- En Alemania ha surgido un nuevo debate sobre los límites de la sátira en torno a la humorista y escritora Lisa Eckhart, que se mueve con frecuencia en la frontera de lo políticamente correcto. "A la sátira le está permitido todo", decía en tono reivindicativo el crítico y humorista Kurt Tucholski en una frase que vuelve a citarse cada vez que surge el debate.

En rigor, Eckhart no existe sino que es un personaje creado por Lisa Lasseisberger. Sin embargo, el personaje ha terminado por confundirse con su creadora hasta el extremo que es casi imposible diferenciarlos. Lisa Eckhardt, llamémosla así, es austríaca pero vive en Leipzig -estudió en París y Berlín donde se graduó con un trabajo sobre el demonio en la Literatura alemana- y sus éxitos los ha tenido ante todo en los escenarios y televisión alemana. El debate surgió después de que publicase su primera novela, Omama, y fuese invitada al festival de literatura Harbour Fronte y se le retiró la invitación alegando posibles sabotajes de grupos de izquierda. Esto produjo incluso una protesta de la presidenta del PEN Club alemán, Regula Venske, que dijo en una carta abierta que la cultura no podía ceder ante la violencia, viniera de la izquierda o de la derecha o de grupos de psicópatas.

Sin duda, parte del trabajo de Eckardt puede ser considerado como una provocación a diversos movimientos. "La provocación es mi trabajo", dijo en una entrevista con Sachsische Zeitung. En una de sus salidas de tono más citadas se pregunta si el movimiento #MeToo no debe ser considerado como antisemita por tener en la mira a judíos como Harvey Weinstein, Woody Allen o Roman Polanski. "Siempre se había dicho que a los judíos solo les interesaba el dinero y ahora resulta que les interesan las mujeres y para ellas necesitan el dinero", remata. Ese chiste le ha valido tanto acusaciones de antisemitismo como antipatías feministas. En otro número, rechaza utilizar aviones para sacar del país a peticionarios de asilo cuya solicitud ha sido rechazada. "Eso aumenta las emisiones de CO2 y para mí la protección del clima es más importante que la xenofobia", dice.

Los defensores de Lisa Lassesiberger, aquí hay que darle su nombre civil, insisten en que Lisa Eckhart es una caricatura como el personaje central de Omama, una mujer antisemita austríaca típica de los años 50. Eckhardt, o Laissenberger, sostiene que el debate responde a una "confusión malintencionada. La corrección política pertenece al mundo de la política de donde parece haber desaparecido con personajes como Trump que rompen permanentemente tabúes y debe volver allí. No tiene nada que buscar en el arte", declaró.

Margarate Stokowski, columnista de Der Spiegel, es una de sus críticas más acérrimas. Cree que sus chistes no son inofensivos sino un vehículo para dar rienda suelta a resentimientos antisemitas, racistas, homófobos y misóginos. El encargado de antisemitismo del Gobierno alemán, Felix Klein, también está entre los críticos de Eckhart y ha calificado sus chistes de "muestras de mal gusto".

Sus defensores sostienen que, a través de su figura, hace visibles prejuicios y resentimientos que existen en la sociedad y los reduce al absurdo. Algunos de esos defensores, como Henry M. Broder, han estado en ocasiones bastante cerca de la nueva derecha con sus críticas a la inmigración pero otros, como el historiador Gotz Aly o el actor Gerhard Hassen-Hindenberg, están fuera de toda sospecha. "He visto una artista que a través de una persona admirable desvela prejuicios sociales en la medida en que los exagera", escribió Hassen-Hindeburg en el Jüdische Allgemeine, el diario judío de referencia en Alemania.