Con su nueva serie para Movistar+, Jon Kortajarena se siente más actor que nunca. El bilbaino ya no es el mismo que aquel que debutó en el cine de la mano de Tom Ford hace trece años, por mucho que "la ilusión y las ganas de trabajar" sean las mismas. Un cambio que, asegura, es igual de aplicable a una industria, la de la moda, que se ha transformado y que poco tiene que ver con aquella que conoció con tan solo 17 años en Nueva York.

¿Conocía previamente la historia de 'Los Miami'?

-No. Me sonaba algo porque cuando era pequeñito Ana Obregón habló de ellos y se me quedó grabado, pero no tuve más información hasta que una de las versiones del guion de la serie recogía la conversación que había escuchado de su entrevista. Me hizo mucha gracia pero no empecé a descubrir quiénes eran realmente Los Miami hasta que me metí en el tema.

¿Qué conexión tiene su personaje con ellos en la serie?

-El protagonista, el papel que interpreta Álex García, tiene droga de calidad, pero no el mercado para poder venderla. Como tiene mucha ambición y ganas de crecer ve una la posibilidad de llegar a la jet set de la época a través de mí, Caballero, un personaje muy famoso de la televisión con una adicción a la cocaína y al hedonismo brutal. Cree que yo puedo ser el puente entre los adictos del barrio y los famosos. Los Miami es gente de barrio, así que es un contraste difícil. Además, está detrás toda la parte oscura que hay detrás de las drogas, que es un mensaje que muchas veces no se enseña en las series.

Tenemos el caso reciente de 'Fariña', ¿tiene algo que ver con ella?

-Fariña me gustó mucho, pero no creo que sean series que se pueden comparar en cuanto a historia. Confío mucho en la calidad que tiene esta y en cómo se ha rodado y ambientado, pero este es un mundo más de techno y de la noche madrileña en su mayor momento de esplendor. Era el tiempo de la ruta del bakalao, con un mercado que estaba repartido por dos o tres mafias y a la que llega un nuevo protagonista que quiere su hueco a cualquier precio.

Con esta serie, ¿da un paso más en su carrera como actor?

-Como actor, sin duda. Creo que es la serie en la que más maduro es mi punto de vista a la hora de enfrentarme al personaje, donde más me he arriesgado como actor y donde ello más ha salido de mí. Al principio, me daba mucho miedo porque siempre he jugado con una cierta comodidad de poner los personajes cerquita de lo que conozco y aquí ha sido de dar un paso más allá.

Su inicio en la actuación llegó con Tom Ford, ¿le dio algún consejo que a día de hoy siga aplicando?

-Me dijo: trabaja como actor porque eres bueno y vas a aprender. Cuando hice Un hombre soltero, tuve la oportunidad de hacer muchas cosas interesantes, pero yo no me sentía preparado. Creo que merecía un respeto hacia mí y hacia la profesión decir tengo que prepararme antes. Por eso, hice seminarios en Nueva York y Madrid y cuando me sentí preparado llegó la serie La verdad y me lancé. Ahora estoy rodando una película para Netflix con Jamie Dornan e interpreto a un personaje muy diferente a todo lo que he hecho hasta ahora que me está llevando a sitios en los que salgo mucho de mí mismo y eso es algo que me esta enganchando cada vez más.

Desde fuera da la impresión de que se siente más cómodo en personajes más ligados a la comedia.

-La verdad es que no (risas). Es muy difícil. Por ejemplo, en la película que hicimos sobre Eurovision sabía que querían a un presentador muy exagerado y hortera. Aunque yo lo hacía, el director me pedía más. Yo no sabía el código en el que se encontraban el resto de compañeros. Cuando ví la película entendí todo, pero en ese momento estaba acojonado. Al final, tú eres una herramienta del trabajo del director y siempre hay que confiar en él.

¿Se siente un principiante en la profesión o ya no?

-En algunas cosas sí, en otras no y en unas terceras me siento un privilegiado. Me siento un principiante en cuanto a la ilusión. Todavía no tengo acceso a muchos papeles que me gustaría hacer en un futuro, pero también tengo la posibilidad de interpretar a personajes que son maravillosos. El de El Inmortal es un regalo de la vida. Tener la carrera que he tenido antes del cine también me permite tener la tranquilidad de que si en un tiempo no tengo trabajo, no pasa nada. Eso es un lujo.

¿Hay similitudes entre moda, cine y televisión?

-No. Puede ser muy parecida la parte del ego, pero la esencia de la profesión no tiene nada que ver. Por eso, en su momento me fui a la escuela. No hacerlo habría sido un error para mi interpretación. Hay una parte de la máscara que sí guarda ciertas similitudes, pero como profesiones no y eso me gusta. Para hacer algo igual que la moda me habría quedado en ella. Creo que en la moda he hecho todo lo que tenía que hacer, lo he disfrutado y lo seguiré haciendo mientras pueda, pero es otra cosa.

¿Qué queda de ese chaval que con 17 años se fue de Bilbao

-Que me sigo lanzando a la piscina de la misma manera. Confías en que debajo hay una red y a veces la hay y otras no (risas). Sigue la ilusión y las ganas de trabajar con valores y respetándome a mí. Son carreras diferentes, pero la esencia de cómo he empezado es la misma.

Lo que sí parece que ha cambiado es el contexto. Hoy en día, con las plataformas parece que hay más posibilidades que nunca, pero en el caso de la moda, ¿también?

-Si hoy hubiera empezado en el mundo de la moda no habría hecho el mismo camino. La profesión de modelo está desapareciendo. Hace quince años era una figura bonita y natural, casi como una flor, que servía como herramienta para enseñar las prendas de un diseñador que está poniendo a la luz su trabajo. Un modelo era más prestigioso según el número de campañas que tenía. Eso era su currículum. Con las redes sociales ha aparecido gente con un montón de seguidores que pide mucho menos dinero y llega a más públicos. Hemos perdido el glamour inalcanzable, el sueño que es la moda, pero hemos solucionado muchas cuentas pendientes como la democratización y aceptar a mujeres y a hombres de diferentes razas y tipos. Aún así, a veces nos vamos a los extremos. En los 90 las mujeres eran extremadamente delgadas y luego hubo una época de mujeres extremadamente grandes. Tenemos que encontrar la belleza en lo que nos haga felices, no convertirnos en esclavos de la moda que se lleve en cada momento. Hace poco, Edward Enninful, director de Vogue en Reino Unido me presentó en un evento como el último supermodelo hombre. No sé si es algo que me gusta o me da pena, pero esa presentación me hizo pensar en el momento que estamos viviendo.

Y, en ese cambio, ¿no es el propio arte de la moda el que acaba perdiendo?

-El arte se transforma. Estamos dando acceso a que un montón de artistas puedan ser vistos. Antes el mundo de la moda era tan elitista que por mucho talento que tuvieras no necesariamente podías llegar a él. Creo que estamos en un proceso de aprendizaje.

No obstante, vivimos en una sociedad en la que Instagram censura los pechos de las mujeres. ¿Eso no es un paso atrás?

-A veces creemos que vamos a ser más libres y en muchas cosas no lo somos. Que exista un Instagram que censure eso y no la violencia contra los animales es muy fuerte. Esa violencia hiere muchísimo más mi sensibilidad que ver el pezón de una mujer o el culito de un bebé. Hay que hacer una lectura individual de lo que está pasando y de dónde está realmente nuestra libertad.