Anne Schwanewilms nació en una familia de músicos en Gelsenkirchen en el Ruhr, pero estudió jardinería antes de formarse como cantante con Hans Sotin en Colonia. Su primer papel de soprano fue Gutrune en Götterdämmerung, para el Festival Ring de Bayreuth de 1996, y rápidamente se especializó en el repertorio de soprano romántico alemán. Desde entonces, se ha subido a los escenarios de los principales teatros del mundo.

Su nombre es reconocido en óperas como la Estatal de Viena, el Covent Garden de Londres, La Scala de Milán o la Ópera de Chicago, entre otras muchas. Su repertorio orquestal incluye sinfonías de Mahler, Strauss, Mendelssohn y Zemlinsky.

Hasta que llegó el coronavirus y la vida se paró, cerraron los templos de la música de todo el mundo y la soprano, como todos los cantantes del mundo, vio cómo se volatilizaba su apretadísima agenda de trabajo. En septiembre, Anne Schwanewilms regresó con un recital en la Filarmónica de Berlín y hoy y mañana lo hará con la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS), en el concierto que inaugura su nueva temporada.

Bajo la batuta de su director titular, Erik Nielsen, los profesores y profesoras de la formación interpretarán la Quinta sinfonía del genio de Bonn, precedida por los Wesendonck Lieder de Wagner, para los que contarán con la voz de la prestigiosa soprano alemana.

En 2012 ya colaboró con la Orquesta Sinfónica de Bilbao. ¿Cómo la ha encontrado ahora?

—Estupendamente, creo que vamos a ofrecer unos conciertos muy interesantes. Va todo muy bien. Cuando vine en 2012 a Euskalduna para cantar los Gurrelieder, de Arnold Schönberg, para celebrar el noventa aniversario de su primer concierto, la orquesta estaba al completo. Ahora, por motivos del covid-19 voy a cantar con una sinfónica reducida. Es una situación diferente; entonces, la orquesta era más grande, aquí es más reducida, pero el público no lo va a notar. La calidad de la orquesta es la misma, los espectadores ni se van a dar cuenta.

Está considerada una de las voces más exitosas del mundo de la lírica, especialmente en el repertorio de Wagner, Mahler y Richard Strauss. ¿Qué le aportan estos compositores?

—Escribieron música para una mujer que tiene una voz similar a la mía y cuando la canto se produce un idilio.

Ha confesado que disfruta tanto con la ópera como con los recitales... ¿Qué le lleva más preparación?

—No tengo que llevar mascarilla con la ópera y es un periodo más corto. Pero en un recital tengo que estar sola con la orquesta, no con más cantantes, y solo cantas un texto, más comprimido, más concentrado. Conlleva más responsabilidad. Hay gente que piensa que no exige tanta preparación, pero no es así...

Vivimos malos tiempos para la música. ¿Cómo le ha afectado a usted la crisis por la pandemia?

—Desde marzo a septiembre no he hecho ninguna ópera y todos los conciertos que tenía en América, que eran muchos, se han cancelado. Hasta primeros de septiembre no he podido hacer ni un solo concierto, durante este tiempo di clases presenciales en Alemania. Ahora estoy contenta porque están surgiendo conciertos con recitales. La verdad es que me están llamando de muchos sitios.

En tiempos de coronavirus, la cultura en vivo es la más perjudicada.

—En todo el mundo, la cultura en vivo está siendo la más perjudicada. No solo para los músicos y los cantantes, sino también para el público que se puede perder la experiencia completa de asistir a un concierto, algo que no es comparable con oírlo en la radio o a través de Internet. El sentimiento, la emoción de sentir la música en vivo con todos los sentidos no se puede vivir si no es en directo. Puedes escuchar las vibraciones, la frecuencias de la voz, que se pierden en la red y en la radio. Es la única manera de recuperar una voz completa. Hay que venir a los conciertos.

¿Qué les diría a los espectadores que todavía tienen miedo a acudir a un concierto?

—Que los teatros son lugares seguros, donde se toman las medidas de seguridad adecuadas. Y además, tenemos que acostumbrarnos a ello, tenemos que desbloquear en nuestra mente ese miedo que sentimos en una nueva situación. No hay riesgo, está en nuestro cerebro. Tenemos que resetearnos para acostumbrarnos a esta nueva normalidad.

Algunos artistas confiesan que ver al público con mascarillas les produce una sensación de angustia. ¿Cómo le afecta a usted esta situación?

—Es cierto que solo ves la parte de arriba de las caras y no puedes reconocer las emociones del público, si sonríen, si están emocionados... Es imposible con las mascarillas. Pero a mí no me importa, cuando estoy en el escenario trato de abrir mi alma y compartirla con el público.

¿Cómo fue su llegada a la música clásica?

—Me siento tanto una cantante de ópera como de concierto. Tenía dificultades para abrir mi alma y cuando empecé a escuchar música, encontré mi camino para comunicarme con el mundo.

Como profesora, ¿qué consejos da a sus alumnos que quieren dedicarse al mundo lírico?

—Antes del coronavirus, dependiendo de su talento les animaba pero ahora la situación ha cambiado. Les digo que tienen también dos piernas y dos manos para trabajar y que no piensen que alguien les va a venir a buscar, sino que tengan en cuenta otros tipos de trabajos... Si tienen una necesidad enorme de salir a escena, en estos momentos es difícil, así que les aconsejo que tengan siempre una alternativa para los próximos años.

Todavía están cerrados en Estados Unidos la mayoría de los teatros de ópera...

—Ahora te das cuentas de lo importante que es tener un Estado o un gobierno que apoye a la cultura, como ocurre en los países europeos. Pero en Estados Unidos la situación ahora es un desastre porque solo depende del dinero de taquilla, del dinero privado. Los proyectos están paralizados. Por ello, para mí es importante convencer a la gente de que hay que venir, oír y sentir un concierto. Yo tengo una perrita callejera en casa que le encanta que cante, se me acerca y se queda relajada. Cuando oye la música en la radio, no le pasa eso. Los conciertos de música clásica son buenos para el alma y hay que vivirlos. Problemas como el coronavirus se pueden solucionar, pero vendrán otros. Así que hay que estar preparados y no renunciar a nuestra vida.

Distancias. La BOS ha confeccionado su programación con obras que puedan adaptarse a las normativas de distanciamiento entre músicos que puedan decretarse en cada momento. El aforo de público es de 600 personas.

Tres conciertos en lugar de dos. Durante los tres primeros programas de la temporada, se ha establecido una nueva sesión los jueves por la mañana, a partir de las 12 horas.

"Aunque el concierto es con una orquesta más reducida, el público ni lo va a notar. La calidad es la misma"

"Hay que quitar el miedo a venir a los conciertos. Son lugares seguros y se vive una experiencia completa"

"El coronavirus paralizó toda mi agenda hasta septiembre. En EE.UU. siguen cerrados los teatros"