El doctor Gregorio Marañón fue una autoridad en los estudios sobre endocrinología y otras disciplinas médicas, además de uno de los más destacados humanistas e intelectuales españoles del siglo pasado. Pero también fue un gran aficionado al arte, que consiguió reunir una interesante colección, una de cuyas joyas fue el Lazarillo de Tormes Un cuadro que heredó su hija Carmen, quien junto a su marido, el político Alejandro Fernández Araoz, continuaron con esa pasión artística que siempre demostró Gregorio Marañón.

Juntos adquirieron los cuadros San Francisco en éxtasis, del Greco y La venerable madre Jerónima de la Fuente, de Diego Velázquez.

Son tres obras maestras que desde ayer se pueden ver en el Museo de Bellas Artes, acompañadas por el Retrato de Doña Carmen Marañón, pintado por Ignacio Zuloaga en 1931. El artista vasco estuvo muy vinculado a la familia y mantuvo una estrecha amistad con el doctor Marañón.

Los cuadros se exponen, dentro del programa La Obra invitada, en la sala M, del Museo de Bilbao Artes, "M de madre como homenaje a Carmen Marañón que reunió en vida esta magnífica pequeña colección invitada, que se muestra por primera vez al público de forma conjunta en nuestro museo", explicó Miguel Zugaza, director del Bellas Artes.

Zugaza agradeció a la familia Marañón-Fernández de Araoz la generosa cesión de las pinturas, que permanecerán en el museo hasta el 5 de septiembre. "Cada una de las piezas de esta extraordinaria colección de obras representa un género característico de la escuela española: el retrato, la pintura religiosa y la pintura costumbrista, unidas por un mismo sentido naturalista y anticlásico , que tanto fascinó a la vanguardia artística europea moderna", señaló Zugaza.

"Mi abuela Carmen fue una mujer muy especial, inteligente, culta, vital y elegante, con un sentido de la estética increíble, pero sencilla y humilde. Si hubo algo de lo que estuvo orgullosa fue de su colección de cuadros que construyó a lo largo de los años con mi abuelo Alejandro", según describió Alejandro Fernández de Araoz y Gómez-Acebo. "Estudió Filosofía y Letras en los años 20 en Madrid, era de las pocas mujeres que estaban matriculadas en la universidad y vivió a la sombra de un gigante, que era mi bisabuelo, por lo que siempre estuvo rodeada de artistas, intelectuales, toreros y pintores", añadió.

Alejandro Fernández de Araoz y Gómez-Acebo contó cómo sus abuelos se hicieron con dos de los cuadros que se exponen ahora en la pinacoteca, concretamente La venerable madre Jerónima de la Fuente, pintado por Diego Velázquez en 1620, y El Lazarillo de Tormes, pintado por Francisco de Goya a principios del siglo XIX.

"El cuadro de Velázquez lo compraron mis abuelos en el año 1944 a sugerencia del entonces subdirector del Prado. Las monjas del convento de Santa Isabel de Toledo lo estaban pasando mal, con la guerra toda la techumbre del convento se había hundido, pasaban mucho frío, no tenían dinero... Mi abuelo les compró el cuadro, lo envolvió en una manta zamorana, lo metió en la baca de un viejo Chrysler y se lo trajo para Madrid. Y en cuanto al Goya, Marañón tenía una gran amistad con el marqués de Amurrio y cuando cayó su mujer enferma, la atendió con gran dedicación. Y en agradecimiento, un día se presentó en casa el hijo del marqués, y envuelto también en una manta zamorana, le regaló el Lazarillo de Tormes".

CASI TRES SIGLOS DE ARTE

Por su parte, José Luis Merino Gorospe, conservador de Arte Antiguo, destacó que las obras recogen casi tres siglos de la historia del arte español, con los autores más geniales y con obras que son singulares en su producción. San Francisco en éxtasis de El Greco, pintada entre finales del siglo XVI y principios del XVII, que representa el momento de intimidad del santo antes de la estigmatización y encarna el valor de la salvación a través de la penitencia y la oración propio de la Contrarreforma.

La venerable madre Jerónima de la Fuente, pintada por Diego Velázquez en 1620,La venerable madre Jerónima de la Fuente es la segunda de las piezas y constituye uno de los pocos retratos femeninos en el catálogo del pintor, que en este caso representa a la madre Jerónima, a quien retrató otras dos veces más, de cuerpo entero como ejemplo de piedad, silencio y entrega.

La tercera pieza, el Lazarillo de Tormes, de Goya,el Lazarillo de Tormes recoge el pasaje de la novela en el que el ciego, en un acto cruel, huele el aliento de Lazarillo para comprobar si le ha robado o no la longaniza.

El programa Obra Invitada lleva 64 ediciones exhibiendo piezas exclusivas al Museo en colaboración con la Fundación Banco Santander.