La cantante irlandesa Sinéad O´Connor, una de las estrellas más vendedoras del pop en la década de los 90, ha fallecido esta tarde por causas desconocidas, a los 56 años de edad, según ha confirmado su familia en un comunicado. Sinéad tuvo una infancia y madurez difícil, marcada por su defensa de la libertad individual, la resistencia ante una vida poblada de problemas mentales y maltratos, y un férreo afán de superación. Apenas hace año y medio falleció su hijo adolescente.

 

“Con gran tristeza anunciamos el fallecimiento de nuestra querida Sinéad. Su familia y amigos están devastados y solicitamos privacidad en este momento tan difícil”, han señalado fuentes familiares en un comunicado que confirmaba el fallecimiento de la compositora y cantante irlandesa, ejemplo de feminismo, libertad individual y vaivenes personales, sentimentales y mentales. De hecho, en su autobiografía reciente, Sinéad O´Connor, Remembranzas. Escenas de una vida complicada (Libros del Kultrum), aseguraba estar “más loca que una cabra”.

 

Casi cada frase de ese libro descarnado y escrito “desde el dolor”, en sus propias palabras, es una sentencia. Ahí van algunas: “tener un n.º 1 hizo descarrilar mi carrera”; “el negocio de la industria musical no difiere en nada del de la prostitución”; “soy una punk, no una estrella del pop”, “nadie más que yo decidía mi destino”…

 

Radical en su defensa de la libertad individual frente a la industria musical, Sinéad protagonizó una carrera controvertida marcada por los maltratos familiares en la infancia, los problemas mentales, su corte de mangas al éxito masivo tras romper una foto del Papa en televisión, su vida como madre y abuela, su conversión en el siglo XXI al Islam y a su propósito de regreso tras la pandemia con canciones nuevas.

 

Nacida en 1966 en Dublín, la separación de sus progenitores y los problemas mentales de su madre marcaron su niñez y adolescencia, en las que vivió malos tratos familiares, problemas psíquicos que se agudizaron con un accidente (fue golpeada por la puerta de un tren en la cabeza), su cleptomanía y el paso por un reformatorio. “No me gusta la realidad, busco que las canciones me transporten a otro mundo”, confesaba en el libro la irlandesa, que se evadía con Elvis, Bowie, The Impressions, los Zeppelin, Sex Pistols, Lou Reed, Barbra Streisand, The Beatles y su ídolo, Dylan. Y así, “amando la música más que ninguna otra cosa en el mundo” y renegando de la educación pero no de los poemas de Yeats, logró un Grammy y el éxito mundial con su versión de la canción Nothing Compares 2 U, de Prince, incluida en su segundo disco, I Do Not Want What I Haven´t Got.

 

Cercada por el éxito, decidió conducir su carrera por una senda marcada por la autenticidad, ajena a las reglas y presiones de la industria, cambiando de estilo según sus gustos y circunstancias. El rechazo del Grammy a la Mejor Interpretación de Música Alternativa por la citada canción, motivado en que “la música no debe de ser una competición”, y la posterior ruptura de la imagen del Papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 1992 marcaron su vida y su carrera. “Él representaba las falsedades, mentiras y abusos” de la cúpula católica, según Sinnead, que fue apartada y considerada una loca, y posteriormente se convirtió al Islam.

 

“Gané mucho dinero para hombres a los que le importaba una mierda lo que cantaba en mis canciones. Creían que estaba más guapa con la boca cerrada”, escribió Sinéad en su autobiografía. “Hago canción protesta, soy punk, no una cantante pop”, defendió siempre a pesar de su éxito masivo en el milenio pasado. Su carrera reciente le ha llevado a grabar discos de manera periódica y sin presión comercial alguna, a la vez que mantenía una lucha feroz por la custodia de sus dos últimos hijos, uno de ellos el adolescente fallecido hace 18 meses.

 

Aunque su muerte ha sido anunciada en varias ocasiones para posteriormente negarse, Sinéad había superado un intento de suicidio, una operación de ovarios y una crisis nerviosa, y vivía un presente en el que se mostraba como una resistente orgullosa que planeaba volver a la música tras convertirse al Islam y trabajar como voluntaria en apoyo a soldados veteranos enfermos y sin familia. En plena pandemia, Sinéad compaginó la composición de canciones con la obtención del título de auxiliar de enfermería. Su objetivo era ayudar a los demás en “el comienzo de un nuevo mundo; tal vez el de uno mejor”, escribió. Ella, el ángel irlandés de la voz y la mente frágiles, ya no lo vivirá.