El cantautor malagueño Juan Gómez Canca, alias El Kanka, se sube hoy jueves al escenario de Bilbao Arena de Miribilla para repasar su carrera. Alegre y reivindicativo, aboga por "quejarse y reivindicar más" en esta entrevista. "El miedo es algo humano, pero no hay que paralizarse, sino seguir adelante", apostilla.

Su primera maqueta fue 'Más triste es robar'. Es una manera extraña de reivindicar el oficio de músico.

—(Risas): En realidad era para quitarle hierro a un trabajo aún embrionario. La grabé con un colega que estudiaba Sonido, fue un favor y no sonaba bien, solo con guitarra, voz y cajón. Era para sacarme un sobresueldo con su venta en los conciertos, en los que cobraba poco, entre uno y cinco euros. Más sería robarles (risas). El nombre le iba el pelo a aquel tiempo tan cutre.

¿No iba para economista?

—Aprobé el primer año, pero iba para pésimo economista. No le dedicaba tiempo y esfuerzo, no me apasionaba; al contrario que a la música, que me encanta y le doy todas mis ganas.

¿Qué ve si mira atrás y ve a aquel joven que ganó un concurso estatal?

—Me veo con más camino recorrido pero el mismo carácter. Los deseos y miedos son muy parecidos, pero he madurado. Diría que he hecho los deberes, ya que este trabajo tiene un gran componente vocacional aunque no me gusta viajar y estar tanto tiempo fuera de casa; o hacerme fotos. Busco crecer como músico y persona.

Tiene una canción titulada 'Para eso canto'. A ver, explíquemelo.

—(Risas). Pretende, como todas, ser bonita y, en resumen, dice que la música tiene mucho poder y es algo con un gran componente comunicativo, contigo mismo y con la gente. Además, puede cambiar conciencias y hacer reflexionar, bailar y emocionarse. Quienes cantamos utilizamos ese superpoder para decir cosas y provocar estados de ánimo. Y tiene un punto egoísta, cantamos por nosotros mismos. El tema tiene un verso que dice "canto por cantar, mira que no es poco". El arte es un fin en sí mismo.

El tópico dice que el cantautor debe ser triste y reflexivo. Usted desborda energía y buen rollo.

—Bueno... soy una persona alegre y a la que le gustan muchos tipos de música, del cantautor solemne al rock, el ska, la salsa, el flamenco... De ahí creo mi estilo. Soy de Málaga y andaluz, tierra con un pozo de tristeza que se transforma en alegría en muchas de nuestras expresiones.

Tiene un disco titulado 'Lo mal que estoy y lo poco que me quejo'. ¿Es un espejo de nuestra sociedad?

—(Risas). Todo es un espejo de ella. Esa canción se la hice a mi exnovia, que era muy quejicosa, le dolían muchas cosas... Con un dolor de muelas se me ocurrió la frase. Intentaba que fuera una broma, pero se presta a otras interpretaciones. Eso es maravilloso, que la gente las haga suyas.

Igual sí nos quejamos, pero luchamos y reivindicamos menos.

—Sí, y me incluyo. Reivindicar no está de moda, parece que era para tiempos de Franco. Obviamente, estamos mucho mejor, con una sociedad con cierto bienestar, lo que quizás nos haya adormilado. O puede que quienes nos controlan lo estén haciendo bien. Es un empeoramiento social. La propuesta, la desobediencia y la lucha deberían estar más presentes, y hay muchas formas de hacerlo, empezando con la gente cercana. Ojalá nos quejemos un poquito más.

En su último disco invita a que nos animemos y demos la espalda al miedo. Desde que lo grabó nos tiemblan las piernas más que nunca.

—El miedo es normal, una emoción humana y que tiene su razón de ser. Podíamos habernos paralizado todos con esto que ha pasado, pero hay gente, como los sanitarios, que lo han dado todo. Igual que en el mundo de la cultura. Encerrados grabé una canción al día antes de los conciertos con mascarilla. No hay que pararse.

Apuesta por la verdad y la pasión como monedas sociales.

—Estamos lejos de ellas. Por desgracia, el dinero es el nuevo Dios verdadero, y le rezamos a los bancos. Yo no lo rechazo, cojo un millón de euros si me lo regalan, pero estamos perdiendo la humanidad con esta dictadura económica. Y pasa igual con la tecnología, abandonamos valores muy humanos y llegan la ansiedad y los problemas mentales.

Su pasión es bien entendida, no esa que solo defiende lo propio ¿no?

—Pasa mucho, lo canto en Demasiada pasión. El egoísmo es muy humano, pero también la solidaridad, la tolerancia, la compasión y la empatía. El ser humano encierra contradicciones y la discusión debería buscar la verdad, no imponer nuestra tesis. Pasa mucho en política. Tenemos que escucharnos y aunque tengo mis ideales, mi mano no se la quito a nadie.

Su canción incluye funk, rap, pop, flamenco, aires latinoamericanos, bossa nova, jazz...

—El sonido y los arreglos son importantes, pero lo vital es la canción. Si está guay y emociona, el resto da igual.

'El arte de saltar' (2018) es su último disco. Toca ya uno nuevo ¿no?

—Nuestra idea era grabarlo en septiembre del año pasado, pero nos pareció una mierda hacerlo sin gira y sin ir a Latinoamérica. Somos un proyecto independiente y saldrá cuando la cosa esté más cercana a la antigua normalidad. Tengo ya más de 25 canciones. Nunca he tenido el reto de seleccionar entre tantas.

"Tener miedo es normal,

una emoción muy humana

y que tiene su razón de ser, pero no hay que paralizarse, sino seguir adelante"