“Quería cumplir una apuesta que hice con aitite hace muchos años”. Quien habla es Naiel Ibarrola, nieto del artista Agustín Ibarrola. “Él pinta traviesas que pesan un quintal. Un día, bromeando, le dije que conseguiría tocar sus traviesas como una txalaparta”, relata. Dicho y hecho. Porque es literalmente lo que han conseguido, grabando los golpes con el micro. “Lo más divertido es que cuando nos vio grabar, en lugar de decirnos que no golpeáramos así sus esculturas, nos ofreció un mazo más grande. Eso es algo que me ha marcado mucho de él. Siempre está dispuesto a jugar, a mirar de una manera diferente. Su lenguaje es muy expansivo”, explica Naiel Ibarrola, autor de la ambientación sonora confeccionada para la exposición Agustín Ibarrola, naturalmente que se puede ver hasta el 4 de julio en la Sala Rekalde.

Naiel Ibarrola presentó el jueves, junto a Lander Macho, la banda sonora compuesta para el audiovisual original, dirigido por Josu Venero, que se puede ver en la exposición. “Es una composición que hicimos por su 90 cumpleaños y por ser quien es”, explica el joven, quien ha grabado el sonido de elementos reales. “Son sonidos de las esculturas de mi aitite, de materiales con los que trabaja. Los hemos convertido en bases rítmicas con las que componer. La idea era que la composición del vídeo se hiciera con sonidos de su propia obra”, añade. La composición no queda ahí. Cuando el visitante entra a la sala Rekalde se ve envuelto por cánticos de pájaros. “Son del valle de Oma”, narra. “Lander y yo nos despertamos a las 6.00 para poder grabar una hora mágica, que es la que se da desde las 6.30 a las 7.30. Es un auténtico festival”, indica. “La intención era que cuando se accediese a la sala se simulara la entrada a Oma”, señala sobre la ambientación creada ex profeso en un valle al que él también está muy apegado.

En palabras de Naiel Ibarrola, el valor de la exposición reside en que muestra cómo Agustín Ibarrola ha conseguido mirar el mundo con unos códigos concretos. “Él lo ve de una manera muy peculiar, que luego ha enlazado con otras disciplinas”. En ese sentido, destaca la unión que siempre ha tenido con la naturaleza “de una manera muy instintiva”. Así, recuerda cómo desde pequeño ha recorrido todo tipo de cuevas y sitios “mágicos” en el valle. “Siempre he dicho que tiene una parte muy primitiva en lo que hace que mezcla con algo muy moderno que es la parte vanguardista”, considera. “Encontrar en la naturaleza este tipo de lienzo es porque siempre ha estado ahí. Por cómo mira al mundo vio en la naturaleza un lugar donde esa dinámica se podría dar de una manera natural”, añade.

Y todo ello confluye en el Bosque Pintado de Oma, una de sus obras más significativas, que actualmente permanece cerrada por la afección de la banda marrón en sus árboles mientras la Diputación Foral de Bizkaia sigue buscando un nuevo emplazamiento para replicarlo. “Cuando lo creó venía de un momento muy duro, en la transición, pasó de estar en la cárcel con Franco a ser amenazado por ETA justo después. El bosque surgió casi como una terapia y como una explosión”, expone Naiel Ibarrola, que se encargaba de realizar visitas guiadas por el bosque cuando su abuelo se lo pedía. “Pasa de dejar atrás la parte reivindicativa y política en su obra para decidir que llegados a la democracia iba a empezar a estallar con otro tipo de mundo y, sobre todo, con el color”, expone Naiel Ibarrola, a quien su familia le abrió el camino en el mundo del arte, al que se dedica mediante la ilustración, la música y el trabajo audiovisual.

La influencia de su abuelo es más que notable. “Lo nuestro tiene algo de obsesivo y de necesidad vital”, afirma el vizcaino, quien considera que es igual de “exagerado” que su aitite. “En Llanes le encargaron un mural en una pared, pero él ya se puso a mirar a los cubos. Y dijo: Yo quiero pintar eso. Esa manera de pensar se me ha metido en el organismo”, explica el joven que solo ha recibido enseñanzas de su abuelo. “Me ha demostrado que como persona e individuo tengo la libertad de plantarme ante ciertas cosas. También me ha dado una ventaja frente a otra gente que se dedica a mi medio, que no han tenido no solo un abuelo sino un padre que se dedicaba a ello. Lo que he visto en ambos ha sido la constancia del trabajo”, apunta.

De hecho, Naiel Ibarrola expone que su abuelo sigue, a sus 90 años, trabajando, aunque sea “de manera más errática o complicada”. En el vídeo de la exposición se muestra la última intervención que realizó en unas hojas. “Me quedé absolutamente asombrado. Una de las cosas que más sorprende de él es que aunque en otras cosas pueda estar más difuso, o tenga la mano más temblorosa, cuando habla de lo que sabe ahí sigue habiendo certezas. Hace un año y medio tuvimos que pedirle que no moviera traviesas él solo”, cuenta para describir la vitalidad que aún caracteriza a Agustín Ibarrola.