En El silencio el guionista, productor y director ejecutivo Aitor Gabilondo se adentra en la complejidad y ambigüedad de un joven, interpretado por Aaron Piper, que no habla tras haber asesinado a sus padres. “Me gusta las series que te incomodan, porque te desafían emocional e intelectualmente”, asevera.

¿Los incentivos fiscales para rodajes en Bizkaia lo están convirtiendo en territorio más atractivo?

—Es un atractivo más que se añade a los atractivos naturales que ya tienen Euskal Herria y Bizkaia. Aunque los profesionales seamos de aquí, al habernos marchado fuera, traer el equipo y establecerse aquí cuesta dinero, también crear infraestructuras. Esos incentivos son una ayuda para hacer que los rodajes sean económicamente viables aquí.

¿Entonces es más una forma de compensar el sobrecoste?

—Exactamente. Al menos ahora es un sobrecoste, si esto motivara que se fueran creando estructuras que puedan retener también a los profesionales aquí y se convirtiera en un lugar de producción con regularidad, las cosas supongo que cambiarían. 

Ya se ha anunciado un futuro plató de rodajes en Zorrotzaurre.

—Me ha llegado. Sería estupendo.

¿Esos incentivos pueden favorecer que cuando un guionista idee un proyecto lo visualice en Bilbao?

—Claro, no solo los guionistas que más o menos lo conocemos, sino aquellos que lo vayan a ver después en televisión o en plataformas pueden ver escenarios que no conocían. La gran cuestión es que teniendo tanta costa, al final la mayoría de las series que se hacían eran de interior, porque se rodaban en Madrid. Solo eso es un gran atractivo. Aparte de que los escenarios sean estéticamente interesantes, creo que cuantos más rodajes haya, más se nos permitirá trasladar la identidad cultural de la zona, lo que también es un valor. 

El rodaje de ‘El silencio’ se llevó a cabo en varias localizaciones de Bilbao. ¿Qué dificultades entraña rodar en entornos tan urbanos?

—Hay que hacerlo bien para que lo que es un beneficio no se convierta en problema, con cortes de calles, moviendo los contenedores… Que no afecte a la población. Elegimos Bilbao porque además de ser una ciudad tan vibrante y fotogénica, tan estilosa, hay muchos Bilbaos. Puedes fotografiarlo de muchas maneras. Esta idea surgió porque en 2022 vivía entre Bilbao y Madrid. Paseando una noche, no tenía muy claro el arranque de esta serie y empecé a fotografiar esta zona, las torres Isozaki, la Casa Aburto… Eso es lo que me inspiró. 

¿Y rodar con un ídolo entre los adolescentes como Aaron Piper?

—Es un chico fantástico, me había fijado en él para otra serie que aún no se ha hecho. Me llamó mucho la atención la rotundidad física que tiene para ser tan joven. En El silencio tiene una mirada muy intimidante que para el personaje nos venía muy bien. Además es ultrafamoso. Hablando con él me comentaba que tras leer el guion se sentía identificado con el personaje por esa cosa de estar siendo observado constantemente por millones de personas que sacan conclusiones sobre él por una fotografía. Eso le ayudó a crear el personaje.

Usted es el showrunner de la serie, una figura muy de moda en Estados Unidos que está llegando a España.

—Sí, está llegando porque cada vez hay más producciones y se está profesionalizando el sector, dando nombre a tareas que se han hecho toda la vida. El showrunner es básicamente el responsable, de principio a fin, de un proyecto. Normalmente es escritor, el que inicia el proyecto y lleva las ideas de producción con la plataforma que sea. 

Pero ser el showrunner implica que tiene su marca.

—Sí, tiene tu impronta, o es lo que intentas, que tenga tu sello.

Cada vez es más difícil distinguirse entre tantas series, se habla mucho de la fatiga de la elección. ¿Qué tiene ‘El silencio’ de especial?

—Creo que es una historia íntima, y esa intimidad nace de las pantallas. Cada vez más las pantallas están en nuestra vida y nuestra intimidad está en las propias pantallas. Nos olvidamos del móvil y se nos altera el pulso, por todo lo que hay dentro de él. Quería narrar cómo sacamos un montón de conclusiones sobre una persona por una fotografía o lo que revela. Curiosamente lo más público que hay ahora es la intimidad, que se regala públicamente.

¿La burbuja de las plataformas está aún por explotar?

—No tengo datos pero creo que sigue en crecimiento. Hay una carrera intensa entre empresas que compiten por nuestro tiempo de ocio: da igual que sea música, series, videojuegos o incluso restaurantes. Vivimos en la cultura del ocio, ocupar ese tiempo es vital para las empresas. Esa carrera va a seguir, lo que ocurre es que a lo mejor se transforma: si ahora son las series después, a lo mejor, será la música. Lo importante es atraernos.

Uno de sus objetivos como guionista es pillar al vuelo problemáticas sociales y convertirlas en espectáculo. En este caso se mete en la criminalidad de menores. ¿Hay algún caso que le sirvió de inspiración?

—Ha habido varios. El primero, hace muchos años, fue el de dos niños que mataron a un bebé en Inglaterra. Hace unos años leí que habían sido puestos en libertad, les habían dado una nueva identidad y les habían puesto una casa lejos de donde ocurrieron los hechos. Cuando un menor comete un crimen siempre se intenta entender qué ha pasado en su cabeza porque parece que no es lógico que una persona tan joven cometa un crimen. Esta era la idea. Con la excusa de prevenir posibles crímenes futuros intentan investigar y mi reflexión ahí es si ese miedo social, representado por esa psiquiatra que aparece en la serie, logra lo contrario, hacerle reaccionar ante ese control extremo.

Una serie sobre un tema tan delicado, ¿podría haberse realizado en la televisión en abierto?

—Tal y como se ha hecho, no. Tengo muy en cuenta cómo se va a mostrar para lograr lo que pretendo. Esta es una serie corta y sé que Netflix cuelga todos los episodios a la vez. Sabiendo eso estructuramos la historia de la manera en la que lo hemos hecho. Si hubiera tenido cortes publicitarios y fuera con un capitulo semanal sería mucho más difícil. Y para ese formato no nos hubiéramos planteado esta historia.

aaraluzea@deia.eus Jose Mari Martinez

El personaje de Aaron Piper parece que no encaja con las dos categorías que diferencia: personas normales que han hecho algo extraordinario o personas extraordinarias haciendo cosas normales.

—No entra ni en una ni en la otra. Me interesaba mostrarle no solo a él, sino a la gente que está alrededor, los que no le quieren perdonar y aunque haya cumplido su pena sospechan de él. Pero también hay otros que quieren rescatarle de sí mismo, otros que quieren acercarse a su notoriedad… nadie se comporta de una manera natural. Él es una persona vulnerable, pero su reacción es violenta.

¿Qué acogida espera que tenga ‘El silencio’? 

—No me lo tomo como una competición, pero es verdad que cada vez tengo más angustia en el estómago con cada estreno. Parece que si no va superbien es un fracaso y no quiero vivir mi vida así. Me gustaría que gustara, que entretenga. Si hace pensar en algo, mejor. Me gusta lanzar preguntas. Siempre que me planteo una historia tengo muy claro lo que quiero contar y cuando he acabado estoy aún más confundido, peor que al principio. Como espectador me gusta que me hagan sentir y pensar. Abogo por series y películas cada vez más complejas y ambiguas, que no sean simplezas para reforzar tus dos o tres ideas tontas de la vida.

¿Que busquen incomodar?

—Claro, que te incomodan porque te desafían emocional e intelectualmente. Ahora que se habla tanto de la violencia masculina, este es un chico violento. Y hay varias mujeres a su alrededor que le quieren salvar. Esa relación es un poco tóxica. Me interesa desplegar por qué pasa.

¿En qué trabaja actualmente?

—Estamos con varios proyectos. Hace poco hemos anunciado Yo adicto, que es la adaptación de un libro escrito por Javier Giner sobre su recuperación de distintas adicciones. También estoy trabajando en otros proyectos que espero que pronto vean la luz.