Iba a ser una de las exposiciones estrellas del pasado verano, pero el Museo Guggenheim tuvo que retrasarla debido a la pandemia del coronavirus. Pero el 20 de noviembre llegará al recinto bilbaino una excepcional retrospectiva de Vasily Kandinsky (Moscú, 1866; Neuilly-sur-Seine, 1944), precursor del arte abstracto en pintura y a quien se le considera el iniciador de la abstracción lírica y el expresionismo europeo. La exposición forma parte de las muestras bianuales, producto de la renovación del Acuerdo de Gestión firmado con la Fundación Solomon Guggenheim de Nueva York, e incluirá un conjunto excepcional de piezas del artista ruso nunca antes vistas en Bilbao, que forman parte de la colección propia del museo neoyorquino.

Kandinsky está unido a la historia de la Fundación Guggenheim más que ningún otro artista. Solomon R. Guggenheim le identificaba como su pintor predilecto, siguiendo el consejo de su asesora, la artista alemana Hilla von Rebay. Adquiría obras con tanta voracidad que llegó a tener más de 150 Kandinskys. Su entusiasmo por la corriente abstracta a la que pertenecía Kandinsky le llevó a abrir en 1939 el Museo de la Pintura No Objetiva, precursor del Guggenheim.

ALEMANIA-RUSIA Y PARÍS

La retrospectiva de Kandinsky reunirá en Bilbao más de noventa pinturas, obras sobre papel y esculturas que recorren los periodos clave de su vida, desde los primeros años en Alemania, pasando por sus años en Rusia y finalizando con su estancia en Francia, a través de sus obras fundamentales. Kandinsky abandonó la carrera universitaria de Derecho y Economía para convertirse en pintor en Alemania, cuando tenía 30 años. Durante la década de 1900 y a comienzos de la de 1910, mientras se encontraba en Múnich, empezó a explorar las posibilidades expresivas del color y la composición.

Tal como narra él mismo en su biografía, se dio cuenta de que la representación del objeto en sus pinturas era secundaria e incluso perjudicial, y que la belleza residía en la riqueza cromática y la simplificación formal. Este descubrimiento le condujo a una experimentación continúa que culminó con la conquista definitiva de la abstracción.

El artista se vio obligado a abandonar repentinamente Alemania debido al estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, para regresar a su Moscú natal. En 1917 se casó con Nina Andreievsky, y cuatro años más tarde regresó con ella a Alemania para incorporarse a la Bauhaus, donde continuó como profesor hasta poco antes de la disolución de la institución. En 1933, clausurada la Bauhaus, y después de ser incluido por los nazis en la lista de artistas degenerados, huyó a París y se instaló en las afueras, en Neuilly-sur-Seine, donde vivió hasta su muerte en 1944. En esta última etapa de su vida continuó en su particular búsqueda de formas inventadas, que plasmó por medio de colores combinados de manera compleja e inspirándose en signos geométricos.

Kandinsky persiguió sin descanso desligarse de la realidad objetiva en aras de la abstracción y estaba convencido de que existía una correspondencia interna entre la obra de arte y el espectador. "El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma", afirmaba.