"Hay que dejar espacio para que los artistas como las payasas y payasos podamos trabajar y transmitir entre otras cosas la esperanza, el humor que, además, es acicate para el sistema inmune y ayuda a que si pillas el virus no te haga tanto daño", sostiene Virginia Imaz.

La cultura sigue constreñida por la pandemia. ¿El mundo clown más o menos que otras artes escénicas?

—Los temas que hacemos son de narración oral. Nuestra compañía Oihulari Klown se dedica también al clown y los cuentos; todas las artes escénicas están sufriendo durante la pandemia. Pero con el confinamiento perimetral, la gente que amamos el teatro no podemos movernos; muchos ayuntamientos, bien por la falta de movilidad o de presupuestos, han dejado de programar espectáculos. Hay algunas cosas que hacemos on line; pero sí, son tiempos difíciles.

¿Se han reinventado con los talleres 'on line' de narración?

—En estos momentos, estamos inmersos en tres. Uno es el llamado a un viaje heroico para transformar su vida y devolver un regalo sanador a la comunidad. Entre otros muchos aspectos en este viaje se reconoce el papel de los arquetipos en la vigencia de algunos estereotipos sobre cómo ha de ser una mujer o cómo ha de ser un hombre. Visibilizar los viajes heroicos de las mujeres como protagonistas y los viajes heroicos de hombres que no siguen el arquetipo del guerrero.

En el taller 'crear y narrar historias', ¿qué busca Oihulari Klown?

—Este, realizado por Rakel Imaz, es una invitación a divertirse creando y contando historias. Tomamos como soporte teórico el libro de Gianni Rodari: La Gramática de la Fantasía; la propuesta es imaginar cultivando la fantasía y entrenando la creatividad. Daremos prioridad a lo oral sobre lo escrito, pero habrá también ocasión de escribir y reescribir.

¿Que innovan con 'Storytelling'?

—En este taller compartiré la metodología desarrollada por la compañía de teatro Oihulari Klown a lo largo de 32 años en el arte de contar cuentos en el ámbito organizacional. Irá dirigido a tomar conciencia del impacto y de la influencia de las metáforas en nuestras comunicaciones hacia dentro y hacia afuera de nuestras organizaciones. Entre otros puntos abordaremos el universo narrativo de las marcas. Símbolos y arquetipos. Ética y responsabilidad en las organizaciones, para aprender a identificar la crisis adecuadamente y encontrar un relato que sane. El happy end versus, un final reparador para cualquier crisis.

Realizan tutorías creativas con gente de Chile, Nueva York y zonas del Estado. ¿Esto también ha venido para quedarse?

—Hay gente en estos países que están escribiendo una obra de teatro, una novela y que quieren una mirada externa para ver qué les falta o sobra para hacer una historia poderosa. Es una gozada, porque en otras situaciones no podrían pagarse un viaje para hacer un curso de 12 horas; esto ha venido también para quedarse.

La escuela de clown, de teatro, ¿la tienen aparcada?

—Está todo parado. Hay compañías que hacen algo, pero nuestra metodología hace difícil cualquier actuación. En la nuestra lo importante es el contacto con el público, el juego en directo, las risas del público; son claves para hacer crecer la historia.

¿Para seguir haciéndonos reír evolucionáis día a día?

—Llevo ocho años trabajando con la Fundación EDEX en un proyecto de formación de habilidades en Colombia; todo por zoom. Me adelanté a la situación actual (risas). Pero para los temas de clown me resulta imposible.

Aunque sea optimista y esté encantada escuchando a su alumnado de Colombia, ¿no echa de menos el encuentro piel a piel?

—Mucho. Es vital el estar respirando con la gente el mismo aliento; y como payasa ni te cuento; en el confinamiento he hecho poquitas cosas, siempre gracias a quien apostaba por gestionar cultura. Para nosotros como artistas, la cercanía, la carpa donde actuábamos era nuestro mundo, donde aprendíamos a leer en los ojos del público y darles respuesta a lo que querían. Ahora, esto es lo que nos falta.

¿La gente se ríe menos ahora?

—De entrada sí. Ahora hay menos gente y todo es muy frío. Los amantes del teatro, tanto los artistas como el público, hemos aprendido a comunicarnos con buen feeling en el espectáculo. Los espectadores también son conscientes de las circunstancias en las que actuamos, perciben el gran esfuerzo que realizamos y sienten que forman parte de esta manifestación.

La gente agradece juntarse.

—Incluso en esta situación, porque estamos a falta de rituales; yo lo noto, no solo como teatrera, sino también como espectadora. Como payasa he ido viendo cómo la gente se va lanzando, que se ríe, aunque les cueste un poco más. Nosotros aprendemos a leer mucho más en la posición del cuerpo, en los ojos; la gente tiene necesidad de reír y de que le cuenten historias esperanzadoras, siempre, pero ahora más que nunca.

Su profesión no es considerada actividad esencial. ¿No debiera ser la risa un bien social esencial?

—La risa, las emociones, la empatía, los encuentros. La cultura ha demostrado durante el confinamiento el pulmón social que supone para la sociedad; para muchos ha sido una baza enorme de supervivencia. Sí, hace falta reír, quedar y valorar los riesgos. Hace falta responsabilidad y remar hacia adelante, pero valorar que no todo es contagios malos. También debemos contagiar solidaridad, alegría, no solo temor. Aunque los artistas no seamos los únicos necesarios, todos los profesionales son claves para la tribu... Payasos incluidos.

"La gente siempre necesita que le cuenten historias esperanzadoras, pero ahora mucho más que nunca"

"Como teatrera y payasa he aprendido a ver desde el escenario lo que piensa el público a través de los ojos"

"A las personas les cuesta, de entrada, reírse más ahora, pero luego cuando se acaloran, lo agradecen"