- Los caballeros vascos y navarros en el siglo XVIII. Honores, ascenso social y repercusiones en el territorio, de Yolanda Aranburuzabala, es un estudio que recoge una visión en conjunto sobre la realidad de los caballeros vascos y navarros que obtuvieron hábitos de las órdenes Militares y de la Orden de Carlos III entre 1700 y 1808.

¿Por qué este estudio?

—Trabajando con compañeros de doctorado, con los que formamos un grupo de investigación bajo la dirección de José María Imizcoz, en un tema amplio como era el estudio de las élites vascas y la Monarquía del siglo XVIII, surgieron diferentes líneas de trabajo. Rafa Elecalde se centro en el Partido Vizcaíno, Álvaro Chaparro en los Ilustrados, Andoni Artola en el clero, Daniel Bermejo sobre los reformistas en la crisis del Antiguo Régimen, Javier Esteban sobre los escritores y los discursos civilizadores y Naiara Gorraiz sobre una nueva clase política con la llegada de Carlos III. Al constatar la elevada participación de vascos y navarros en las instituciones de la Monarquía, observamos que muchos de estos hombres obtenían un hábito de las órdenes Militares. Así que pensamos que una forma de conocer a las élites del momento era a través de identificar y cuantificar a los que llevaban los hábitos.

¿Cuánto tiempo de trabajo le llevó finalizarlo?

—La duración del trabajo, en mi caso, ha estado marcada por temas personales. No ha sido como habitualmente se hace, porque yo ya tengo una edad y lo he llevado a cabo por motivación personal. Sí, he tardado demasiado tal vez, pero he disfrutado mucho con ello.

¿Cuáles fueron sus fuentes de investigación?

—Respecto a las fuentes de investigación han sido, principalmente, los expedientes de caballero que se encuentran en el AHN (Archivo Histórico Nacional). Se trata del informe que recoge el trámite y las pruebas que tuvieron que superar para ser aprobadas por el Consejo de Órdenes, además de ser designado por el rey. Son unos informes individuales que recogen la genealogía del pretendiente hasta los bisabuelos, que demostraba la legitimidad, solar de origen, limpieza de sangre y de oficios viles, así como el desempeño de cargos a los que tan solo accedían los hidalgos. Pero además, también se recoge el testimonio de varios testigos que debían responder a unas preguntas determinadas sobre el pretendiente y la familia a quienes debían conocer y testificar si llevaban una vida arreglada y seguían buenas costumbres. Para reconstruir sus trayectorias hemos recurrido a archivos locales y familiares, así como a bibliografía especializada.

¿Podría explicar qué es la Hidalguía universal?

—Es un tema sobre el que hay grandes especialistas, solo diría que es una singularidad histórica, un estatus jurídico vinculado al nacimiento en solar conocido, (que queda recogido en el Fuero Nuevo de Vizcaya de 1526 y en 1610 en Gipuzkoa), que otorgaba los privilegios del estatus noble a todos los naturales de Bizkaia y Gipuzkoa, no así a todos los naturales de Navarra y Álava. En una sociedad estamental, pertenecer a la clase privilegia ofrecía muchas ventajas, sobre todo al salir del territorio a medrar en puestos de la Monarquía, donde ser hidalgo era una exigencia, como también lo era para ser caballero.

¿Quiénes eran estos caballeros y a quiénes se reconoció como tales?

—Son hombres que siguen una estrategia familiar, que se proyectan más allá del ámbito local y que se insertan, en muchos casos, en el contexto global del Imperio. Desde localidades remotas, como lo debían ser entonces pueblos como Araoz, llegan a espacios de poder y riqueza inalcanzables para la inmensa mayoría. En el período 1700-1808, fueron 93 de Álava, 129 de Gipuzkoa, 176 de Bizkaia y 239 de Navarra, consiguiendo 10 de ellos dos veneras. Un conjunto de 637 cruces para 627 caballeros. En unos casos se trata de hijos de las familias con trayectorias de servicio al rey pero en otros, hijos de simples hidalgos rurales que a través del comercio con las Indias, del servicio en la Administración, el Ejército, la Iglesia€ tuvieron acceso a puestos importantes, dignidades y a la acumulación de capitales que con cuidadas estrategias prestaron sus servicios a la Monarquía.

Cosas de familia...

—A través de sus trayectorias observamos que los vínculos familiares, las redes clientelares y las relaciones privilegiadas que configuran el capital relacional fueron clave para su inserción en puestos de la Monarquía que permitieron el acceso a espacios reservados para la élite. Son claros ejemplos los caballeros del Valle de Ayala como Eugenio Llaguno o José Antonio Armona, o los Borda, o Goyeneche del valle del Baztán. Por ello diríamos que la obtención de hábitos y cruces se insertaba en la dinámica de unos grupos de parentesco cuyas redes de relaciones privilegiadas conectan especialmente con el monarca y con sus ministros. Esto facilita la obtención de las cruces de las órdenes militares que justifican una nobleza y constituyen el aporte simbólico en la elevación social.

¿De qué favores hablamos ?

—El reparto de hábitos y cruces revela el modo en que los Borbones reconfiguran las élites y potencian una élite asentada en el intercambio de servicios por cargos privilegiados y honores. Honores que fueron un elemento más del conjunto de recursos empleados por la Corona, para favorecer la elevación de una clase política con determinado perfil a su servicio, que incidía también en la articulación del reino del centro y de la periferia.

¿Cuál era su papel en la sociedad del siglo XVIII?

—Su papel como caballeros de hábito era simbólico, social y de representación. Estaba estipulado el lugar que debían ocupar en las ceremonias, el atuendo, incluso que debían recibir el trato de Excelencia, por lo que su carga simbólica era muy significativa. No obstante, eran importantes actores sociales poderosos e influyentes en el entramado de la Monarquía.

Hace usted referencia a la sobre representación en el conjunto de la monarquía borbónica. ¿A qué se refiere?

—A que el número de caballeros respecto a los habitantes es mayor en el caso de vascos y navarros que en el resto de territorios. Podríamos decir que País Vasco y Navarra son productores, de élites. En términos absolutos no es el conjunto más numeroso pero tomando como referencia el censo de Godoy (1797) los más representados respecto a 100.000 habitantes son los naturales de Madrid (entre los que hay numerosos hijos de vascos) (129), seguidos de cántabros (92) y después estarían los procedentes de los territorios vascos (69) destacando los navarros (51).

Hábitos, cruces... ¿eran reconocimientos?

—Sí, era una forma de pago o recompensa por servicios a la Corona, que bien podían ser económicos, por acciones militares, servicios políticos€ Pero también por estar bien situados en la Corte y tener acceso al rey o a sus más inmediatos ministros o consejeros.

¿De qué beneficios gozaban estos caballeros y cuándo desaparecieron?

—Como tales disfrutaban de un reconocimiento y distinción social que alimentaba el capital inmaterial y simbólico tan solo superado por los titulados, que eran quienes marcaban la verdadera frontera de la nobleza. También hemos comprobado que de los 64 vascos y navarros que consiguen un título nobiliario en el siglo XVIII, 40 antes obtuvieron un hábito, con lo que tenía un efecto elevador en la carrera por el título. Colocarse la venera o cruz sobre la casaca o chupa, era un honor visible en una sociedad estamental, que utiliza no solo al condecorado sino también la familia en sus lugares de origen. Muchos de los caballeros no volvieron a su casa natal, pero su ascenso social tuvo repercusiones en la comunidad. Contribuyeron a la elevación de sus familias, alimentando su poder y capacidad de acción al tener un miembro bien colocado. Asimismo, la riqueza y los honores obtenidos en el marco de la Monarquía sirvieron a estas parentelas para construir hegemonías locales al ser los receptores de los honores de la comunidad en ausencia del caballero y su mediación. Prueba de su éxito son muchos de los palacios con el escudo en el que se incluye la cruz obtenida y que adornan nuestros pueblos, así como obras de arte que se envían desde la Corte a iglesias esparcidas por todos los territorios, el mecenazgo, las fundaciones para doncellas o maestros de primeras letras. No tengo duda de que toda esta exposición de lo alcanzado motivaría la salida de jóvenes en busca del éxito. Actualmente las órdenes de Santiago, Alcántara y Calatrava están acogidas a la ley de Asociaciones y la de Carlos III, creada en 1771 y de diferente cuño, sigue vigente.

¿En qué proyectos de investigación trabaja en la actualidad?

—Ya he abandonado la élite y he vuelto la mirada a los orígenes. Siendo como soy de Leintz Gatzaga, junto con mi amigo el archivero Pedro Uribarrena, estamos inmersos en la documentación de Gatzaga, ilusionados, con ganas de aportar nuevas informaciones y disfrutar con ello.

"En el periodo entre 1700 y 1808 hubo 93 caballeros de Araba, 129 de Gipuzkoa, 176 de Bizkaia y 239 de Navarra, con 637 cruces en total"

"Su papel como caballeros era simbólico, social y de representación y estaba estipulado que tenían que recibir trato de Excelencia"

"Hábitos y cruces eran una forma de pago por servicios a la Corona, que podían ser económicos, por acciones militares o servicios políticos"

"Actualmente, las órdenes de Santiago, Alcántara y Calatrava están acogidas a la Ley de Asociaciones y siguen vigentes"