Su vida bien podría ser el argumento de una de sus películas. Cuando en los años sesenta el cine de autor más vanguardista inundó el mundo del celuloide, en la Polonia comunista una chica de apenas 15 años decidió que ella también quería tener el poder de contar historias desde detrás de una cámara. Más de medio siglo después, Agnieszka Holland es ya reconocida como una de las cineastas más prolíficas del mundo.

Tres veces nominada al Oscar, Holland (Varsovia, 1948) cuenta con una fascinante biografía y trayectoria artística desarrollada entre Europa y EE.UU. Con más de treinta títulos a las espaldas, ha abordado toda clase de temáticas, en las que abundan los héroes, no todos ellos puros, que luchan contra un sistema injusto.

La cineasta polaca, actual directora de la Academia Europea de Cine, recibió ayer en la gala inaugural de Zinebi (Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao) uno de los Mikeldis de honor por su “mirada comprometida con las libertades individuales a lo largo de una trayectoria combativa e íntegra, que ha reflejado los grandes cambios de la Historia de Europa”.

Horas antes, Holland mantenía un encuentro con los medios de comunicación ante la presencia del concejal de Cultura, Gonzalo Olabarria, y la directora del festival, Vanesa Fernández, en el que recordó los inicios de su carrera y habló del presente y del futuro del cine. “Es un honor recibir este premio y estar en Bilbao –confesó– En este momento, el cine en Europa está viviendo un momento muy especial; con el covid ha cambiado el panorama de la distribución, de la producción y de la financiación. Nos enfrentamos ahora a una situación totalmente desconocida a la que se suma la guerra de Ucrania, que no solo infringe un gran sufrimiento a muchas personas sino que además no sabemos cuáles van a ser las repercusiones que va a tener tanto económicas como políticas a nivel mundial. Tampoco sabemos cómo nos vamos a tener que comunicar y eso puede ser precisamente a través del cine. Tenemos más factores desconocidos a los que nos enfrentamos como la crisis climática, por lo tanto el cine quizás está ahí para dar respuesta a estos desconocidos interrogantes como son estos grandes temas tan importantes a los que nos enfrentamos. Y festivales como éste nos permiten unirnos en torno al cine”.

Pero Holland también quiso dar un mensaje optimista: “En esta crisis mundial, como ya el dinero no tiene valor, los bancos están comprando arte, invirtiendo en cine”.

Pronto descubrió su pasión

Nacida en una familia de intelectuales de Breslavia (de madre católica y padre judío), Holland descubrió pronto que el cine era el arte que mejor se adaptaba a su talento, de modo que se trasladó a Praga para estudiar cine en la prestigiosa FAMU. No sería hasta mediados de los años setenta cuando se hizo un hueco en la industria cinematográfica polaca, de la mano de su primer largometraje, Actores provinciales (1978), con el que fue premiada en Cannes. Más tarde, llegaría Una mujer solitaria (1981), que estuvo prohibida durante años en Polonia. La película, que se proyectará hoy en el Guggenheim Bilbao, ya tenía ese estilo crítico y políticamente comprometido que definió la carrera temprana de la cineasta nacida en Varsovia.

“Cuando la acabé me convertí en una emigrante política porque había salido de promoción con mi anterior trabajo y declararon la ley marcial en Polonia y no pude volver. Durante un tiempo, la película solo se pudo ver en círculos underground. En su momento mis colegas estuvieron muy sorprendidos porque mostraba una cara muy oscura de Polonia, parecía que los directores se creían que mi país ya no era así, que había más libertades, que las clases sociales vivían mejor y yo quería mostrar la realidad, que eso no era así. Fue un shock, que es lo que yo quería conseguir, explicar que incluso cuando acabó el comunismo esto no había acabado. Mi cuñado consiguió robar la cinta y entonces, me hicieron una copia de 16 mm, que es la que conseguí mostrar en festivales y recibir premios que me vinieron estupendamente. La mujer solitaria me dio de comer durante una época. Con el tiempo me he dado cuenta de que no es una historia polaca, sino universal”, asegura.

Comenzó después una prolongada carrera fuera de su país: dirigió Amarga cosecha en Alemania –y logró la nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa– y, en coproducción con Francia y Polonia, Europa, Europa (1990), con la que ganó un Globo de Oro y fue nominada al Oscar al mejor guion original. Tras rodar en el Reino Unido El jardín secreto (1993) o Vidas al límite ( 1995) se trasladó a Estados Unidos, donde ha trabajado tanto en el cine (con películas como Washington Square o Copying Beethoven, entre otras) como en la dirección de capítulos para series (The Wire, Juego de cartas o The Affair (entre otras).

Su tercera nominación al Oscar le llegó con motivo de su regreso al cine polaco, con In Darkness (2011). De vuelta en Europa siguió dirigiendo largometrajes como El rastro o Mr. Jones, y prepara su próxima película, titulada provisionalmente Kafka, en torno a la vida del escritor checo. “Va a ser una biografía nada convencional una manera muy particular de contarla porque con Kafka no se puede hacer nada absolutamente clásico”, asegura.

Antes de rodarla, Holland quieren hacer lo que llaman “una película de guerrilla, que se hace rápido y con bajo presupuesto, llamada La frontera verde. “Es la frontera biolorrusa con Polonia, la cual intentan atravesar emigrantes entre Oriente Medio y África y en ella muchos están encontrando la muerte. Es sobre las elecciones que tienes que hacer en la vida, sobre las decisiones que toma esta gente que intenta tener una vida mejor y la de los activistas que intentan ayudar. Políticamente no es fácil esta película, habla sobre cuál va a ser el futuro de Europa, si nos vamos a convertir en una fortaleza y si vamos a poder dar respuesta a esta problemática”.

Holland sigue cargada de proyectos: “El motor de mi vida principal es la curiosidad, yo les digo a mis estudiantes que lo que un buen director necesita es energía, paciencia y curiosidad. Con la edad se van perdiendo todos esos elementos y cuando sienta que estoy a niveles muy bajos, voy a dejar de hacer cine. Pero, de momento, mantengo la curiosidad, y tengo más paciencia”. Pero confiesa que sí tiene previsto dejar de hacer son series. “Fui de las primeras directoras consolidadas que decidí que quería hacer series, al final de los 90 me di cuenta de que el cine americano se había convertido en algo convencional, poco valiente, vi que la energía estaba fluyendo hacia las series que era donde se trataban temas mucho más interesantes. He estado años combinando series con películas pero creo que ya no lo voy a hacer más, porque soy más mayor, no tengo tanto tiempo y sobre todo porque las series se han convertido en algo bastante convencional. Parece que ahora las hacen en función de un algoritmo”.

Y sobre los cambios del cine en estas últimas décadas, Holland lo tiene claro: “Al fin y al cabo, se siguen contando historias de manera audiovisual pero la manera de comunicarte con el público ha cambiado mucho. Estar en una sala oscura, rodeada de gente, con una pantalla enorme, tiene algo especial. No sé si van a desaparecer o están en declive ahora por el covid por la reacción que tenemos la gente a no reunirnos... No sé si el auge de las plataformas actuales va a perdurar”.

En la gala inaugural, familiares del recientemente fallecido cineasta y videoartista, Iñigo Salaberria, recogieron también el Mikeldi de Honor concedido a uno de los pioneros del uso creativo del vídeo en Euskadi. Zinebi ya le rindió homenaje el 27 de octubre en el Bellas Artes, en el que participaron estudiosos de su obra, así como compañeros de Salaberria.