencionaba a las martas, pero no había nada más, así que la investigación tenía que ser a través de la propia comunidad. Lo más difícil fue encontrar a una de las mujeres que llegó en ese primer avión a Australia. Ella me dio el teléfono de una amiga, esta de otra, y así pude ir tirando del hilo.

¿Cómo las convenció para que le contaran su historia vital?

Fue muy complicado ganarme su confianza. Hubo, por ejemplo, una mujer, con la que había hablado por teléfono y a la que le había explicado lo que estaba haciendo, que me había citado en su casa, pero cuando llegué, la mujer misteriosamente no estaba y me abrió la puerta su nieto preguntando a ver qué quería. Es gente mayor, vulnerable, y que quiere saber por qué estás interesada en ellos.

¿En qué consistía exactamente el ‘Plan Marta’ y quién estaba detrás?

En un principio los cortadores de caña españoles estaban en zonas muy apartadas de Queensland y, además, trabajaban en el tabaco y en la fruta cuando se acababa la temporada de caña. Vivían en barracones con otros hombres, muchos de ellos italianos y yugoslavos. De hecho, muchos vascos aprendieron antes italiano que inglés. Tenían mucha soledad, a muchos kilómetros de sus casas, y empezaron a pedir que les repatriaran. Eso era algo que no le interesaba ni al Gobierno español ni al australiano, así que se puso en marcha la idea de llevar a mujeres. Era algo que ya se había hecho con las griegas, aunque estas iban casadas por poderes. El Plan Marta fue el primero en llevar a mujeres para ver qué pasaba.

Por lo tanto, no tenían a ningún conocido en el país.

En un principio era un plan ideado por el régimen franquista y el Gobierno australiano, pero apoyado por la Iglesia católica. Australia quería repoblar el país después de la II Guerra Mundial, pero, sobre todo, quería que fueran católicos. Detrás había un complot muy maquiavélico. La idea era que fueran mujeres solteras, no mayores de 35 años para que pudieran procrear, que fueran muy devotas y con una educación limitada. Querían a personas que, sin ánimo de ofender, no entendieran bien lo que estaban firmando y no se cuestionaran la situación. Aunque las primeras 22 mujeres sí que fueron a ver qué pasaba, después el Gobierno australiano les pidió que sugirieran a hermanas, primas, sobrinas, etcétera, que vinieran. Por lo tanto, aunque muchas no sabían a dónde iban, también había mujeres que iban reclamadas por novios o familiares. De estas, me he encontrado muchas en Gernika.

¿Por algo en particular?

Los primeros trabajadores que fueron allí en los años 30 eran vascos. Compraron tierras que sembraron de azúcar y crearon muy buena fama en la industria azucarera por ser buenos trabajadores y ser honestos. Entonces, cuando comenzó la campaña para traer trabajadores, el Gobierno australiano pidió que fueran vascos, pero el régimen les respondió que no, que serían de toda España. La industria azucarera presionó y dijo que solo querían lo que ya conocían. Así, mucha gente de Gernika emigró porque un amigo iba llamando a otro. En aquella época se ganaba mucho dinero y lo enviaban a casa. Además, por problemas políticos mucha gente prefirió irse. Estos nuevos hombres también empezaron a reclamar mujeres.

¿Se sabe cuántas mujeres pudieron dejar su tierra y dar el salto?

Con el Plan Marta unas 800 de toda España, pero la mayoría eran de Euskadi y, después, de Galicia.

¿Sabían qué era Australia?

No. Las que habían recibido cartas de vecinos y amigos algo más, pero hay que tener en cuenta que lo que escribe un inmigrante a casa siempre es lo bueno. Si encima mandas dinero y fotos de lo bien que te va, piensas que es genial, pero, en realidad, ninguno de ellos ha tenido una vida fácil. Tuvieron que trabajar como mulos. Las que se apuntaban simplemente al Plan Marta no tenían ni idea. A algunas incluso les he dicho yo qué era el plan. Solo sabían que salían de España.

¿Cómo era su vida allí? ¿Llegaban a interactuar con los australianos?

Sí que se integraron, pero es difícil cuando uno no habla el idioma. Les ofrecían clases de inglés, pero muchas de ellas se casaban muy rápido, tenían hijos y se quedaban en casa. Aunque los hombres estaban más acompañados al trabajar en grupo, las mujeres se quedaban más solas. De ahí surgieron los clubes sociales. Estas mujeres fueron fundadoras del club español de Sidney y del de Melbourne, donde ofrecían clases de español, había restaurante… Se llegaron a comprar un edificio de siete pisos en el centro de Sidney. Les dio la vida porque en aquella época allí no había prácticamente nada. Unos años más tarde se fundó el Gure Txoko. Para hacerlo tuvieron que pedir créditos. En el libro uno incluso cuenta que su padre trabajaba en la construcción de la Opera House y, de vez en cuando, se llevaba algo de material para construir el Gure Txoko de Sidney (risas).

La historia guarda muchas similitudes con los pastores vascos que viajaron a Estados Unidos.

Sí. De hecho, muchas querían irse a Canadá, pero era más difícil y les decían que mejor se fueran a Australia. Una de estas mujeres se dio cuenta de lo lejos que estaba el país en el avión, porque tardaban entre tres y cinco días en llegar. Muchas, además, salían de su pueblo por primera vez. Hasta entonces no habían montado nunca en tren. Por eso, un denominador común de todas ellas, sin importar de dónde venían, es la fortaleza. Para mí, han sido una lección de resistencia enorme, pero, sobre todo, de humor. Es lo que les salvó todo estos años. También hay muchos que retornaron.

Eso le iba a preguntar, ¿el ‘Plan Marta’ funcionó?

Funcionó porque hubo muchísimos matrimonios y tuvieron muchos hijos, pero Australia está muy lejos y muchas de estas mujeres tenían un contrato de dos años, por lo que se iban con la idea de regresar. Aunque muchas eran felices en Australia y les iba muy bien, había un gran peso emocional de estar cerca de la familia y de no querer que los hijos crecieran tan lejos. También hay gente que se quedó y ahora tienen hijos, nietos y bisnietos. He intentado dar voz en el libro a todos ellos, porque cuando hablamos del Plan Marta pensamos solo en las mujeres, pero en realidad son también los hijos que tuvieron allí.