Fue una mujer reivindicativa y adelantada a su tiempo en el EE. UU. de la primera mitad del siglo XX. "Pinté al neurótico, al loco y al miserable; también a los demás", decía la artista norteamericana Alice Neel (Pensilvania, 1900-Nueva York, 1984), que se autodefinió como una coleccionista de almas para quien las personas eran lo primero.

El Guggenheim Bilbao presenta una gran retrospectiva, que se abrirá al público mañana, y que abarca toda su trayectoria artística a través de casi un centenar de pinturas, dibujos y acuarelas, incluyendo sus retratos más impactantes. "He intentado reivindicar la dignidad y la incesante importancia del ser humano", dijo en una entrevista en 1950,

Se trata de la primera retrospectiva que se dedica en el Estado a una de las mejores retratistas del siglo XX, "cuya obra demuestra no solo su gran talento artístico, sino también un testimonio de valentía, de perseverancia y de voluntad. Y como ha dicho algún crítico, es quizás la artista que mejor ha plasmado también en los lienzos la faceta de la maternidad de la mujer. Alice Neel presenta escenas de pérdida y de sufrimiento, pero también de fortaleza, siempre desde una franqueza implacable, pero matizada por una empatía que se percibe en los retratos", asegura Juan Ignacio Vidarte, director general del Guggenheim Bilbao.

Vidarte destaca también el protagonismo que tienen las mujeres en la programación habitual del museo. también el protagonismo que tienen las mujeres en la programación habitual del museo. Concretamente, este otoño todas las exposiciones van a estar protagonizadas por mujeres artistas, ya que en las próximas semanas se inaugurará otra dedicada a las mujeres de la abstracción y a Sharon Lockhart, de la que se presentará una videoinstalación en la Sala Film & Video.

Para la comisaria Lucía Agirre todas las obras de Alice Neel cuentan una historia. Feminista, comunista gran defensora de la justicia social, del humanismo y de la dignidad de las personas, vivió en Nueva York los turbulentos acontecimientos de la primera mitad del siglo XX, entre ellos la Gran Depresión, las sucesivas guerras, el ascenso del comunismo y los movimientos feminista y de los derechos civiles, eventos históricos que se reflejan en su obra de las más diversas maneras.

Rompiendo normas

Rompiendo normas

Alicia Neel nació en una época que impedía a las mujeres acceder a los campos de la creación, reservados únicamente para los hombres. Pero ella desafió las normas convenciionales. Comenzó en el mundo de la pintura tomando clases en el programa de Bellas Artes de la Escuela de Diseño para Mujeres de Filadelfia. De esa primera época es el cuadro Chica francesa (1920).

Cuando se graduó conoció al pintor cubano Carlos Enríquez y se casaron enseguida, en 1925. Se fueron a vivir a La Habana, donde realizó su primera exposición individual y también tuvo a su primera hija. Santilla. De esta primera etapa también se puede ver en el Guggenheim el retrato que realizó a su marido.

El matrimonio decidió partir hacia la naciente cumbre artística de la época: Nueva York. Pero allí, una vez instalados, antes de que la niña cumpliera un año, murió de difteria. El trauma que le causó la muerte de su hija influyó en sus pinturas, estableciendo un precedente para los temas de la maternidad, la pérdida y la ansiedad que impregnaron su obra durante el resto de su carrera.

Un trauma que logró superar pintando. Dos años después nació su segunda hija, Elisabetta. Carlos Enríquez le dijo

que se iba a París pero, en cambio, la abandonó y tomó un barco a Cuba con la niña, a la que Neel apenas volvió a ver. Desesperada, intentó suicidarse. Estuvo un año internada en el Hospital General de Filadelfia. Allí pintó algunas impactantes obras que se pueden ver en el museo, sobre todo de las mujeres ingresadas. "Alice amaba al miserable en el héroe y al héroe en el miserable. Ella vio eso en todos nosotros", dijo Ginny Neel, su nuera, mucho tiempo después.

A partir de 1938 y hasta 1962, Alice Neel vivió en el Spanish Harlem y la artista captura con su pincel el alma de sus vecinos, una población étnicamente diversa y desfavorecida. Allí comenzó a retratar la diversidad y la lucha de sus gentes, también los parques y edificios de la ciudad, y a dar testimonio constante de la vida que la rodea. Entre sus modelos muchos son desconocidos, pero también pinta a miembros de su familia, artistas, activistas, líderes de los derechos civiles y celebridades que entran en su órbita en diferentes momentos de su vida.

Historias

"Todas sus obras cuentan historias", relata la comisaria Lucía Agirre. Entre estas obras, está Georgie Arce No. 2 (1955). La artista conoce a Arce desde que era un niño y le pinta muchas veces a lo largo de los años. "En Peggy dibuja a una vecina suya pero hasta que no te fijas en determinados detalles, no te das cuenta de lo que está sucediendo y lo que está padeciendo esa persona. Cuando te acercas ves los golpes, los moratones, producto del maltrato de su pareja. Es entonces cuando percibes el dolor que existe detrás", comenta Lucía Agirre.

El arte es historia para Neel, según explica la comisaria su obra sirve como registro de la vida política de Nueva York y de sus acontecimientos, como sucede en la obra Los nazis asesinan a los judíos, donde retrata el desfile del Primero de Mayo de 1936, que atrajo a una multitud de manifestantes con el fin de llamar la atención sobre el antisemitismo del régimen nazi.

Neel pintó a lo largo de su trayectoria imágenes de madres en distintas etapas, tanto antes como después del parto. Es un tema que trata desde los inicios de su carrera, como es el caso de Madre y niño, (La Habana, 1926), hasta sus últimos días, como en Carmen y Judy. "Carmen, una empleada suya de Haití, intenta amamantar a su hijo enfermo, que falleció poco después", señala Agirre. Parto, que la artista pinta al poco de abandonar el hospital tras el nacimiento de su hijo Richard, es uno de los primeros cuadros en los que se representa a una mujer dando a luz. Es un retrato de su compañera de maternidad en pleno parto que presenta su propia experiencia agónica.

Neel realizó numerosos desnudos, representando el cuerpo de un modo realista, sin embellecimientos ni florituras, mostrándolo en toda su diversidad. Representaba sin tapujos escenas de amantes y de desnudos. Sobresalen sus retratos masculinos "en una época en la que no se hacían", explica Lucía Agirre.

Con su Autorretrato, Neel se convierte en una de las primeras artistas en retratarse a sí misma desnuda en el periodo de la vejez, cuando tenía exactamente 80 años. En la obra vemos a la artista desnuda, sentada con naturalidad en una butaca de rayas en su estudio. La artista se pinta con el pelo blanco, sin disimular su rostro envejecido, las arrugas de su piel o la flacidez de su estómago, signos que a las mujeres mayores se les enseña a ocultar.

En opìnión de la comisaria Lucía Agirre, uno de los retratos de la exposición que más llama la atención por su condición de inacabado es Recluta negro. Black Draftee (James Hunter), de 1965, en el que sólo aparece acabada la cara, la cabeza y las manos del joven, mientras que el resto de su cuerpo es un boceto delineado de su figura.

"La exposición permite conocer a una gran pintora que demostró cómo se puede hacer un arte radical de un humanismo con profundas raíces sociales, de compromiso social, pero sin caer en lo panfletario", asegura Rafael Orbegozo, asegor de Presidencia de Iberdrola, entidad patrocinadora de la muestra.

La muestra está organizada por el Metropolitan Museum of Art de Nueva York en colaboración con el Guggenheim Bilbao y The Fine Arts Museums de San Francisco y se puede ver en el Guggenheim hasta el 6 de febrero.