Falta menos de una hora para el estreno de Muerte de un viajante en el Teatro Arriaga y no hay noticias de uno de los intérpretes en los camerinos. El protagonista principal, Imanol Arias, no puede ocultar su inquietud: "Nunca llega tarde", justifica el actor sobre su compañero, que no es otro que su hijo mayor, Jon Arias. Se tranquiliza cuando por fin responde al teléfono y avisa de que está al caer. "Me ha salido el padre, en lugar de el primer actor", admite, ya con una sonrisa, el veterano intérprete, que por primera vez comparte escenario con su primogénito en una obra en la que rompen moldes. "El ADN común en el teatro explota de una manera brutal", reconoce sobre este montaje del clásico de Arthur Miller en el que dan vida a Willy y Biff Loman. La obra es una de las metas, y quizás logros, del camino que los ha llevado a trabajar juntos: "Esto para mí es como el final de una terapia en la cual me digo a mí mismo: dejo de pedir perdón por ser hijo de Imanol Arias y también por ser actor", reconoce Jon Arias cuando se incorpora a la entrevista.

Imanol Arias se congratula de que la relación que tiene con su hijo no tenga ninguna similitud con la de los papeles que interpretan. "Lo tratamos como una tragedia porque no nos afecta en lo personal. El resultado es sorprendentemente cruel", expone el actor sobre la obra con la que el autor estadounidense ganó el Premio Pulitzer en 1949, de la que se han realizado infinidad de versiones. "Muerte de un viajante nunca ha sido hecha por un padre y un hijo", revela el intérprete sobre este montaje, con versión de Natalio Grueso y dirigido por Ruben Szuchmacher, que podrá verse hasta el sábado en el teatro bilbaino. En un principio, concede que era un deseo y un temor. "Todavía existe esa cosa de: cuidado con el padre importante que le echa una mano al hijo. Como si eso no fuera normal, en el caso de que hubiera sido así". Superadas las suspicacias iniciales, concluyeron que no solamente era una excusa, sino uno de los aspectos más atractivos de este montaje. "Disparamos nuestra realidad hacia el infinito y es muy interesante", considera.

Para llegar hasta este punto, Jon Arias ha tenido que enfrentarse a sus propios fantasmas. "Siempre me ha perturbado que piensen que no estoy por méritos propios y por eso empecé a actuar tan tarde", expone el joven que comenzó su trayectoria en la interpretación a los 28 años, después de publicar tres álbumes como líder de la banda de rock Layabouts. "No les dejaba ni venir a mis conciertos", asegura en referencia a Imanol Arias y a la también actriz Pastora Vega, su madre. "Cuando tocaba en el grupo de música, alguna vez he llegado a decir: me gustaría que algún día pusieran Jon Arias, nada más, sin que ponga 'hijo de'. Ahora, en vez de luchar contra ello, lo abrazo y lo acepto. En mis primeros años jamás hubiera aceptado hacer esto. Puedo trabajar con él y puedo hacer de su hijo. Ha sido exorcizante", reconoce el actor, quien expone que siempre ha sentido que había un doble rasero: "Cuando empecé hice muchísimos castings porque había mucha curiosidad. Por otra parte, en la lupa con la que se me mira, hay una comparación con él".

La familia

El primero que no elude la comparación es el propio Imanol Arias, quien no esconde su orgullo. "Jon tiene mucha genética mía pero es más poderoso físicamente. Lo nuevo es enorme y encoge a lo viejo", afirma sobre el matiz que aporta la relación paterno-filial a la obra, en la que asegura que la interpretación de su hijo está recibiendo muy buenas críticas. Respecto al hecho de que su primogénito se dedique a la interpretación, apunta que es algo que se lleva mejor cuando "los padres viven como verdaderos actores". Se refiere a cómo sus hijos los han acompañado en sus giras para que la familia estuviera unida. "Hay una enorme verdad en este oficio que tardamos mucho en aprender y que ellos aprenden más rápido: el éxito en esta profesión no está en nada de lo que parece. Está en no destrozar nada a cambio de unos aplausos y de un dinero que podrías ganar en cualquier otra parte", expone Imanol Arias, quien asegura que ha sobrevivido a la "gran cantidad de veces" que le han preguntado sobre él y su familia en el ámbito privado, algo que le resulta "tremendamente frustrante".

En Muerte de un viajante "Cuando ves a los padres como individuos, hay padres que pueden ser un desastre, que rompen el canon. Desde que soy adulto y mis padres se separaron -ocurrió en 2009-, he podido analizarles como adultos. Eso hace que podamos hablarnos de igual a igual e, incluso, en momentos de mi juventud, he sentido que yo les estaba aconsejando", revela Jon Arias sobre una realidad que contrasta con el papel de familia nuclear conservadora que interpretan. "Ahora las familias son más próximas a una humanidad que quiere trascender y no morirse en la concomitancia y en la estupidez. Nos reconocemos mucho más a través de la familia", reconoce Imanol Arias al respecto.

Una tragedia

Mucho antes de que su hijo naciera, el fogueado actor, que pasó su infancia en Ermua, ya manifestaba su ambición de dar vida a Willy Loman. "Tenía una concepción del espectáculo que me iba a costar la vida, porque 40 años después se hace de una manera totalmente distinta", expone sobre Muerte de un viajante en referencia a la primera versión que vio, la de José María Rodero en Estudio 1. "Entonces se hacía un melodrama que duraba tres horas y media. Ahora, al abordarlo, he tenido que hacer un reseteo de toda mi memoria como actor", expone Imanol Arias sobre esta obra que no critica al capitalismo salvaje tanto como en un inicio se interpretó. "No permito, ni ningún actor debe permitirse ninguna bondad con Willy Loman. Este señor es un trágico como Otelo o Edipo. Esto es una crítica al capitalismo si el personaje se trata como un imbécil que no ha sabido hacerlo bien y el sistema lo ha tratado peor. Si lo ves trágicamente es una crítica, si lo ves como un melodrama, no", puntualiza sobre esta lectura.

Jon Arias menciona el "mantra" que Willy Loman, un viajante de comercio que a los 63 años ve cómo una vida entregada al trabajo se tambalea, trata de inculcar a sus hijos, es decir, lo que importa son los contactos, las apariencias. "No dejamos de hablar de la necesidad de pertenecer a una casta. Esta obsesión de generaciones anteriores e, incluso la nuestra, por ascender... Llegamos a un momento en el que ese sistema está roto. El bienestar de un país se mide por su capacidad de consumo", critica el intérprete de 34 años. En contraposición, afirma, Biff Loman es un joven que está buscando quién es, al que le gusta la naturaleza y la vida tranquila. "No es ambicioso y eso le convierte en un fallo del sistema. Están apareciendo más Biff a raíz de la pandemia", concluye el actor Jon Arias. l

Público en el teatro

Sin regodearse en el factor "en vivo"

Problema a superar. La versión de Muerte de un viajante está llenando los teatros de todo el Estado, una realidad que contrasta con la evidenciada el pasado lunes en la gala de los Premios MAX, donde instaron a los espectadores a que vuelvan a las salas. "Hay un problema que tenemos que superar. El nuevo espectáculo en vivo, para que sea 100% en vivo, tiene que cumplir la cualidad de que no se regodee de que estamos en vivo. La exhibición del poderío del actor fuera del personaje se acabó, produce rechazo", reflexiona Imanol Arias, quien considera que no tiene sentido solicitar al público, como un sindicato, que vuelvan al teatro. "Cuando se ve con preocupación o por encima, no funciona", afirma.

"Siempre me ha perturbado que piensen que no estoy por méritos propios. Por eso empecé a actuar tan tarde

"El sistema está roto. El bienestar de un país se mide por la capacidad de consumo"

Actor y músico

"Ningún actor debe permitirse ninguna bondad con Willy Loman. Este señor es un trágico como Otelo o Edipo"

"Ahora las familias son más próximas a una humanidad que quiere trascender"

Actor