Icono del Pop Art, princesa de los lunares, creadora de las famosas Infinity Rooms (habitaciones infinitas), que vuelven locos a instagramers, en las que comparte un universo enigmático y de alucinaciones... Pintora, escultora, escritora, cineasta y performer. Así es Yayoi Kusama (Matsumoto 1929), la artista japonesa más cotizada del mundo. 

La obra de esta mujer menuda que, con su eterna peluca roja, vive en una institución psiquiátrica de Japón desde 1977, llegará al Guggenheim Bilbao el 27 de junio en una de las retrospectivas más completas que se han realizado hasta ahora sobre ella. Serán 200 obras creadas durante casi 70 años de trayectoria, desde los primeros dibujos que realizó siendo una adolescente durante la Segunda Guerra Mundial hasta sus obras inmersivas más recientes. A lo largo de su dilatada carrera ha sido artífice de pinturas, esculturas, performances e instalaciones en las que ha plasmado algunas de sus obsesiones de manera reiterada.

Kusama es una de las figuras claves del arte contemporáneo e icono del siglo XXI. Para ella, el arte siempre ha sido una cuestión de supervivencia. Comenzó muy pronto como vía de escape a las alucinaciones que sufría ya desde pequeña. Los delirios en forma de patrones y puntos que se extendían por las paredes, los techos e incluso por su cuerpo, han acabado configurando obras de arte extensivas y coloristas. 

A los 13 años, tras el ataque de Pearl Harbor, fue reclutada para trabajar cosiendo paracaídas, pero por aquel entonces, Kusama ya se había formado en la pintura tradicional japonesa. El traslado a Nueva York en 1957, donde conoció a Donald Judd, Andy Warhol, Claes Oldenburg y Joseph Cornell, marcó un hito en su carrera artística.

Mientras en Manhattan triunfaba el pop y Warhol reinaba en su Factory y en Studio 54, Kasuma revolucionó la Gran Manzana con sus performances y happenings (en Walking Piece pasea con kimono por Nueva York, mientras en otras acciones aparece desnuda por la ciudad mostrando su rechazo a la guerra de Vietnam), además de manifestarse contra el expresionismo abstracto, que consideraba patriarcal.

Sus grandes temas y preguntas

Kusama obtuvo sus mayores éxitos en EEUU, pero exhausta mentalmente, en 1973 decidió regresar a Japón, un regreso decepcionante donde su arte y sus ideas fueron rechazadas en medio de un ambiente muy conservador. En 1977 decidió ingresar voluntariamente en una institución psiquiátrica de Japón, donde vive en la actualidad. A sus 94 años sigue trabajando con obsesión infinita en su taller en el distrito de Shinjuku (Tokio), al que acude casi todos días. 

La exposición que se podrá ver en el Guggenheim, patrocinada por Iberdrola, se articulará en torno a los grandes temas y preguntas que han guiado sus exploraciones creativas: el infinito, la acumulación, la conectividad radical, lo biocósmico, la muerte y la fuerza de la vida. Kusama denuncia mediante sus obras las discriminaciones raciales y de género, critica la guerra y el militarismo e intenta llamar la atención de los medios de comunicación con sus happenings públicos.

Su obra es también una de los más reconocibles gracias a los numerosos aspectos en común que tienen todas sus piezas. La mayoría de ellas reflejan una de sus mayores obsesiones: los lunares. “Nuestra tierra es solo un lunar entre un millón de estrellas en el cosmos. Los lunares son un camino al infinito. Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos convertimos en parte de la unidad de nuestro entorno”, asegura la artista.

Además, la naturaleza ejerce también una gran fascinación sobre ella. “Este interés es al mismo tiempo místico y literal, como sucede con sus calabazas, que la artista identifica como una especie de espíritu vegetal benévolo y un reflejo de su propia alma, pero a la vez ofrecen una identificación inmediata con la naturaleza”, explican desde el Guggenheim. La retrospectiva Yayoi Kusama de 1945 hasta hoy permanecerá en el Guggenheim Bilbao desde el 27 de junio hasta el 8 de octubre.