"¿Si me considero un trovador? Siempre me han llamado así, al principio no me gustaba mucho porque era como si me colocaran en un tiempo pretérito, pero creo que objetivamente es lo que soy, es decir el que canta la poesía", confiesa Amancio Prada (Dehesas, León, 1949), uno de los cantautores más reconocidos del Estado. En su discografía ha cantado los versos de Rosalía de Castro, Federico García Lorca, Becquer, San Juan de la Cruz, Jorge Manrique y Agustín García Calvo, entre otros. "Canto lo que me encanta, esa emoción es lo que mueve mi canto", explica.

Va a ser una semana intensa en Bilbao, la 'semana Prada' se podría denominar.

—Sí, mañana doy un concierto de música de cámara con guitarra y violonchelo, que es la formación más esencial y perenne a lo largo de los años en mi carrera. El martes tengo un coloquio en torno al Canto Espiritual de Juan de la Cruz en la Universidad de Deusto y el jueves y el viernes, los conciertos de temporada de la BOS en Euskalduna, con la Coral Ondarreta, dirigida por Iñaki Moreno. Es mi primera colaboración con la BOS, pero en Bilbao he cantado en muchas ocasiones. Siempre ha habido mucha afición a la música y a la poesía.

Va a interpretar el 'Cántico Espiritual' de San Juan de la Cruz, una de las obras que ha marcado su trayectoria.

—No podía imaginar, cuando tenía 20 años y descubrí el cántico en una buhardilla recién llegado a París para estudiar sociología en la Sorbona, cuando empecé a elaborar su pentagrama, que fuera la obra que más alegrías me iba a dar y me sigue dando. No será menor la de Bilbao.

¿Y qué encontró en él para que sea un matrimonio tan bien avenido con su música?

—Es un canto de amor, un largo poema de amor, el más sensual y erótico que se ha escrito en castellano. Cada cual puede interpretar el cántico a su manera, pero leído exento de toda connotación biográfica y temporal es el poema de amor más hermoso y el que ha dado más títulos a otros tantos libros de poesía. Yo encontré en él un reto musical; como diría María Zambrano no se trata de añadir música al canto, sino de extraer música de él. Estrené una primera versión en abril de 1973 en París, pero era solo para guitarra y violonchelo y era una parte parcial, no todo el poema. Fue cuatro años después cuando lo estrené ya en su versión definitiva.

Amor y espiritualidad, ¿algo que en estos momentos hace falta en la sociedad actual?

—El amor siempre hace falta, nunca sobra, donde no hay amor, como diría San Juan de la Cruz, pon amor y sacarás amor. La espiritualidad adquiere otras dimensiones, no solo religiosas, sino también laicas. Creo que hay espíritu siempre que hay un sueño, que hay un anhelo, siempre que haya una dedicación por lograr algo noble. El motor que lo mueve es el amor.

Vivimos tiempos convulsos para la música y la poesía...

—¿Y cuándo no lo han sido? Yo creo que los tiempos se suceden, son como las tormentas que estamos viviendo ahora. Siempre aparecen, y cuando no son externas, son internas. La música es la armonía, que conlleva resumir esas disonancias de todo tipo, resolverlas de la mejor manera posible.

Lleva más de 50 años cantando y componiendo. Y eso que ha confesado que en un momento pensó en dedicarse a la labranza...

—Era un niño labrador en mi tierra, en El Bierzo; mis abuelos, mis padres lo eran. Recuerdo a mi padre arando la tierra y cantando; mi madre cantaba mejor todavía. Cuando mi padre empuñaba aquel arado canturreando, no solo iba sembrando el surco recién abierto, sino también escribía el pentagrama de la banda sonora de mi vida, que iba escuchando. Lo mismo que mi madre, cuando íbamos de pastores y la acompañaba a lavar la ropa. Aquellas mujeres animaban su trabajo cantando. Quería ser labrador y me quedé en la labranza del aire, que es la música. Ahora vivo en el campo y me gusta labrar la tierra, aunque me tengo que reprimir porque tengo que cuidar las manos para tocar la guitarra.

Entonces se cantaba más que ahora...

—En mi familia se sigue cantando, pero es verdad, quizás es porque ahora se escucha música por todas las partes, se ha convertido en un ruido. Cuando encuentro a alguien silbando por la calle me da mucha alegría. Se canta poco porque hay menos silencio.

Cuando era joven se fue a París con su macuto al hombro y acompañado únicamente de una guitarra que había ganado meses antes en un festival.

—Me encontré con una ciudad tan abierta y tan libre, comparada con la España que había dejado detrás... Aquella situación políticamente anómala, digamos, alentaba mucho nuestro canto, la canción protesta, que también cultivé y sigo cultivando. Pero para mí la forma de protestar es aportando un poco de belleza a un mundo donde la fealdad crece por generación espontánea, y un poco de armonía ante tanta tensión.

"El Cántico Espiritual' de San Juan de la Cruz es un largo poema de amor, el más sensual que se ha escrito en castellano"

"Ahora se escucha música por todas las partes, se ha convertido en un ruido. Se canta poco poque hay menos silencio"