El viaje a ninguna parte

El montaje coincide con el centenario del nacimiento de Fernando Fernán Gómez. De hecho, aprovechando la efeméride, Barea propuso al Arriaga llevar a las tablas Las bicicletas son para el verano, otro texto del carismático artista español. Finalmente, acordó con el director artístico Calixto Bieito que la opción más adecuada era El viaje a ninguna parte. "Es una especie de homenaje a los cómicos, a ese oficio itinerante, y tiene resonancias con el presente", revela el actor y dramaturgo bilbaino, que pensó que así sería un doble homenaje. "Aunque Fernando Fernán Gómez jamás fue cómico ambulante. Vivió en pleno franquismo pero con una cierta comodidad, porque actuaba en teatros y en grandes productoras", especifica. A pesar de ello, esa "querencia por los ancestros y viejos cómicos de toda la vida" se manifestó en su obra.

Ramón Barea recuerda que, en aquel entonces, las compañías de teatro actuaban en casinos o en bares, en sus giras por comunidades como Castilla-La Mancha. "Esa idea de itinerancia no se ha perdido. Se podrá hacer en AVE o en una furgoneta estupenda de nueve plazas, pero seguimos dependiendo no del dueño del casino sino del gestor del teatro", explica el actor, que con 72 años continúa imparable. "Esto no es un trabajo con un horario, es un oficio que arroja un 90% de paro. Solo un 10% debemos ser los actores que vivimos permanentemente de esto", indica.

En El viaje a ninguna parte el espectador es testigo del temor de la compañía ambulante al competir con un hombre que proyecta las obras en los bares de los pueblos. "Hay esa especie de pelea, de metáfora, del cine comiéndose al teatro. La gracia es que ese miedo, de que la televisión se va a comer a la radio, las plataformas digitales se van a comer a la televisión... siempre ha estado ahí. Y el teatro perdura desde hace siglos", constata Ramón Barea, quien añade que es una disciplina longeva que ha sabido adaptarse a todos los tiempos. "Tiene que ver con las artes en vivo y eso no va a cambiar. Aunque estemos encerrados, en burbujas, y siguiendo la programación de una plataforma que nos dice qué ver según nuestros gustos", apostilla.

Otro de los aspectos que se deja entrever en la obra teatral es el meritoriaje que envuelve al oficio de actor. "Empezaban haciendo figuraciones con frase. Lo siguiente de la itinerancia, en el mejor de los casos, era ir a un café en Madrid, cerca de los teatros, y ver si en alguna obra necesitaban algún personaje. Los actores eran materia contratable, incluso hoy lo seguimos siendo", asevera Ramón Barea que, por contra, sí observa alguna diferencia con respecto a la actualidad. "Entonces había mucha empresa familiar en la que el empresario era el primer actor", detalla. Ese es el caso de Don Arturo, el personaje que interpreta en El viaje a ninguna parte, donde hay varias generaciones. Su hijo, Don Carlos Galván, es interpretado por Patxo Tellería, que hace de galán maduro. El nieto es Carlitos Galván, un "zangolotino" al que da vida Mikel Losada. "Se juntan tres generaciones con perspectivas muy diferentes del oficio, de lo que son capaces de resistir o de la pasión que ponen en ello. Es un oficio que era una artesanía. Hay un magisterio indudable", explica sobre una época en la que aún no había espacios para la formación de actores.

El elenco lo completan intérpretes reconocibles en el panorama actual como Itziar Lazkano, Aiora Sedano, Irene Bau, Diego Pérez o Adrián García de los Ojos, responsable a su vez de la música. "Estoy muy contento con el equipo. Siendo una producción del Teatro Arriaga propuse a los actores que para mí serían los ideales y me dieron un sí rotundo", confiesa el director, que ya había trabajando previamente con muchos de ellos. "La sensación es la de formar una compañía muy experimentada. Incluso nos han llegado a decir: parece que habéis trabajado toda la vida juntos. Hay un estilo y una sintonía entre los personajes", afirma el Premio Nacional de Teatro.

De hecho, indica que es un acierto que ya está testado. Este montaje coproducido con el Teatro Fernán Gómez de Madrid se estrenó en enero, cuando las restricciones por la pandemia eran aún más severas. "Estuvo dos semanas en cartelera y tuvo una acogida estupenda. Ha ocurrido lo que nunca: que un espectáculo producido en el mismo Arriaga vuelva ese mismo año. Se llenó todo el aforo que en aquel momento estaba permitido y había una deuda con los espectadores que en aquella ocasión no pudieron asistir", concreta. El espectáculo vuelve a estrenarse hoy y estará hasta el domingo, y la semana que viene podrá verse, a su vez, de viernes a domingo. "La segunda quincena de septiembre irá a Madrid con los coproductores y después empezará una gira por toda España", concreta.

Ampliamente conocida, la versión cinematográfica de El viaje a ninguna parte ganó varios galardones en la primera edición de los Premios Goya, entre ellos, el de mejor película. Lo que no es tan conocido es que, inicialmente, Fernando Fernán Gómez escribió el texto, que fue un encargo, como un guión radiofónico. "La base son los diálogos", concreta Ramón Barea, quien explica que no se han cambiado para la adaptación teatral, a cargo de Ignacio del Moral. A su vez, la escenografía la firma Jose Ibarrola, que ha "concebido una atmósfera metafórica para crear una multiplicidad de espacios". A su vez, Betitxe Saitua se ha encargado del vestuario de época y David Alkorta de la iluminación.

"Es una especie de homenaje a los cómicos, a ese oficio itinerante, y tiene resonancias con el presente"

Director y actor