A la espera de The Cult, la atracción principal de la primera velada del BBK Bilbao Legends Fest, que no habían saltado al escenario al cierre de esta edición, la cantante estadounidense Nikki Hill ofreció su voz dotada, a lo Tina Turner, y su saber escénico felino con su repaso a una discografía que supuró rock, soul y r&b, y que se elevó entre las digresiones eléctricas de dos hachas veteranas de la guitarra: el alemán y ex-Scorpions Uli Jon Roth, en su vertiente heavy, y la Vargas Blues Band, con poso en el blues.

El Bilbao Arena rozó el lleno en la primera fecha del Legends 2023, consecuencia lógica de un cartel tan ecléctico como siempre aunque mejor hilado que en ediciones anteriores; no sabemos si gracias a cuestiones presupuestarias, acierto en la elección o suerte en las fechas de giras de las estrellas internacionales. El arranque del escenario principal, entre escaso y perezoso público, llegó con la consistente banda sonora euskaldun de Willis Drummond, entre latigazos eléctricos a éxitos como Joan ikustera o Ilegala, y temas de su consistente último disco, del que extrajeron cumbres como Gauzak y el casi metálico Stockholmen.

El testigo lo recogió –y de qué manera– la cantante afroamericana Nikki Lane, joven estadounidense criada en Carolina del Norte y amamantada primero por el gospel antes de curtirse, junto al Misisipi, de los sonidos negros provenientes de Nueva Orleans y Chicago. ¿El resultado? Una particular mezcolanza de r&b, rock´n´roll y soul de la que dan fe tres discos grabados en una década de carretera y de los que puede vanagloriarse. El término leyenda le queda grande debido a su juventud, pero nadie que presenció ayer su concierto en Miribilla llegó a plantearse la idoneidad de su contratación.

El público, entusiasmado, casi llenó Miribilla. Oskar González

Flanqueada por un cuarteto de músicos, Hill salió al escenario pasadas las 20.00 horas como una fiera liberada y protagonizando un arranque furibundo con Get Down, Crawl, que le sirvió para reivindicar su último disco, Feline Roots, en el que volcó la primera parte de su recital, en la que su rugosa garganta soul evocó la de la ardiente Lisa Kekaula, la frontwoman de The Bellrays, y las guitarras de su marido, Matt Hill, y la convincente Laura Chavez –su pericia al mástil, especialmente en los solos, resultó equiparable a su volumen corporal– a la de Bob Vennum si este se hubiera curtido en el r&b.

Espoleada por la potente base rítmica manejada por los brazos y pies del batera Marty Dodson y el bajo palpitante de Mick Gaitan, Hill se merendó pronto a la cada vez más nutrida audiencia con temas recientes como Poisoning the Well, con sus guitarras cortantes y poso blues, Just Can´t Trust You o la rockabilly Don´t Be the Sucker, que sonaron entre su versión de Every Time I see you I Go Wild, que Stevie Wonder grabó en 1967, cuando ella ni había nacido.

Picando de lo personal sin dejar de lado lo social –“parece que vivimos los últimos días de esperanza”, cantó–, Hill, sexy, vestida con un buzo negro, aligeró el octanaje eléctrico con los efluvios reggae de Can´t Love you Back (It´s a shame) antes de lanzarse, cual kamikaze, al rescate de sus discos antiguos, ofreciendo hard soul y rock por un tubo. Bien dotada de voz, dinámica y con una magnífica presencia escénica, Miribilla se convirtió en un volcán en erupción con esta mujer terremoto que mezcló swing y groove en Heavy Hearts, Hard Fists.

Exprimiéndose como un tea ante el público, Hill alternó el r&b y el soul de sus viejos temas con los más rockistas de su último álbum. Felina, como una pantera negra, arañó y se pavoneó con Stritting, jugando a figurar entre grandes como Tina Turner, ZZ Top, los Stones o Aretha Franklin con The Fire That´s in Me, con unos arreglos casi hard rock. Como si tuviera fuego en el cuerpo y tuviera que expulsarlo al exterior. Calor, mucho calor en Miribilla.

Tras el colapso de Hill, llegó el turno de los guitarristas más dotados de la primera: Uli Jon Roth, ex-Scorpions, con gorro en lugar de bandana, y Javier Vargas, líder de la Vargas Blues Band. Sus recitales se solaparon, así que picoteamos algo de uno y otro, lo que sirvió para evidenciar que el alemán y su cuarteto, con un bajista con el que compartió micrófono, maravilló con los solos virtuosos de un repertorio que osciló entre el heavy y los sonidos progresivos, con viajes a su antiguo grupo con In trance o Fly to the Rainbow entre melenas canas al viento y poses heavies con guitarras buscando el cielo. El madrileño convenció con su blues de deje latino, versiones incluidas, en un espacio inadecuado para quien que ha tocado ante audiencias grandes y con Buddy Guy, Santana o Johnny Winter.

Cartel de hoy

El cartel de la última jornada del festival, la de hoy, incluye en el escenario exterior a la banda vizcaina Lorelei Green, en sesión vespertina y a Luke Winslow–King. El principal acogerá a Nikki Lane (23.40 horas) y tres históricos: Canned Heat (17.45 horas), The Waterboys (19.25 horas) y el rockero Chris Isaak (21.30 horas).