- Leo Harlem (León, 1962) hace un recorrido por los mejores monólogos de su trayectoria. Actúa con su espectáculo Leo Harlem: Deja que te cuente hasta mañana en Euskalduna Jauregia.

¿Qué tenemos que dejar que nos cuenten?

—En general no hay que preocuparse por eso; toda la vida ha sido igual y nos contarán lo que quieran y nosotros nos quedaremos con lo que queramos. Nunca se sabe. La historia de la humanidad es que unos te cuentan unas cosas y otras, otras. El tiempo dirá quién tiene la razón.

Admiro a los repentistas cubanos y a los bertsolaris. ¿Un monologuista qué tiene en común con ellos?

—Primero que el mecanismo de transmisión es la palabra, luego que son formas de comunicación sencillas y, lo más importante, es que el tipo de comunicación es superdirecto. No hay filtro entre el artista y el público.

¿Un monologuista es alguien que habla mucho y no quiere que le lleven la contraria?

—En mi caso no; si alguien opina de otra forma me lo dice y lo voláramos. Ahora bien, te digo una cosa: es más fácil que yo tenga razón (risas)

¿O es alguien a quién le gusta reírse de sí mismo?

—Por supuesto. Ahí empieza para mí el buen humor. Hay que empezar a reírnos de nosotros mismos y de lo que vivimos. Sin humor no se puede vivir; lo más importante es reírse de uno mismo, porque así el día a día lo afrontas de otra forma.

¿En su actuación hay mucha improvisación, mucha preparación o mucho oficio?

—Improvisación hay poca. En mi espectáculo lo que hay es una estructura muy sólida y muy trabajada; hay oficio y mucho ritmo.

¿Qué le gusta más tratar: los temas cotidianos de la calle como fútbol, cocina... o los grandes problemas sociales: la bolsa y la geopolítica?

—La política no la toco; es un tema del que me alejo voluntariamente. Solo hablo de lo que veo en la gente, lo que se pone de moda, los suplementos dominicales, lo que llamo un humor sociológico, que es lo que me gusta. Hablo de los móviles, de cómo nos gusta vivir y hago risas sobre eso. Lo primero es reírse de uno mismo, de lo que tienes más próximo, porque así el humor llega más y la gente se identifica mejor con lo que cuentas.

¿Es posible un monologuista que no interaccione con su público?

—Sí. De hecho yo lo hago poquísimo. La gran interacción es que el público se ría y se lo pase bien, y que al final haya una ovación espectacular porque han disfrutado mucho y han pasado un gran momento de evasión.

¿Es lo mismo una actuación en el norte, en el sur, en el oeste, oeste, en Bilbao o en Sevilla?

—Hay mucha diferencia de públicos. Personalmente, no es por haceros la pelota, pero el mejor público que tengo siempre es el de Bilbao. Aquí me reciben muy bien; tengo un tipo de humor que encaja con el vuestro y es un exitazo. Estoy encantado. Pero sí que hay muchas diferencias entre regiones y comunidades.

¿Ahora me imagino que un monólogo sin hablar de covid será como una noche sin luna?

—Al principio hago una pequeña alusión dando las gracias a la gente por acudir en estas momentos anómalos; es lo único que hago, porque la gente viene a reírse y a olvidarse de este tostón que nos meten constantemente.

La censura y autocensura nos persigue. ¿Tiene algún tema tabú: la monarquía o hablar de Vox, que enseguida nos meten una querella?

—Yo mismo me he impuesto no hablar de política, aunque tengo mis opiniones. Hablar de esos temas, lo único que me aportaría serían problemas. Lo que quiero es acabar la actuación y dormir tranquilo y no estar en las redes. Hay suficientes temas en la vida para hacer humor, reírnos e irnos a casa contentos. Lo otro, es un problema porque se complica lo personal con lo profesional, con lo público; me autocensuro en ese sentido y me ha ido bien.

Monólogo y dialogo son antagónicas. ¿Dónde se encuentra mejor?

—No son tan antagónicas. Al final de la confrontación de las cosas salen las ideas, pero se pueden contar perfectamente cosas en diálogo y hacer duetos. La puesta en escena es distinta, pero lo transmitido es parecido.

Los monólogos y los monologuistas están en boga. Si el diálogo dicen que es la solución para todo. ¿No nos lo tendríamos que hacer mirar como sociedad?

—El monólogo es una profesión dentro de los espectáculos que sí que está en boga y el diálogo dicen que es la solución para todo. Todo el mundo habla con todo el mundo. En el humor funciona y seguirá en boga.

¿Qué busca más en el espectador, una sonrisa cómplice o una carcajada a mandíbula batiente?

—Busco todo. El público es soberano y decide lo que gusta. Me gustaría que salieran encantados y con ganas de ir con los amigos a cenar y diciendo que ese tío es un fenómeno.

“La política no la toco; es un tema del que me he alejado voluntariamente; solo hablo del humor sociológico”

“No es por haceros la pelota, pero el mejor público que tengo siempre es el de Bilbao. Mi humor encaja bien aquí”