En la web de Azkuna Zentroa se irán colgando "cápsulas" de unos de unos diez minutos, algunas grabadas con el móvil, en las que autores/as como la escritora catalana de origen marroquí Najat El Hachmi, contarán su visión del tema propuesto en esta edición del Festival: Aquí. El lugar que recoge todos los dóndes.

Najat estuvo recientemente en Bilbao, donde ofreció una charla sobre su última publicación El lunes nos querrán (ed. Destino), que convoca el premio Nadal. La novela narra la historia de dos jóvenes de familias musulmanas que viven en un barrio que condiciona sus vidas , con todo en contra para conquistar su libertad. Por eso, según explicó a DEIA, ha dedicado su libro "a todas las mujeres valientes que han salido del camino recto, que en pleno siglo XXI "viven en condiciones en las que la libertad parece estar muy lejos", a las que, a pesar de todo, anima: "Porque sí hay posibilidades de tener una vida mínimamente digna", sentencia.

En los últimos años Najat, que aterrizó en Vic (Barcelona) cuando contaba ocho años gracias al reagrupamiento familiar, ha publicado tanto en catalán como en castellano. Aunque al principio la escritura fue un entretenimiento, con el tiempo se convirtió en una vía para canalizar sus sentimientos sobre el hecho de pertenecer a la vez a dos lugares, así como una posibilidad para acercar los dos mundos en los que tiene sus raíces.

¿Cada vez hay más mujeres que se salen de ese 'camino recto'?

—A diario me encuentro con más mujeres que se salen de esa historia; hace años éramos muy poquitas. Ahora las voy conociendo en encuentros y por las redes; es un camino muy difícil, pero ahí estamos.

Usted se salió de esa ruta que presumiblemente se diseña para una mujer, además inmigrante.

—Me salí y mucho, pero con razón. Cuando las normas son injustas es lícito rebelarse contra ellas; nos sublevamos con causa, no sin motivo. En algunos casos, algunas jóvenes cuentan con el apoyo de alguien de la familia que les ayuda, en mi caso no lo tuve.

Un camino tanto para migrantes como para autóctonas.

—Sí. Llevamos una historia común; la historia que consiste en no asumir el orden que se ha establecido para nosotras, porque es un orden que nos relega a un segundo lugar como seres humanos y que condiciona nuestras vidas; es la misma lucha en todas partes.

Si te toca ser pobre e inmigrante y nacer en una familia musulmana. ¿Se sufre la triple discriminación?

—Las que hemos crecido en ese contexto hemos padecido una acumulación de discriminaciones. Además, contamos con personas muy comprensivas con la discriminación que nos transmite nuestra propia cultura; deciden que hay que respetar la diversidad en todas sus manifestaciones y no les supone ningún problema que algunas de estas diversas escalas de valores vayan en contra de otros valores fundamentales como es el de la igualdad; se produce una fusión entre racismo y machismo que se hace muy difícil de desactivar.

Muchas feministas defienden la utilización del velo. ¿Qué opina?

—El velo es una imposición patriarcal que ha establecido para las mujeres este tipo de orden machista, porque es un orden que ha decidido que las mujeres somos responsables del comportamiento de los hombres. Y que según cómo se presenten nuestros cuerpos en los espacios públicos pueden generar ciertos comportamientos en ellos inapropiados y nos hacen a las mujeres responsables. Desde un punto feminista no se puede aceptar que las mujeres tengamos la obligación de taparnos.

Denunciar el machismo islámico sigue siendo tabú. ¿Se puede ser feminista islamista?

—No. El islam es la religión; el islamismo es un sistema que propone que la sociedad se articule en base a las leyes derivadas del islam. No se puede ser feminista islamista, como tampoco ser feminista machista. Supongo que cada cual tiene que hacer compatible sus creencias con sus valores, pero una cosa es ser musulmana y feminista y la otra es ser feminista e islamista. Cuando las leyes son en base a la religión son discriminatorias, no solo para las mujeres, pero en especial para ellas.

¿Como escritora se ha sentido invisibilizada por el hecho de ser migrante y mujer?

—A veces tengo que batallar contra las etiquetas más que con la invisibilidad; la lucha está en salir de la construcción de los estereotipos sobre lo que eres: escritora, inmigrante y mujer en mi caso. Y derrumbar ciertos rasgos que se te presuponen, que a ti ni te van ni te vienen. La reivindicación es poder ser tú misma y escribir como quieras y ser leídas sin etiquetas; esto es lo más difícil. Pero esto pasa a muchas escritoras, no solo a las que procedemos de la inmigración.

¿Existe una literatura femenina?

—No. Pero muchas mujeres escritoras tienen que enfrentarse al pensamiento de que por el hecho de ser mujer tienes que escribir literatura femenina. Pero la literatura no es masculina ni femenina, es literatura; las mujeres escribimos igual que los hombres sobre temas tan variados como ellos. Somos la mitad de la humanidad, no una minoría ni mucho menos.

¿Se ve como una autora feminista?

—¡Claro. Qué más podría ser! ¿Una escritora machista? Soy autora pero tengo una visión feminista del mundo y esto también acaba impregnando lo que escribes; es tu visión del mundo. Virginia Wolf era una escritora feminista. Hay muchas que no se consideran feministas, pero lo son sin sumarse a la palabra que durante mucho tiempo ha estado muy estigmatizada, porque tiene mala prensa. Pero el feminismo no es otra cosa que la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Así que creo que todos debiéramos ser feministas.

Contamos con buenas leyes para la igualdad, pero a la hora de llevarlas a la práctica cotidiana...

—La igualdad legal es una batalla ganada y es muy importante. Sin embargo, en la práctica hace falta seguir trabajando. Ahí están los temas de la brecha salarial, todo lo que ocurre en las relaciones sexo-afectivas amorosas. Aquí se dan muchos conflictos que derivan de esta visión que tenemos de lo que es una mujer o un hombre. Y no sé si se está hablando de lo que sucede en ese espacio. A mí me parece que hay un malestar importante por parte de mujeres jóvenes que no pertenecen a ninguna cultura machista, pero que se encuentran con unos compañeros de cama que se han formado en otra cultura machista como es la cultura del porno y que tienen una visión de lo que debe de ser una mujer en la cama que dista mucho de la realidad.

¿Cree que todavía hay muchas mujeres que no perciben que están siendo discriminadas?

—De joven tienes una visión más idealizada de las cosas. Además, como muchas no te suceden a ti, llegas a la conclusión de que no les está pasando a nadie. Y esto no es así. Hay que tener una mirada un poco más amplia sobre la situación en la que vive la mujer en la mayor parte del mundo. Sigue habiendo millones de mujeres a las que se les niega el derecho a una educación, a escoger libremente marido, a la que se les obliga a casarse a edades tempranas, que no tienen derecho a trabajar. Por eso, insisto en que debemos tener una mirada más global.

¿El modelo de igualdad que tenemos y perseguimos en Europa es válido para otras partes del mundo?

—En esencia sí, pero tendemos a mirarnos demasiado el ombligo y a creer que los derechos de los que ya disfrutamos aquí y ahora han llegado de forma espontánea; una cosa natural que se ha producido por una evolución lógica. Es todo lo contrario; todo lo conseguido por los derechos de las mujeres, que hay que recordar que son derechos humanos, son fruto de una lucha muy larga de la que tenemos que tener mucha memoria para no dejar que nos los arrebaten en pocos momentos.

¿Las jóvenes son conscientes de esto?

—Ahora hay más conciencia feminista que en mi generación porque vas creciendo viendo la discriminación real. Cuando no has tenido acceso al trabajo no sabes que te vas a encontrar con situaciones en las que te discriminarán por el hecho de ser mujer. Además, cuando no has sido madre desconoces la dificultad que vas a tener para poder conciliar la vida familiar con la laboral; la toma de conciencia también tiene que ver con la experiencia personal particular.

Hay mujeres que viven siempre dominadas, controladas y confinadas y no por el covid-19.

—He conocido a mujeres que para salir de casa tenían que tener una justificación y que su día a día se reducía al ámbito doméstico. Junto a esto, la violencia machista es otra realidad molesta con la que convivimos y no deberíamos; esta violencia es la expresión más salvaje del patriarcado que acaba con la vida de las mujeres.

'En el lunes nos querrán' denuncia el cerco que sufren las mujeres en algunos guetos de inmigrantes, concretamente islámicos.

—Reflejo las dificultades que afrontan las mujeres en un barrio de mayoría inmigrante y segregado urbanísticamente, en el que la emancipación e independencia de la mujer es fuertemente cuestionada por la propia comunidad. Barrios a donde se acaban importando un poco los mismos mecanismos de control social que existían en el lugar de origen. Pero no solo porque muchas de las personas que viven en una zona determinada procedan del mismo país, sino a veces del mismo pueblo. En Vic (Barcelona), donde vivía, había un colectivo importante de origen marroquí y casi todos eran de mi pueblo; en todas las migraciones ocurre este fenómeno y esto va contra la libertad de las mujeres, porque el control social normalmente se ejerce sobre ellas, no sobre los hombres.

¿Qué le gustaría que aportara su obra a la causa de la igualdad?

—Me conformaría con que pudiera aliviar un poco la soledad de estas mujeres cuando se encuentran en situaciones de falta de libertad; si hay alguna mujer que al leer la novela se sintiera un poco menos sola, me daría por satisfecha. Además, me gustaría que fuera un canto para que las mujeres sigan adelante sin arrojar la toallla; el camino es duro, pero si hay camino hay esperanza.

Además de alegría y reconocimiento. ¿Qué supone para usted el premio Nadal?

—Es un aldabonazo; da la oportunidad a los lectores/as de que sepan que existes y de lo que escribes. Es un modo de darte a conocer, aunque no me puedo quejar de mis anteriores novelas publicadas en la editorial Planeta. Para mí, además, tiene un valor especial porque en su momento este premio supuso la posibilidad de que a través de la literatura se pudieran articular discursos alternativos a los oficiales y Nada de Carmen Laforet es un buen ejemplo de ello. Aunque no existe la censura como sucedía en tiempos de Laforet, sí se dan numerosas realidades que de facto son censuradas, porque se invisibilizan en los medios de más impacto o quedan fuera del foco mediático por saturación.

¿Tiene in mente

— Estoy con un proyecto en mente desde hace muchos años y ya tengo ganas de empezar a calentar motores. Me ilusiona volver al apasionante proceso de poner en juego a los personajes y sus situaciones.

"El velo es la presión que se ejerce sobre nuestros cuerpos desde pequeñas cuando dicen que debemos taparnos"

"La literatura femenina no existe; las escritoras escribimos de temas diversos al igual que los hombres"

"No se puede ser feminista islamista; si las leyes se basan en la religión discriminan a todos, pero más a las mujeres"