Con parte de su obra en importantes colecciones privadas y públicas, Ana Román (Bilbao, 1962) ha participado en numerosas muestras individuales y colectivas. Ahora pone a dialogar sus retratos con los de Goya en la exposición BBKateak del Bellas Artes, con la que el museo bilbaino ha reabierto las 21 salas del edificio antiguo y en la que propone un “cara a cara” entre sus creadores. El objetivo es ofrecer una nueva visibilidad a la colección del museo a través de sus nombres propios, Durero, Bacon, Anguisola, El Greco, Chillida, Oteiza... pero también de artistas contemporáneos como Lazkano, Urzay, Gema Intxausti, Tamayo o la propia Ana Román.

Aunque la mezcla puede parecer explosiva -Ana Román y Goya- funciona a la perfección. A nuestra protagonista le ha tocado como compañero el pintor aragonés, uno de los más grandes artistas de la historia, del que se muestran tres de sus retratos realizados a finales de la década de 1780, que habían sido propiedad de la acaudalada familia vizcaina Adán de Yarza. Fueron trasladados de la casa familiar en 1937 por orden del Gobierno vasco, ante el avance sobre tierras vizcainas de las tropas sublevadas de Franco, y permanecieron desde entonces fuera de España. 

En 2019, sus descendientes los donaron al Bellas Artes. Ahora, se unen a las figuras inmóviles de Ana Román. La exposición se puede ver en el museo hasta el 26 de septiembre, aunque las obras y los artistas se irán rotando. En total, se exhibirán 300 de más de 100 creadores en más de medio centenar de montajes.

¿Cómo se llevan sus retratos con los de Goya?

Muy bien, hay química entre ellos. La selección está hecha sobre todo por impulso, pero es un impulso compartido con Miguel (Zugaza) y Edu (su pareja y también artista). He hecho pruebas en sala con las tres obras de Goya y las mías, creo que las teníamos visualizadas los tres en este caso desde hace muchísimo tiempo. Cuando colocamos las obras, fue un subidón, han pasado 242 años, pero en realidad, no importa, parece que se estaban esperando. 

En este caso, uno de sus retratos espía al que realizó Goya a la aristocrática vasca Bernarda Tavira.

En realidad, parece que están espiando las dos juntas (ja, ja,ja...).. De hecho, durante el montaje hubo un momento en el que se descolgó mi cuadro y, parecerá una bobada, pero Bernarda se quedó como triste. Cuando se volvió a subir el cuadro, salía como chispas. El técnico que estaba filmando lo sintió también. No sé si mi cuadro activa al otro o el del pintor aragonés activa el mío, pero funcionan. 

“Cuando coloqué mis retratos con los de Goya fue un subidón, creo que hay química entre ellos”

Su cuadro corresponde a sus primeros ‘Ayudantes domésticos’, que realizó en 1993. ¿Cómo surgieron?

Estaba embarazada de mi primer hijo, Martín, y el año anterior había recibido una beca de la BBK. Además de una cuantía de dinero, me permitió realizar una exposición. Estaba en un momento muy importante de mi vida, era consciente de que la vida me iba a cambiar con mi maternidad. Esta serie se me ocurrió entonces, pensé, a ver si es niña o niño, me daba igual, se convierte en ingeniero de sistemas y me construye unos ayudantes domésticos que me hagan esas labores que yo considero importantes y que no voy a tener tiempo para hacerlas porque quería seguir pintando, estar con mis peques... Y ahí surgieron mis primeros ayudantes domésticos, la plancha, el mayordomo, el jardinero y esta espía, que está al tanto de todo lo que acontece. Me pasa la información, porque yo no puedo estar en todos los sitios a la vez. 

¿Le ha pasado mucha información de Bernardo Tavira?

Ja, ja, ja... Creo que se respetan mutuamente. Bernarda Tavira fue la que encargó a Goya que le hiciera un retrato a su hijo y a su nuera y ya de paso, a ella. Los tres están en familia en esta sala con tres obras mías, La espía, La bombilla y Before Dancing.

¿Eligió a Goya o le tocó a la hora de repartir de las parejas?

Me lo dio Miguel (Zugaza), que tiene mucho ojo. Es una persona sensible, con una trayectoria de mucho camino. Me lo comentó hace tiempo, para mí ha sido un honor. Son retratos, hay una conexión bastante evidente en las formas... No importa el tiempo que los distancia, eso corrobora lo que yo siempre digo, el tiempo es una forma de entendernos, de organizarnos, de estudiar. Pero, al final, las cosas que mueven al ser humano son las mismas: el amor, el odio, la vida, la muerte, el deseo, la envidia...

Hay muchas mujeres creadoras en la exposición...

Es maravilloso que cada vez haya más, esta es una muestra en el que se valora el trabajo al artista indistintamente de que sea hombre o mujer y eso me parece muy importante. Se valora la obra, al artista... Tendría que haber tanta presencia de mujeres también en muchos foros, porque yo he vivido las dificultades que hemos tenido en el mundo del arte, aunque también he conectado muy bien con gente que me ha apoyado desde que era muy jovencita, antes de acabar la universidad, como Leopoldo Zugaza. Afortunadamente, las mujeres creadoras cada vez están ganando más visibilidad.

Hay una parte fundamental de su obra que se basa en piezas de ingeniería, mecánica, que articula, crea, dispone... ¿De dónde le viene ese interés?

De niña era muy tranquila, enfermiza, pasaba mucho tiempo en casa dibujando, aunque luego había otro lado de mí que era muy fuerte. Siempre he vivido entre dos mundos, el urbano, mi padre trabajaba en Altos Hornos y era inventor y lector, mi casa, que era muy pequeña, estaba llena de libros. Y al lado, estaba el caserío de mi abuela, el mundo rural, donde me pasaba mucho tiempo, en la huerta... Mi madre era modista, hacía los vestidos de novia a las mujeres de los caseríos de al lado. Ese fue mi mundo, creo que de ahí me ha venido esta inquietud. 

“Creé mi serie mis ‘Ayudantes domésticos’ cuando estaba embarazada de mi primer hijo”

¿Siempre ha querido dedicarse a la pintura?

Desde muy pequeña, salvo una época en la que quise ser trapecista y bailarina de ballet, pero no era tan buena para dedicarme a ello. Enseguida comprendí que cuando era más feliz era dibujando. A los nueve años, me regalaron un tomo de historia del arte de una colección, que abarcaba desde el Barroco hasta el postimpresionismo. Recuerdo que cada sábado me sentaba en el sofá con el libro y me pasaba el día mirándolo. Cuando llegaba a la mitad, me paraba en las imágenes de Goya, me gustaban todos sus cuadros y cuando llegaba a Saturno, devorando a su hijo me daba terror. No podía entender que un artista pudiera pintar a Las majas y luego algo tan terrorífico como Saturno... De mayor, me di cuenta que lo que me atraía de él era su fuerza.

¿Siempre se ha decantado por la pintura?

Cursé la especialidad de Pintura, he realizado otras disciplinas, pero pintar para mí es como respirar. No me digas que no pinte o dibuje porque me moriría, aunque también he hecho muchas cosas. Cuando empecé en la universidad me encantaba el expresionismo alemán, de hecho pedí junto con Edu (su marido) la beca del Gobierno vasco y nos fuimos a Kassel. Estuvimos allí dos años, pero descubrí muchas cosas, se fue minimizando la superficie y fui creando otros discursos de representar más tranquilos, aunque no por eso menos fuertes, pero más limpios, más serenos.

Comparte vida y profesión con su marido, el artista Edu López desde que iban a la universidad. ¿Cómo se trabaja al lado de su pareja?

Sin él no soy nada. Somos un tándem, como pareja le quiero muchísimo y profesionalmente estaría perdida sin él y él, creo que también sin mí. Pero, es curioso, estamos dos horas trabajando seguidas y no nos decimos nada. Tenemos también nuestra independencia. Ahora somos cuatro, con mis dos hijos, Martín y María, que también son artistas. En el espacio Marzana, cuando expuse en 2011 Iron flowers, conté con Martín y también para los documentales que he hecho, porque es muy bueno. Es como yo con los cuadros, va a la esencia. Y con mi hija Marta, que se dedica a las artes escénicas, hemos hecho monólogos que intervienen en el espacio donde están las obras. Estoy muy orgullosa de ellos. Me hubiera gustado que fueran ingenieros de sistemas para que me construyeran mis asistentes personales, pero no ha podido ser (bromea). Han elegido lo que ellos han querido, éste es un mundo duro, y eso que yo no me voy a quejar. Hago lo que quiero, lo que me gusta, aunque lógicamente he tenido mis temporadas mejores y peores, pero soy fiel a mí misma.