Escribir era para Javier Reverte “una auténtica aventura y una forma estupenda de pasarlo bien” y consideraba su labor de narrador como la “aventura de probar lo que no conoces”, algo que le gustaba “mucho” y con lo que le encantaba “experimentar”.

El escritor y periodista, que falleció ayer en Madrid a los 76 años de edad, confesaba a este periódico hace menos de un año que “conforme me acerco al final de mi vida, tengo más deseos de viajar”. Le fascinaba el mundo en general y algunos países en particular. Su último libro publicado fue Suite italiana’, el penúltimo viaje que hizo por ciudades como Venecia, Trieste y Sicilia. Pero Reverte no dejó nunca de escribir, trabajó hasta el último momento y dejó tres nuevos libros preparados, la novela Un hombre al agua, que se publicará en marzo, una autobiografía y el que será su último libro de viajes, que recorrerá Irán y Turquía.

Como escritor, su obra abarca ensayos históricos, novelas, varios libros de poemas y numerosos de viajes. Su primera obra fue La aventura de Ulises (1973) pero Reverte sería conocido, sobre todo, por su literatura de viajes, en especial por la trilogía de África, el continente con el que soñaba en su infancia, y en la que combina experiencias personales y referencias históricas. Está compuesta por El sueño de África (1996), Vagabundo en África (1998) y Los caminos perdidos de África (2002).

Más tarde vendrían libros como El río de la desolación (2004), en el que relata sus experiencias en Alaska; Corazón de Ulises (2006), sobre Grecia, Turquía y Egipto, o El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá (2009). Sobre la situación social en Centroamérica, en 1986 publicó Los dioses debajo de la lluvia, una obra ambientada en Nicaragua. “La vida se llena mucho con los viajes. En cambio, cuando estamos en un sitio quietos todos los días pasan las mismas cosas, ves las mismas caras, las mismas ceremonias y el tiempo vuela entre mis manos”, confesaba en una entrevista en este periódico.

Reverte empezó a viajar tarde, “no salí al extranjero hasta los 24 años. Me había movido por España, pero no mucho, conocí el mar con diez años. No fui un viajero natural. Salí hace unos 50 años y me encantó, ya no he parado. En este periplo por el mundo, me ayudó mucho mi trabajo de periodista. Fui corresponsal y enviado especial; después llegaron los libros y ahora es un vicio”, señalaba Reverte. Ni siquiera la malaria que contrajo en el Amazonas acabó con su pasión viajera. Ni con sus ganas de contar esas historias que nos hacen viajar a sus lectores y lectoras por todo el mundo.