30 años después de editar su primer single, The Drowners, Suede sigue en magnífica forma. El hiato que se tomaron les ha revitalizado y siempre apoyado en los textos y la voz de ese animal de escenario y magnífico cantante llamado Brett Anderson, acaban de publicar Autofiction (BMG), un disco muy autobiográfico grabado en estudio con toda la banda tocando junta. El resultado suena urgente, guitarrero y de espíritu punk aunque la inmediatez pop y glam del quinteto británico no se resiente en singles adhesivos como She still leads me on o 15 again.

Dejemos las cosas claras desde el principio: Anderson es la estrella de aquello que se llamó brit–pop con presente más alentador y atractivo, si exceptuamos a Damon Albar (Blur) y a la par de Jarvis Cocker (Pulp). Olvídate de los cejijuntos Gallagher, que matarían por entregar en 2022 un disco con la pulsión enérgica de Autofiction, lo nuevo de Suede, cuya edición coincide con su 30º aniversario como banda. Además, Anderson tiene la cabeza bien amueblada y no solo es ese animal de escenario dispuesto a dejarse la piel –bañado en sudor– en cada estribillo, sino que además escribe bien.

Quien guste de su música, debe leer sus dos libros autobiográficos: Mañanas negras como el carbón, que llega hasta la formación de Suede, y el posterior Tardes de persianas bajadas, ambos editados por Contra. Allí evidenció su falta de afinidad con el brit-pop, que relaciona con “el olor a cerveza” y “una interpretación patriotera de lo británico”. De hecho, Suede siempre siguió un camino propio, aclarado antes por el glam y las enseñanzas de su ídolo, David Bowie.

Tras un largo hiato, su regreso con Bloodsports en 2013 y sus posteriores discos evidenciaron su recuperación artística, que ahora se consolida con un disco capaz de competir con sus dos primeras obras maestras: Suede y Dog Man Star. Y es que en Autofiction, su noveno álbum de estudio, actual nº 2 de las listas británicas solo superado por el grupo femenino de K–Pop Blackpink, entregan once canciones sin mácula y que muestran todas las virtudes que les han convertido en una de las mejores bandas de pop–rock de las últimas décadas.

“La reacción al disco, lanzado en un sello nuevo para nosotros y en un mundo nuevo, ha sido tan inspiradora como aleccionadora”, explica la banda sobre Autofiction, cuya portada remite a su imaginería vital recurrente –y a la de The Smiths– al incorporar nuevamente el binomio persona y cama, como ya hiciera la banda en Coming Up y Man Dog Star. Letras que rebosan vulnerabilidad y una nueva ferocidad guitarrera conviven en el álbum, cuyo objetivo era capturar el poder y la energía que existen entre banda y audiencia en sus conciertos.

¿Suede punk? Los miembros de Suede grabaron el disco tocando todos juntos en los Konk Studios de Londres con el productor Ed Buller, colaborador de Suede desde sus inicios, ya que estuvo a los mandos técnicos de The Drowners. Anderson considera que Autofiction es “nuestro disco punk, sin silbidos ni campanitas; solo estamos nosotros en una habitación con todos los fallos y errores”. Un grupo “expuesto en todo su desorden primario”, apostilla el vocalista. Y Matt Osman, el bajista, se suma al líder y asegura que en los ensayos y composición ya advirtieron que estas canciones eran “pura emoción física, eso con lo que te aferras a la vida”.

She Stills Leads Me On, dedicado a la madre de Brett, abre el álbum. “Ella me guía, la amé con mi último aliento, con un amor tan fuerte como la muerte… en muchos sentidos aún sigo siendo un niño”, confiesa el vocalista entre acoples, un ritmo urgente, un estribillo de esos por los que mataría Placebo y una guitarra infecciosa, la de Richard Oakes, que se da un festín también en Shadow Shell y la fresca, inmediata, nostálgica y glam 15 Again. La vuelta a los 15 años, cuando todo el mundo “cree saber cómo te sientes”.

Brett se luce en medios tiempos como The Only Way I Can Love You, donde guitarras y teclados empastan y crean una pared instrumental para cantarle al amor –“finjo que no te adoro, pero recibiría una bala por ti”–, y lo mismo ocurre con las baladas, entre las que destacan Drive Myself Home, apoteósica y pomposa en sus cuerdas, y What Am I Without You?, declaración de entrega a los fans: “Ay, qué soy sin ti/tu amor me hace arder y aquí en el escenario no sé adónde me lleva, y me quedo ahí”.

Igualmente autobiográfica suena That Boy On The Stage, donde Brett saca a pasear su falsete en este striptease sobre una estrella de rock que se sube al escenario para “hablar de amor y poder”, halaga a su público y “no puede controlar la rabia”. Sudor e ira que se amplía al resto del repertorio, caracterizado por cierta oscuridad y ritmos postpunk, especialmente en Personality Disorder, un cruce entre los legendarios The Fall y bandas contemporáneas como Dry Cleaning o Fountains D. C., y Black Ice, con un bajo trepanador que golpea el estómago mientras las guitarras se alían para arañártelo, al igual que su letra: “la vida sin peligro no es vida, porque todo amor es dolor”. Suede regresan vulnerables, rabiosos y en gran forma. Ahora, a esperar que vengan a comerse algún escenario vasco en 2023.